viernes, 24 de julio de 2009

[En otras palabras] Todo dice que sí...

El cielo me sonríe, y el mar me espera. Todo a mi alrededor se llena de luz y mi corazón se despereza.

En resumen... me voy de vacaciones. Volveré dentro de un mes... más o menos, excepto alguna mirada a los comentarios que puedan llegar. Hasta entonces, que paséis un buen verano.

Todo dice que sí.
Sí del cielo, lo azul,
y sí, lo azul del mar;
mares, cielos, azules
con espumas y brisas,
júbilos monosílabos
repiten sin parar.
Un sí contesta sí
a otro sí. Grandes diálogos
repetidos se oyen
por encima del mar
de mundo a mundo: sí.
Se leen por el aire
largos síes, relámpagos
de plumas de cigüeña,
tan de nieve, que caen,
copo a copo, cubriendo
la tierra de un enorme,
blanco sí. Es el gran día.
Podemos acercarnos
hoy a lo que no habla:
a la peña, al amor,
al hueso tras la frente:
son esclavos del sí.
Es la sola palabra
que hoy les concede el mundo.
Alma, pronto, a pedir,
a aprovechar la máxima
locura momentánea,
a pedir esas cosas
imposibles, pedidas,
calladas, tantas veces,
tanto tiempo, y que hoy
pediremos a gritos.
Seguros por un día
—hoy, nada más que hoy—
de que los «no» eran falsos,
apariencias, retrasos,
cortezas inocentes.
Y que estaba detrás,
despacio, madurándose,
al compás de este ansia
que lo pedía en vano,
la gran delicia: el sí.

Pedro Salinas

miércoles, 22 de julio de 2009

Paciencia

En la magia, como en la vida, las cosas necesitan su tiempo para madurar. A veces nos cuesta mucho asumir este hecho, porque lo que tiene que llegar es algo que deseamos profundamente, o que nos hace muchísima falta, y cada paso que damos lo damos con los ojos puestos en esa meta.

Pero cuando ya hemos hecho todo lo que está en nuestras manos para conseguir ese objetivo, o cuando no depende de nosotros sino de otras personas, de las circunstancias, o del mero paso del tiempo, obsesionarnos con cuándo llegará, o con lo que haremos cuando llegue, es contraproducente. No sólo estamos descentrándonos, viviendo con el pensamiento desplazado hacia el futuro, sino que puede que incluso estemos bloqueando con nuestra preocupación el fluir natural de las cosas, aunque sólo sea porque el paso del tiempo nos parecerá mucho más lento, y tal vez, cuando por fin llegue el momento y lo que tanto esperábamos esté a nuestro alcance, nuestras propias expectativas nos impidan disfrutarlo.

Obsesionarnos por el futuro nos resta tiempo para vivir el presente. Y muchas veces, apresurar la marcha sólo nos sirve para tropezar.

lunes, 20 de julio de 2009

[Recetas] Repelente de mosquitos

No sé vosotros, pero yo soy lo que mi madre llamaba "de sangre dulce", y según empieza el verano, los mosquitos me acribillan a picaduras. Recuerdo una noche en un olivar hace unos años, en la que tras un ritual de luna llena mis compañeros salieron con cinco o seis picaduras, mientras que yo recibí, contadas, más de cien.

Por eso me ha sido particularmente beneficiosa esta receta que me dieron en un taller didáctico de un museo (en concreto se trataba del Parque de las Ciencias de Granada, y el taller, llamado "El mundo del veneno", formaba parte de la maravillosa exposición titulada Veneno Animal), un repelente de mosquitos para poner en la piel que, además, tiene un olor muy agradable, aunque un poco intenso.

Repelente de mosquitos:

  • 20 mililitros de alcohol
  • 1 gota de esencia de canela
  • 1 gota de esencia de patchouli
  • 4 gotas de esencia de sándalo

Antes de usarlo, aseguráos de que no padecéis alergia a ninguno de sus componentes.
Las cantidades, evidentemente, se pueden multiplicar si, como yo, necesitáis protección antimosquitos durante todo el verano.

