viernes, 25 de diciembre de 2009

[En otras palabras] El cuerpo canta...

Escuchemos por un momento lo que el mundo tiene que decirnos. Silenciemos la voz de la razón, dejemos de juzgar. Simplemente, escuchemos.

El cuerpo canta;
la sangre aúlla;
la tierra charla;
la mar murmura;
el cielo calla
y el hombre escucha.

Miguel de Unamuno


Vuelvo a marchar una corta temporada, a reunirme con viejos y nuevos amigos, en ese lugar de donde parte de mí no se irá nunca. Nos vemos después de Reyes; hasta entonces, que paséis felices fiestas, y que los compromisos os sean leves.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

[Noticias] Una botella de bruja del siglo XVII




Las "botellas de bruja" son el centro de una práctica mágica antigua y bien documentada, consistente en rellenar un recipiente con objetos punzantes o cortantes, añadir la propia orina y enterrar dicho recipiente, para protegerse de maleficios o malas intenciones.

Me he enterado hoy de que hace uno meses fue encontrado, en el barrio londinense de Greenwich, uno de estos objetos datado en el siglo XVII, el mejor conservado hasta la fecha, con su tapón intacto, lo que, tras los análisis de un grupo de expertos de la Greenwich Foundation publicados en la revista British Archaelogy, ha permitido por primera vez conocer su contenido y demostrar que los datos que tenemos de esta costumbre son bastante fieles a la realidad de la práctica en la Edad Moderna.

La botella estaba enterrada boca abajo, mide 23 centímetros de alto, está esmaltada, y tiene impreso el rostro del cardenal italiano Roberto Belarmino (lo que indica que se trata de un recipiente reutilizado que fue fabricado en los Países Bajos, donde estas "botellas Belarmino", destinadas a vino o cerveza, eran bastante comunes). Los análisis químicos del contenido (realizados por el experto Alan Massey), muestran que está llena hasta la mitad de orina humana con alto contenido en nicotina, lo que revela que su propietario era fumador, y contiene además azufre, doce clavos de hierro, ocho alfileres, cabello humano y uñas recortadas, y un trozo de tela o cuero en forma de corazón.

Sin duda una sorprendente ventana hacia el pasado que nos enseña cómo, a pesar de los cambios que ha habido en las costumbres y las creencias, hay cosas cuyo simbolismo está tan enraizado en la mente y la vida humana que nos hablan a través del tiempo, tanto entonces como ahora.


Fuentes y más información:

"La botella que sirvió para conjurar maleficios", en el nº 72 de la revista Historia National Geographic (de donde también saqué la imagen)
Noticia en el sitio de Pagan Federation International España

lunes, 21 de diciembre de 2009

La larga noche

El sol siempre vuelve a salir, por profunda que sea la oscuridad. Cada mañana el amanecer nos traerá luz, calor, y un nuevo día lleno de posibilidades. Todos lo sabemos... al menos, ahora lo sabemos.

Pero retrocedamos por un momento a hace tres mil, cuatro mil años. Cuando nada se sabía de física, y muy poco de biología. Cuando la noche estaba llena de terrores, y no era el menor de ellos el miedo a que la oscuridad no acabase nunca y el frío reinase para siempre. Cuando un invierno demasiado largo significaba hambre, miseria y muerte.
Es mirando con esos ojos con los que comprenderemos de verdad el poder del sol, la importancia de la luz, la belleza y la esperanza que llegan con el amanecer.

Hoy enciendo la llama en el ocaso y la mantengo ardiendo hasta el alba, sabiendo exactamente a qué hora llegará, y sabiendo que cada día a partir de ahora las horas de luz irán aumentando, y disminuyendo las de oscuridad. Porque hoy sé de la inclinación del eje terrestre, y conozco la existencia del movimiento de traslación que sigue el planeta alrededor del sol.

Pero, ajeno a todo eso, el fuego arde, como ardía hace miles de años, ahuyentando mis temores, y alimentando mis esperanzas. Enseñándome de otra manera, inculcándome con un convencimiento más emocional que racional, la certeza de que mañana volverá a salir el sol.


