viernes, 23 de enero de 2009

En otras palabras [Soneto LXXV - Ésta era la casa, el mar y la bandera...]

Me espera una casa vacía, luminosa y fría, para que la llene, poco a poco, de esas cosas que he esparcido ya por tantos sitios. De libros y de cariño, de risas y de música.
Me esperan una casa vacía, y una ladera verde, y semanas de trabajo por delante.

SONETO LXXV

Ésta es la casa, el mar y la bandera.
Errábamos por otros largos muros.
No hallábamos la puerta ni el sonido
desde la ausencia, como desde muertos.

Y al fin la casa abre su silencio,
entramos a pisar el abandono,
las ratas muertas, el adiós vacío,
el agua que lloró en las cañerías.

Lloró, lloró la casa noche y día,
gimió con las arañas, entreabierta,
se desgranó desde sus ojos negros,

y ahora de pronto la volvemos viva,
la poblamos y no nos reconoce:
tiene que florecer, y no se acuerda.

Pablo Neruda

Empiezo en unos días una mudanza larga, trabajosa, y, como todas las anteriores, temporal. No puedo prometeros volver pronto, pero sí que volveré. Cuando Telefónica haga su trabajo, eso sí.
Yo mientras, tengo que dedicarme al mío... y tengo centenares de libros por empaquetar.

Hasta entonces, espero veros por aquí a la vuelta. ;)

miércoles, 21 de enero de 2009

Sobre las vestales (II): Obligaciones y privilegios

¿Qué tareas se llevaban a cabo en el templo de Vesta?
Custodiar la llama sagrada era lo más importante, desde luego, pero las funciones de las vestales iban mucho más allá. Indudablemente no se mantenían encerradas y ocultas, dedicadas en exclusiva al servicio de la Diosa, sino que también se encargaban de otras actividades, más sociales que religiosas.
La tarea más importante de la vestal era la de mantener la llama sagrada en el altar de la Diosa Vesta, garantía de la seguridad y el bienestar del Estado. La ancestral superstición romana les llevaba a pensar que si el fuego se apagaba se producirían enormes desgracias, por lo que, si esto ocurría, era rápidamente encendido de nuevo y la vestal duramente castigada mediante la flagelación o el apaleamiento. Además de esta función primera, las vestales tenían otras competencias, como la preparación de la mola salsa o harina salada utilizada como ofrenda en varias festividades del calendario romano. Asimismo se encargaban de la purificación de la tierra del templo, para lo que sólo podían utilizar el agua del manantial de Egeria, considerado sagrado, transportada en una vasija especial llamada futile. También debían velar y proteger el resto de objetos sagrados depositados en el templo de Vesta, como una imagen de Palas Minerva de cuya integridad dependía la continuidad del Imperio, el alfiler de la madre de los dioses, las cenizas de Orestes, el cetro de Príamo, etc, además del testamento y otros documentos de los personajes más relevantes política y socialmente en la ciudad.

La dejación en sus obligaciones solía comportar la expulsión y el castigo inmediato de la vestal. Otro de los motivos de punición era el incumplimiento del voto de castidad realizado por la virgen al entrar en la Casa, penado incluso con la muerte.
Sus grandes responsabilidades iban acompañadas de un gran prestigio, no sólo por respeto a la Diosa, sino también como reconocimiento del valor para el Imperio de la labor que realizaban, ligada a la suerte de Roma desde los primeros tiempos. Y ese prestigio se traslucía en un respeto y unas ventajas de las que muy pocas mujeres de esa época y lugar podían disfrutar.
Todas estas sujeciones y obligaciones que tenían las vestales encontraban su recompensa en el alto rango social de que disfrutaban, con una serie de privilegios exclusivos de ellas y otros propios de los varones. Entre esos privilegio podrían destacarse los siguientes: en los juicios, su testimonio tenía validez por sí mismo; si una vestal se cruzaba con un condenado a muerte de manera fortuita, éste era eximido de su castigo; en virtud de la ley Horacia, eran las únicas mujeres que podían testar desde los primeros momentos de la Monarquía; ocupaban sitios preferenciales en los juegos y actos públicos y su veredicto era decisivo en la salvación o condena de los gladiadores caídos; siempre iban escoltadas por lictores en sus salidas públicas, cediéndoles los magistrados el paso, etc.
Las vestales fueron honradas y respetadas en Roma desde antes de que a partir de la ciudad se forjara un imperio, y la llama sagrada de Vesta ardió a través de los siglos, reverenciada por todos los ciudadanos, hasta que, en un decreto del año 390, el emperador Teodosio I, llamado "el Grande" prohibió los cultos paganos públicos.
La llama fue apagada y el templo abandonado. Y poco después el Imperio Romano se dividió definitivamente. Teodosio fue el último emperador que gobernó sobre un Imperio unificado.