Espero que os sea de utilidad.

viernes, 17 de julio de 2009

[En otras palabras] La calle

Hay sitios de los que parece que nunca puedes marcharte. Calles en penumbra sin más salida que volverlas a atravesar una y otra vez. Lugares donde tropiezas con tus propios pasos y persigues a tu propia sombra.

LA CALLE

Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.

Octavio Paz

miércoles, 15 de julio de 2009

Invocar sin saber

Hace ya tiempo, escribí sobre lo contraproducente que es hablar de los Dioses sin conocerlos realmente. Lo que en ese momento pasé un poco por alto es que puede resultar, además, peligroso.

El paganismo no es únicamente una religión amable y luminosa. Tiene un lado oscuro, al igual que lo tiene la propia naturaleza. No existe el día sin la noche, ni la miel sin la abeja. El equilibrio ecológico requiere de la existencia de depredadores. La sangre, el dolor, la muerte, forman parte de la vida. Y a todas esas fuerzas "oscuras" rendimos también culto los paganos, porque rechazar lo feo y lo desagradable es rechazar también lo hermoso y lo placentero.

A lo largo de la historia, los seres humanos hemos conocido muy bien esas fuerzas. Nuestros antepasados de todas las etnias y culturas les dieron nombres, efigies, símbolos, y un lugar importante en sus panteones. Reconocían su poder, porque en muchos casos vivían a su merced, en épocas en las que el hambre, las enfermedades o la muerte violenta estaban siempre presentes, siempre cercanas. Y esos Dioses, los representantes de la cara menos amable del mundo, fueron muy respetados, pero también temidos.

Actualmente, sin embargo, el hambre y la enfermedad son algo que les pasa a otros, la muerte violenta algo que queda lejos. Vivimos tratando de evitar todo lo que sea feo o doloroso, de mantenerlo mientras más distante mejor. Ocultando, si es preciso, la cabeza como los avestruces, y fingiendo que las cosas malas son algo que no existe, o que nunca podrían ocurrirnos a nosotros. Así que no encontramos lugar para los Dioses oscuros, y los convertimos en meras etiquetas a las que creemos que podemos ponerles el contenido que más nos plazca.

Por un lado, como todo lo que se banaliza, acabamos creyendo que sólo tiene valor si podemos ponerlo a nuestro servicio y usarlo para lo que nosotros queramos. Juntemos a eso la fascinación por "el poder", y la errónea idea de que aquello que es puede ser más dañino es más poderoso. Y obtendremos a ciertas personas que desean el favor de los Dioses oscuros para "tener poder", que no es más que otra forma de decir que necesitan llenar de cualquier manera una serie de carencias que ni siquiera reconocen tener.

Por otro lado, la negación de la realidad alcanza la categoría de dogma. ¿Para qué es necesario asumir que la vida tiene una parte desagradable si puedo ignorar su existencia? Basta con mantenerse en un mundo idealizado, donde todo es de color de rosa, y la Madre Naturaleza nos rodea con su amor, donde las serpientes no tienen colmillos, los cervatillos pastan libres, los lobos comen césped, y los Dioses oscuros son sólo unos incomprendidos que en el fondo resulta que están para repartir luz, magia buena y caramelos a aquellos que los invocan ofreciéndoles pastelillos y amistad porque los aman sinceramente.

Pero ninguna de estas posturas tienen en cuenta que cuando uno invoca el nombre de un Dios o una Diosa, está atrayendo esas energías, y no son las que uno crea que son ni las que se invente sobre la marcha, sino las que ancestralmente han sido reunidas bajo ese nombre.
Hades puede ser muchas cosas, pero no es amable. Loki puede ser muchas cosas, pero no es sincero. Seth puede ser muchas cosas, pero no es leal. Hécate puede ser muchas cosas, pero no es tierna, ni compasiva.
Si manejar dichas energías ya es complicado conociéndolas a fondo, hacerlo de manera ignorante y despreocupada puede resultar francamente arriesgado. Es, a todos los efectos, jugar con fuego.

