miércoles, 1 de julio de 2009

[Técnicas] Sintiendo el calor

Ahora que ha llegado el verano y en muchos lugares estamos agobiados por el calor y tratando de huir de él con aires acondicionados y cosas similares, no es mala idea integrarnos de lleno en el ritmo natural, aunque sea por un momento.

No se trata de que nos dé una insolación, sino de tomar consciencia de la energía solar y cómo afecta a la tierra y a nosotros mismos.

En primer lugar, e importantísimo: Para realizar este ejercicio hay que protegerse convenientemente. Protector solar, una gorra o sombrero y agua a mano son imprescindibles si vamos a pasar un buen rato bajo el sol, especialmente si, como ocurre a menudo al meditar, podemos perder la noción del tiempo. Si tienes tendencia a amodorrarte o dormirte bajo el sol, programa algún tipo de alarma, o que te acompañe otra persona. No queremos que la consciencia del poder del sol nos llegue en forma de quemaduras, ¿no?

Una vez hayamos preparado todo, buscamos un lugar al aire libre donde el sol dé con fuerza. Puede ser en la playa, en un claro del bosque, o en cualquier sitio tranquilo que no esté cubierto de asfalto.
Nos sentamos en el suelo, respiramos lentamente, y nos relajamos. Cerramos los ojos (no queremos tampoco quemaduras en las retinas) y alzamos el rostro hacia el sol. Dejamos que su luz nos bañe, y sentimos cómo el calor llena nuestro cuerpo. Reflexionamos un momento sobre la luz del sol y el calor: de dónde vienen, su influencia en todo lo que nos rodea, lo necesarios que son para la vida...

Cuando seamos totalmente conscientes de estas cosas, cambiamos el objeto de nuestra percepción. Podemos introducir las manos en la arena o tierra, tumbarnos sobre el suelo, o simplemente seguir en la misma posición, pero ahora nos centramos en el entorno que nos rodea. Nos damos cuenta de que el calor no sólo nos llega desde arriba. El sol calienta la atmósfera y la tierra, y éstos distribuyen y reflejan su energía. Sentimos la calidez del aire a nuestro alrededor, y las oleadas de calor que suben desde el suelo. Reflexionamos sobre el ciclo completo, cómo la tierra y los océanos absorben calor durante el día y lo liberan lentamente cuando se pone el sol, lo necesario que es que los elementos trabajen en armonía. 

Luego podemos concentrarnos en meditar sobre el ciclo de las estaciones, o quizá, si tenemos algún problema o nuestra mente está confusa acerca de algo, permitir que la luz del sol nos ilumine también por dentro, para ver las cosas a plena luz, eliminar los pensamientos que nos nublan la percepción y aclarar nuestras ideas.

Una vez hayamos terminado de sentir el calor del sol y del entorno, damos gracias por lo que al experiencia nos haya aportado, bebemos un buen trago de agua, disfrutando de su frescor, y nos levantamos, lentamente, para prevenir posibles mareos. Si estamos en la playa, podemos darnos un baño, o si no, echarnos un poco de agua por la cara y los brazos, o buscar una sombra densa para apreciar el contraste.

2 comentarios:

Vaelia dijo...

Detenerse a sentir el sol, como otros de esos momentos en los que tomas conciencia del entorno, me parece una manera excelente de captar y registrar en nuestro interior una impresión que tal vez en otro momento (por ejemplo al realizar una visualización)sea necesario rescatar.

Actualmente me encuentro muy lejos de mi casa y de los bosques que frecuentaba, pero cuando lo necesito, sólo tengo que cerrar los ojos y buscarlos en mi interior, donde se encuentran perfectamente recreados. El recuerdo o la visualización vívida puede funcionar como emulador, o como conector, y ocasionar cambios instantáneos, por ejemplo, en nuestro estado de ánimo.

Besos,
Vae.

Sibila dijo...

Mira, esa utilidad no se me había ocurrido, pero es cierto que la percepción consciente del entorno nos permite rescatarlo con más facilidad en el futuro.

Gracias, es un gran aporte.

Besines.