Quizá fue casualidad, quizá ambas cosas tienen una raíz común en los acontecimientos que en esa época se sucedían... o quizá es que todos los pueblos necesitan de alguien que mantenga encendida la llama de la esperanza y les haga sentir que su nación es también su hogar.


Textos extraídos del artículo:
Las vestales, guardianas del fuego sagrado de Roma, firmado por S. C.
Publicado en la revista Memoria: La Historia de cerca, nº XIII, Noviembre de 2008

Más información:
Las Vírgenes Vestales en Imperivm.org

lunes, 19 de enero de 2009

Sobre las vestales (I): Elegidas para servir a la Diosa y al Imperio

Como muchos sabréis, Vesta era la diosa romana bajo cuya protección se encontraba el hogar. Siempre pura y virgen, pero a la vez valedora de la familia, su culto fue de los más poderosos del Imperio, y uno de los pocos que estaba constituido únicamente por mujeres.

En aquellos tiempos, el hogar y la familia se organizaban en torno al fuego (de hecho, la palabra hogar proviene de focāris, derivada de focus, fuego), así que el fuego era el principal símbolo de Vesta, y la principal tarea de sus sacerdotisas, custodiarlo.
Porque Vesta también protegía el hogar de todos los ciudadanos, el propio Imperio. Y para servir a una de las grandes Diosas de Roma no se podía elegir a cualquiera...

Según uno de los primeros historiadores de Roma, Quinto Fabio Píctor (siglo III a.n.e.), el Pontífice Máximo (Pontifex Maximus) debia reunir a veinte vírgenes patricias y seleccionar entre ellas a las seis vestales. Cuando elegía a cada una, le dirigía esta palabras: “Te tomo amada y te constituyo sacerdotisa de Vesta, de acuerdo con las sabias prescripciones legales, para que ejerzas en provecho del pueblo romano las sagradas funciones que competen al sacerdocio de Vesta”. Entre los requisitos que debían cumplir para ser elegidas, estaban los de contar con una edad de entre seis y diez años, no padecer ningún defecto físico, no ser huérfanas de ambos progenitores y, por supuesto, ser vírgenes. Una vez seleccionada, era acompañada hasta la Casa de Vesta, donde permanecería durante treinta años, siendo recibida en ella por la Virgo Vestalis Maxima.

Desde ese momento comenzaba la educación de la nueva vestal. Los primeros diez años se dedicaban al aprendizaje del culto a vesta y de sus nuevas funciones; los diez siguientes eran los de servicio, cuidando la llama sagrada y participando en las ceremonias religiosas; por último, los diez años restantes se dedicaban al pupilaje de nuevas vestales. Pasado este periodo de tiempo, podían abandonar el templo y casarse si lo deseaban, aunque la mayoría decidía quedarse, debido al privilegiado estatus del que gozaban.
Ser elegida como vestal era sin duda un gran honor, al que sólo podían aspirar las jóvenes de buena familia. Pero también conllevaba cumplir variadas obligaciones... y severos castigos si éstas eran rotas.
De esas obligaciones, y de las contrapartidas que obtenían estas sacerdotisas, hablaremos en la próxima ocasión.