No podemos permitirnos caer en una banalización tan absoluta de la espiritualidad pagana, instalarnos mentalmente en un mundo perfecto en el que todo está configurado a nuestro gusto. No podemos permitirnos creer que somos el centro del universo y que los Dioses existen para velar por nuestra comodidad. No podemos permitirnos pensar que el fuego no quema.

Olvidamos que la Naturaleza puede ser la Madre amante, pero también la Destructora, y que los edificios construidos sobre una falla están destinados a caer tarde o temprano.

lunes, 13 de julio de 2009

Luz de luna


En el apogeo del poder del sol, vale la pena tomarse un momento para observar la luna. Que la brillante luz del día no nos impida apreciar la luminosidad nocturna, no tan intensa, pero igual de hermosa.

Ahora que las noches son cortas y cálidas, es buen momento para salir al aire libre, mirar arriba y simplemente dejarnos bañar por la luz lunar, tan quietos que incluso podamos percibir el movimiento de las estrellas.

viernes, 10 de julio de 2009

[En otras palabras] Imposible

Volviendo despacio a salir a la luz, sumando vidas a la vida. Robando tiempo al tiempo, para tratar de hacerlo fructificar. Tantas cosas, tantas cosas, tantas cosas...

IMPOSIBLE

Imposible saber cuándo ese rincón de mi alma se ha dormido
y cuándo volverá otra vez a tomar parte en mis fiestas íntimas

O si ese trozo se fue para siempre
O bien si fue robado y se encuentra íntegro en otro

Imposible sabe si el árbol primitivo adentro de su ser siente todavía el viento milenario
Si tú recuerdas el canto de la madre cuaternaria
Y los grandes gritos de tu rapto
Y la voz sollozante del océano que acababa de abrir los ojos

Y agitaba las manos y lloraba en su cuna

Para vivir no necesitamos tantos horizontes
Las cabezas de amapola que hemos comido sufren por nosotros
Mi almendro habla por una parte de mí mismo
Yo estoy cerca y estoy lejos

Tengo centenares de épocas en mi breve tiempo
Tengo miles de leguas en mi ser profundo
Cataclismos de la tierra accidentes de planetas
Y algunas estrellas de luto
¿Recuerdas cuando eras un sonido entre los árboles
Y cuando eras un pequeño rayo vertiginoso?

Ahora tenemos la memoria demasiado cargada
Las flores de nuestras orejas palidecen
A veces veo reflejos de plumas en mi pecho
No me mires con tantas fantasmas
Quiero dormir quiero oír otra vez las voces perdidas
Como los cometas que han pasado a otros sistemas

¿En dónde estábamos? ¿En qué luz en qué silencio?
¿En dónde estaremos?
tantas cosas tantas cosas tantas cosas

Yo soplo para apagar tus ojos
¿Recuerdas cuando eras un suspiro entre dos ramas?

Vicente Huidobro

miércoles, 8 de julio de 2009

Granos de arena

Si tienes tu mano abierta con la arena del desierto, cogerás muchos granos;
si cierras el puño para poseerla, casi toda resbalará entre tus dedos.


Proverbio árabe

Estamos tan inmersos en la mentalidad occidental moderna, que muchas veces consideramos que la posesión es el máximo al que se puede aspirar: en el trabajo, en el ocio, en la amistad, en el amor... nos parece que no tenemos todo lo que deberíamos tener, no basta con lo que nos dan, o con lo que podemos disfrutar en el momento. Deseamos controlar, poseer, tener la seguridad de que las cosas estarán siempre ahí, a nuestra disposición, cuando a nosotros se nos antoje. Y nos abruma la ansiedad de que algo pueda escaparse, o que justo cuando lo deseamos no esté a nuestro alcance y debamos esperar.

Pero hay muchas cosas que no se pueden poseer, que al tratar de encerrarlas en nuestras expectativas dejan de ser lo que son, y nos encontramos atrapando reflejos, y, lo que es peor, prefiriendo una pálida sombra en nuestro poder que lo auténtico en libertad.