¡Feliz solsticio a todos!

viernes, 18 de diciembre de 2009

[En otras palabras] La víspera

Todo lo que se ha ido acumulando, todo lo que voy descubriendo, todas las nuevas tareas que me pertenecen ya, sin haberlas pensado. Todo este tiempo de tormentas y terremotos, de incendios inexplicados, abre paso a otra cosa. Algo que ha de venir pronto. Tal vez justo mañana.

LA VÍSPERA

Millares de partículas de arena,
ríos que ignoran el reposo, nieve
más delicada que una sombra, leve
sombra de una hoja, la serena

margen del mar, la momentánea espuma,
los antiguos caminos del bisonte
y de la flecha fiel, un horizonte
y otro, los tabacales y la bruma,

la cumbre, los tranquilos minerales,
el Orinoco, el intrincado juego
que urden la tierra, el agua, el aire, el fuego,

las leguas de sumisos animales,
apartarán tu mano de la mía,
pero también la noche, el alba, el día…

Jorge Luis Borges

lunes, 14 de diciembre de 2009

Huellas en la arena

Una vez, hace años, estuve en el lugar adecuado en el momento preciso.
No estaba siendo un buen verano. De hecho, fue el peor verano que he pasado. Gran parte de lo que había construido con mi vida se estaba derrumbando, y trataba de curar mis heridas en sitios que me eran totalmente indiferentes, haciendo cosas muy poco propias de mí con gente que no me aportaba nada.
Estaba desorientada, cansada y llena de frustración. Había seguido mis instintos y me habían llevado a un callejón sin salida, me había permitido soñar y esos sueños se habían roto en mil pedazos.

Así que me limitaba a estar allí, vegetando. Dolida, apática, aletargada, fui testigo de algunas cosas a las que ni siquiera presté atención hasta que escuché un nombre que me era familiar y comprendí que estaba asistiendo a una traición hacia una persona a la que conocía y apreciaba desde mi primera infancia, pero a la que no había visto en varios años. Y cuando volví a verla entonces, en ese lugar, en ese momento, no pude callar.

Le causé un gran dolor, pero supo comprenderlo. Llevaba años enredada entre la verdad y la mentira, tomando lo cierto por falso y lo ilusorio por real. Mi presencia rompió la telaraña, simplemente porque me conocía lo suficiente para saber que nunca le mentiría. Le causé dolor e hice lo posible por paliarlo. Y, mientras lo intentaba, encontré cosas en mi interior que creía olvidadas, y mi propio dolor se fue mitigando. Descubrí que tenía fuerza suficiente para superar aquél momento, y esperanza suficiente para volver a construir, y esta vez sobre mejores cimientos.

“Piensa que la arena es tu corazón”, me dijo mientras paseábamos por la playa, poniendo voz a mis propios pensamientos. “Algunas cosas dejan huellas superficiales, otras, marcas muy profundas. Pero tarde o temprano, el mar las borra”.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Muchas huellas en la arena desaparecieron por el batir constante de la marea. Pero lo que aprendí esos días no lo he olvidado, y nunca he vuelto a dejarme vencer por el desánimo o por el dolor.
Porque estuve en el lugar apropiado, en el momento justo, para empezar a creer en el destino.

viernes, 4 de diciembre de 2009

[En otras palabras] Tábanos fieros

Yo seré el escudo.
Venid si os atrevéis, picad, sacadme sangre, hacedme daño.
Aquí estoy, de pie, firme, toda mi voluntad como un muro de acero frente a cualquier cosa que pueda llegar.
Para alcanzar a quienes amparo, para hacerles daño, tendréis que vencerme primero, y más aún.
Tendréis que derrotarme por completo, hacerme hincar la rodilla, obligarme a claudicar sin dejarme más opciones.
No pasaréis mientras me quede un latido en el corazón.

TÁBANOS FIEROS

Venid, tábanos fieros,
Venid, chacales,
Y muevan trompa y diente
Y en horda ataquen,
Y cual tigre a bisonte
¡Sítienme y salten!
¡Por aquí verde envidia!
Tú, bella carne,
¡En los dos labios muérdeme:
Sécame; mánchame!
¡Por acá, los vendados
Celos voraces!
Y tú. moneda de oro,
¡Por todas partes!
De virtud mercaderes,
¡Mercadeadme!
Mató el Gozo a la Honra:
¡Venga a mí, y mate!