Texto extraído del artículo:

Las vestales, guardianas del fuego sagrado de Roma, firmado por S. C.
Publicado en la revista Memoria: La Historia de cerca, nº XIII, Noviembre de 2008

viernes, 16 de enero de 2009

[En otras palabras] Nocturno eterno

Hoy no tengo sino sombras de palabras, y el instante que se escurre entre mis dedos. Quizá mañana las cosas serán distintas, si es que termina de pasar la noche....

NOCTURNO ETERNO

Cuando los hombres alzan los hombros y pasan
o cuando dejan caer sus nombres
hasta que la sombra se asombra

cuando un polvo más fino aún que el humo
se adhiere a los cristales de la voz
y a la piel de los rostros y las cosas

cuando los ojos cierran sus ventanas
al rayo del sol pródigo y prefieren
la ceguera al perdón y el silencio al sollozo

cuando la vida o lo que así llamamos inútilmente
y que no llega sino con un nombre innombrable
se desnuda para saltar al lecho
y ahogarse en el alcohol o quemarse en la nieve

cuando la vi cuando la vid cuando la vida
quiere entregarse cobardemente y a oscuras
sin decirnos siquiera el precio de su nombre

cuando en la soledad de un cielo muerto
brillan unas estrellas olvidadas
y es tan grande el silencio del silencio
que de pronto quisiéramos que hablara

o cuando de una boca que no existe
sale un grito inaudito
que nos echa a la cara su luz viva
y se apaga y nos deja una ciega sordera

o cuando todo ha muerto
tan dura y lentamente que da miedo
alzar la voz y preguntar "quién vive"

dudo si responder
a la muda pregunta con un grito
por temor de saber que ya no existo

porque acaso la voz tampoco vive
sino como un recuerdo en la garganta
y no es la noche sino la ceguera
lo que llena de sombra nuestros ojos

y porque acaso el grito es la presencia
de una palabra antigua
opaca y muda que de pronto grita

porque vida silencio piel y boca
y soledad recuerdo cielo y humo
nada son sino sombras de palabras
que nos salen al paso de la noche

Xavier Villaurrutia

lunes, 12 de enero de 2009

Ante la puerta

Quédate ante la puerta si quieres que te la abran. No dejes el camino si quieres que te guíen. Nada está nunca cerrado sino a tus propios ojos.

Farid al-din Attar
Es fácil abandonar el camino, sobre todo cuando tenemos la sensación de que llevamos en él demasiado tiempo y la ansiada meta no aparece. Es fácil cansarse de esperar y dar media vuelta, hacia otros menesteres menos fatigosos, menos exigentes.

Lo complicado es permanecer en el empeño, seguir avanzando, hasta llegar a comprender que la meta ni siquiera existe, que el camino tiene sentido por sí mismo, y la puerta que creíamos que nos cerraba el paso es un umbral abierto, que sólo requiere de valor y compromiso para ser cruzado.

Sin esperar que nadie nos abra la puerta, que nadie aparezca mágicamente con un plano que nos guíe, simplemente tomando nosotros mismos las riendas de nuestra vida, siguiendo la senda, eligiendo la bifurcación a tomar en cada encrucijada, atreviéndonos a abrir la puerta con nuestras propias manos, y, una vez al otro lado... a seguir adelante.

viernes, 9 de enero de 2009

[En otras palabras] Don de la materia

Porque a veces, donde la vista engaña, las manos revelan maravillas. Porque a veces, en la oscuridad, olvidamos que no sólo vemos con los ojos.