Porque hay algo mucho más intenso, más completo, más perfecto que poseer algo, y es saborearlo en el momento oportuno... aunque sepamos que puede ser la única vez. O precisamente por eso.

viernes, 3 de julio de 2009

[En otras palabras] Los mejores momentos de la lectura...

Por la maravilla y el escalofrío de encontrar esas manos tendidas a través de las palabras... y especialmente por la calidez de aquellas que algún día pude o podré estrechar.

Los mejores momentos de la lectura son aquellos en los que te encuentras con algo -un pensamiento, una sensación, una manera de entender el mundo- que hasta entonces creías que era íntimamente personal, que sólo era tuyo; y ahora, de repente, lo encuentras expresado por alguien, una persona a la que ni siquiera conoces, o que hace tiempo que ha muerto incluso. Y es como si del libro surgiera una mano y cogiera la tuya.

El profesor Héctor (Josep María Pou)
en Los chicos de historia, de Alan Bennett

miércoles, 1 de julio de 2009

[Técnicas] Sintiendo el calor

Ahora que ha llegado el verano y en muchos lugares estamos agobiados por el calor y tratando de huir de él con aires acondicionados y cosas similares, no es mala idea integrarnos de lleno en el ritmo natural, aunque sea por un momento.

No se trata de que nos dé una insolación, sino de tomar consciencia de la energía solar y cómo afecta a la tierra y a nosotros mismos.

En primer lugar, e importantísimo: Para realizar este ejercicio hay que protegerse convenientemente. Protector solar, una gorra o sombrero y agua a mano son imprescindibles si vamos a pasar un buen rato bajo el sol, especialmente si, como ocurre a menudo al meditar, podemos perder la noción del tiempo. Si tienes tendencia a amodorrarte o dormirte bajo el sol, programa algún tipo de alarma, o que te acompañe otra persona. No queremos que la consciencia del poder del sol nos llegue en forma de quemaduras, ¿no?

Una vez hayamos preparado todo, buscamos un lugar al aire libre donde el sol dé con fuerza. Puede ser en la playa, en un claro del bosque, o en cualquier sitio tranquilo que no esté cubierto de asfalto.
Nos sentamos en el suelo, respiramos lentamente, y nos relajamos. Cerramos los ojos (no queremos tampoco quemaduras en las retinas) y alzamos el rostro hacia el sol. Dejamos que su luz nos bañe, y sentimos cómo el calor llena nuestro cuerpo. Reflexionamos un momento sobre la luz del sol y el calor: de dónde vienen, su influencia en todo lo que nos rodea, lo necesarios que son para la vida...

Cuando seamos totalmente conscientes de estas cosas, cambiamos el objeto de nuestra percepción. Podemos introducir las manos en la arena o tierra, tumbarnos sobre el suelo, o simplemente seguir en la misma posición, pero ahora nos centramos en el entorno que nos rodea. Nos damos cuenta de que el calor no sólo nos llega desde arriba. El sol calienta la atmósfera y la tierra, y éstos distribuyen y reflejan su energía. Sentimos la calidez del aire a nuestro alrededor, y las oleadas de calor que suben desde el suelo. Reflexionamos sobre el ciclo completo, cómo la tierra y los océanos absorben calor durante el día y lo liberan lentamente cuando se pone el sol, lo necesario que es que los elementos trabajen en armonía. 

Luego podemos concentrarnos en meditar sobre el ciclo de las estaciones, o quizá, si tenemos algún problema o nuestra mente está confusa acerca de algo, permitir que la luz del sol nos ilumine también por dentro, para ver las cosas a plena luz, eliminar los pensamientos que nos nublan la percepción y aclarar nuestras ideas.

Una vez hayamos terminado de sentir el calor del sol y del entorno, damos gracias por lo que al experiencia nos haya aportado, bebemos un buen trago de agua, disfrutando de su frescor, y nos levantamos, lentamente, para prevenir posibles mareos. Si estamos en la playa, podemos darnos un baño, o si no, echarnos un poco de agua por la cara y los brazos, o buscar una sombra densa para apreciar el contraste.