Cada Cual con sus armas
Surja y batalle:
El placer, con su copa;
Con sus amables
Manos, en mirra untadas,
La virgen ágil;
Con su espada de plata,
El diablo bátame:
¡La espada cegadora
No ha de cegarme!

Asorde la caterva
De batallantes:
Brillen cascos plumados
Como brillasen
Sobre montes de oro
Nieves radiantes;
Como gotas de lluvia
Las nubes lancen
Muchedumbres de aceros
Y de estandartes;
Parezca que la tierra,
Rota en el trance,
Cubrió su dorso verde
De áureos gigantes;
Lidiemos, no a la lumbre
Del sol suave,
Sino al funesto brillo
De los cortantes
Hierros: rojos relámpagos
La niebla tajen:
Sacudan sus raíces
Libres los árboles:
Sus faldas trueque el monte
En alas ágiles:
Clamor óigase, como
Si en un instante
Mismo, las almas todas
Volando ex-cárceres,
Rodar a sus pies vieran
Su hopa de carnes:
Cíñame recia veste
De amenazantes
Astas agudas: hilos
Tenues de sangre
Por mi piel rueden leves
Cual rojos áspides:
Su diente en lodo afilen
Pardos chacales:
Lime el tábano terco
Su aspa volante:
Muérdame en los dos labios
La bella carne:
¡Que ya viene, ya vienen
Mis talismanes!
Como nubes vinieron
Esos gigantes:
¡Ligeros como nubes
Volando iranse!

La desdentada envidia
Irá, secas las fauces,
Hambrienta, por desiertos
Y calcinados valles,
Royéndose las mondas
Escuálidas falanges;
Vestido irá de oro
El diablo formidable,
En el cansado puño
Quebrada la tajante;
Vistiendo con sus lágrimas
Irá, y con voces grandes
De duelo, la Hermosura
Su inútil arreaje:
Y yo en el agua fresca
De algún arroyo amable
Bañaré sonriendo
Mis hilillos de sangre.

Ya miro en polvareda
Radiosa evaporarse
Aquellas escamadas
Corazas centellantes:
Las alas de los cascos
Agítanse, debátense,
Y el casco de oro en fuga
Se pierde por los aires.
Tras misterioso viento
Sobre la hierba arrástranse,
Cual sierpes de colores,
Las flámulas ondeantes.
Junta la tierra súbito
Sus grietas colosales
Y echa su dorso verde
Por sobre los gigantes:
Corren como que vuelan
Tábanos y chacales,
Y queda el campo lleno
De un humillo fragante.
De la derrota ciega
Los gritos espantables
Escúchanse, que evocan
Callados capitanes;
Y mésase soberbia
El áspero crinaje,
Y como muere un buitre
Expira sobre el valle!
En tanto, yo a la orilla
De un fresco arroyo amable,
Restaño sonriendo
Mis hilillos de sangre.

No temo yo ni curo
De ejércitos pujantes,
Ni tentaciones sordas,
¡Ni vírgenes voraces!
Él vuela en torno mío,
Él gira, él para, él bate;
Aquí su escudo opone;
Allí su clava blande;
A diestra y a siniestra
Mandobla, quiebra, esparce;
Recibe en su escudillo
Lluvia de dardos hábiles;
Sacúdelos al suelo;
Bríndalo a nuevo ataque.
¡Ya vuelan, ya se vuelan
Tábanos y gigantes!
Escúchase el chasquido
De hierros que se parten;
Al aire chispas fúlgidas
Suben en rubios haces;
Alfómbrase la tierra
De dagas y montantes;
¡Ya vuelan, ya se esconden
Tábanos y chacales!
Él como abeja zumba,
Él rompe y mueve el aire,
Detiénese, onda, deja
Rumor de alas de ave:
Ya mis cabellos roza;
Ya sobre mi hombro párase;
Ya a mi costado cruza;
Ya en mi regazo lánzase;
¡Ya la enemiga tropa
Huye, rota y cobarde!
¡Hijos, escudos fuertes,
De los cansados padres!
¡Venga mi caballero,
Caballero del aire!
¡Véngase mi desnudo
Guerrero de alas de ave,
Y echemos por la vía
Que va ese arroyo amable,
Y con sus aguas frescas
Bañe mi hilo de sangre!
¡Caballeruelo mío!
¡Batallador volante!

José Martí