DON DE LA MATERIA

Entre la tiniebla densa
el mundo era negro: nada.
Cuando de un brusco tirón
—forma recta, curva forma—
le saca a vivir la llama.
Cristal, roble, iluminados,
¡qué alegría de ser tienen,
en luz, en líneas, ser
en brillo y veta vivientes!
Cuando la llama se apaga,
fugitivas realidades,
esa forma, aquel color,
se escapan.
¿Viven aquí o en la duda?
Sube lenta una nostalgia
no de luna, no de amor,
no de infinito. Nostalgia
de un jarrón sobre una mesa.
¿Están?
Yo busco por donde estaban.
Desbrozadora de sombras
tantea la mano. A oscuras
vagas huellas, sigue el ansia.
De pronto, como una llama
sube una alegría altísima
de lo negro: la luz del tacto.
Llegó al mundo de lo cierto.
Toca el cristal, frío, duro,
toca la madera, áspera.
¡Están!
La sorda vida perfecta,
sin color, se me confirma,
segura, sin luz, la siento:
realidad profunda, masa.

Pedro Salinas

miércoles, 7 de enero de 2009

Pasar el examen

Lo que pasa es que la brujería no es como ir a la escuela. Primero apruebas el examen y después te pasas muchos años intentando averiguar cómo lo aprobaste.
En ese sentido, es similar a la vida.


Terry Pratchett, The Wee Free Men
(Los pequeños hombres libres)

Y te pasas muchos años tratando de acumular conocimientos para después dejarlos a un lado y empezar casi desde cero. Pero esos años son necesarios, y esos conocimientos te aportan más que datos. Quizá lo más difícil sea aprender cómo aprender, o mejor dicho, aprender a estar siempre aprendiendo.

lunes, 5 de enero de 2009

Diccionario de palabras incomprendidas

A menudo, nos enzarzamos en debates totalmente estériles. Dos o más personas hablan de un tema en el que están en desacuerdo, y, ya sea una discusión amistosa o los ánimos se vayan encendiendo, el caso es que nunca llegamos a una conclusión.
Pero el caso es que a veces, esas personas ni siquiera saben que su desacuerdo es banal. Que nunca podrán llegar a un punto de acuerdo, pero no porque sus posturas sean irreconciliables, sino porque, simplemente, hablan de cosas distintas.

Porque cada uno de nosotros tiene una especie de diccionario mental, en el que están registrados los significados de las palabras. Y no es algo tan simple como "perteneciente o relativo a...."
Cada palabra está asociada a muchas otras, a pensamientos, sentimientos y experiencias que la revisten de mil significados dependiendo del momento y del contexto. Y seguimos añadiendo nuevas asociaciones a esos significados, día a día, según vamos viviendo cosas nuevas o viéndolas de otra manera, interactuando con otras personas y conociendo su vocabulario y su forma de pensar.

Y si nos paramos a preguntar, muchas veces descubriremos que la gente con cuyas opiniones creíamos estar totalmente enfrentados sólo se diferencia de nosotros en que usamos diferentes palabras para designar las mismas cosas, o, por el contrario, las mismas palabras para designar cosas distintas.

Antes de ponernos a discutir, definamos los términos. Quizá descubramos que, después de todo, ya estábamos de acuerdo.

viernes, 2 de enero de 2009

[En otras palabras] Nunca

Soy lo que soy, y no me arrepiento. He tomado mis decisiones, y elegido mi camino. Y seguiré avanzando, paso a paso, inventando mi vida mientras la vivo.

NUNCA

Nunca me cansará mi oficio de hombre.
Hombre he sido y seré mientras exista.
Hombre no más: proyecto entre proyectos,
boca sedienta al cántaro adherida,
pies inseguros sobre el polvo ardiente,
espíritu y materia vulnerables
a todos los oprobios y las dichas...

Nunca me sentiré rey destronado
ni ángel abolido mientras viva,
sino aprendiz de hombre eternamente,
hombre con los que van por las colinas
hacia el jardín que siempre los repudia,
hombre con los que buscan entre escombros
la verdad necesaria y prohibida,
hombre entre los que labran con sus manos
lo que jamás hereda un alma digna,
¡porque de todo cuanto el hombre ha hecho
la sola herencia digna de los hombres
es el derecho de inventar su vida!

Jaime Torres Bodet