Si tienes tu mano abierta con la arena del desierto, cogerás muchos granos;
si cierras el puño para poseerla, casi toda resbalará entre tus dedos.
Proverbio árabe
Estamos tan inmersos en la mentalidad occidental moderna, que muchas veces consideramos que la posesión es el máximo al que se puede aspirar: en el trabajo, en el ocio, en la amistad, en el amor... nos parece que no tenemos todo lo que deberíamos tener, no basta con lo que nos dan, o con lo que podemos disfrutar en el momento. Deseamos controlar, poseer, tener la seguridad de que las cosas estarán siempre ahí, a nuestra disposición, cuando a nosotros se nos antoje. Y nos abruma la ansiedad de que algo pueda escaparse, o que justo cuando lo deseamos no esté a nuestro alcance y debamos esperar.
Pero hay muchas cosas que no se pueden poseer, que al tratar de encerrarlas en nuestras expectativas dejan de ser lo que son, y nos encontramos atrapando reflejos, y, lo que es peor, prefiriendo una pálida sombra en nuestro poder que lo auténtico en libertad.
Porque hay algo mucho más intenso, más completo, más perfecto que poseer algo, y es saborearlo en el momento oportuno... aunque sepamos que puede ser la única vez. O precisamente por eso.
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