LA CALLEEs una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.Octavio Paz
viernes, 17 de julio de 2009
[En otras palabras] La calle
miércoles, 15 de julio de 2009
Invocar sin saber
Hace ya tiempo, escribí sobre lo contraproducente que es hablar de los Dioses sin conocerlos realmente. Lo que en ese momento pasé un poco por alto es que puede resultar, además, peligroso.
El paganismo no es únicamente una religión amable y luminosa. Tiene un lado oscuro, al igual que lo tiene la propia naturaleza. No existe el día sin la noche, ni la miel sin la abeja. El equilibrio ecológico requiere de la existencia de depredadores. La sangre, el dolor, la muerte, forman parte de la vida. Y a todas esas fuerzas "oscuras" rendimos también culto los paganos, porque rechazar lo feo y lo desagradable es rechazar también lo hermoso y lo placentero.
A lo largo de la historia, los seres humanos hemos conocido muy bien esas fuerzas. Nuestros antepasados de todas las etnias y culturas les dieron nombres, efigies, símbolos, y un lugar importante en sus panteones. Reconocían su poder, porque en muchos casos vivían a su merced, en épocas en las que el hambre, las enfermedades o la muerte violenta estaban siempre presentes, siempre cercanas. Y esos Dioses, los representantes de la cara menos amable del mundo, fueron muy respetados, pero también temidos.
Actualmente, sin embargo, el hambre y la enfermedad son algo que les pasa a otros, la muerte violenta algo que queda lejos. Vivimos tratando de evitar todo lo que sea feo o doloroso, de mantenerlo mientras más distante mejor. Ocultando, si es preciso, la cabeza como los avestruces, y fingiendo que las cosas malas son algo que no existe, o que nunca podrían ocurrirnos a nosotros. Así que no encontramos lugar para los Dioses oscuros, y los convertimos en meras etiquetas a las que creemos que podemos ponerles el contenido que más nos plazca.
Por un lado, como todo lo que se banaliza, acabamos creyendo que sólo tiene valor si podemos ponerlo a nuestro servicio y usarlo para lo que nosotros queramos. Juntemos a eso la fascinación por "el poder", y la errónea idea de que aquello que es puede ser más dañino es más poderoso. Y obtendremos a ciertas personas que desean el favor de los Dioses oscuros para "tener poder", que no es más que otra forma de decir que necesitan llenar de cualquier manera una serie de carencias que ni siquiera reconocen tener.
Por otro lado, la negación de la realidad alcanza la categoría de dogma. ¿Para qué es necesario asumir que la vida tiene una parte desagradable si puedo ignorar su existencia? Basta con mantenerse en un mundo idealizado, donde todo es de color de rosa, y la Madre Naturaleza nos rodea con su amor, donde las serpientes no tienen colmillos, los cervatillos pastan libres, los lobos comen césped, y los Dioses oscuros son sólo unos incomprendidos que en el fondo resulta que están para repartir luz, magia buena y caramelos a aquellos que los invocan ofreciéndoles pastelillos y amistad porque los aman sinceramente.
Pero ninguna de estas posturas tienen en cuenta que cuando uno invoca el nombre de un Dios o una Diosa, está atrayendo esas energías, y no son las que uno crea que son ni las que se invente sobre la marcha, sino las que ancestralmente han sido reunidas bajo ese nombre.
Hades puede ser muchas cosas, pero no es amable. Loki puede ser muchas cosas, pero no es sincero. Seth puede ser muchas cosas, pero no es leal. Hécate puede ser muchas cosas, pero no es tierna, ni compasiva.
Si manejar dichas energías ya es complicado conociéndolas a fondo, hacerlo de manera ignorante y despreocupada puede resultar francamente arriesgado. Es, a todos los efectos, jugar con fuego.
No podemos permitirnos caer en una banalización tan absoluta de la espiritualidad pagana, instalarnos mentalmente en un mundo perfecto en el que todo está configurado a nuestro gusto. No podemos permitirnos creer que somos el centro del universo y que los Dioses existen para velar por nuestra comodidad. No podemos permitirnos pensar que el fuego no quema.
Olvidamos que la Naturaleza puede ser la Madre amante, pero también la Destructora, y que los edificios construidos sobre una falla están destinados a caer tarde o temprano.
lunes, 13 de julio de 2009
Luz de luna
En el apogeo del poder del sol, vale la pena tomarse un momento para observar la luna. Que la brillante luz del día no nos impida apreciar la luminosidad nocturna, no tan intensa, pero igual de hermosa.
Ahora que las noches son cortas y cálidas, es buen momento para salir al aire libre, mirar arriba y simplemente dejarnos bañar por la luz lunar, tan quietos que incluso podamos percibir el movimiento de las estrellas.
viernes, 10 de julio de 2009
[En otras palabras] Imposible
IMPOSIBLE
Imposible saber cuándo ese rincón de mi alma se ha dormido
y cuándo volverá otra vez a tomar parte en mis fiestas íntimas
O si ese trozo se fue para siempre
O bien si fue robado y se encuentra íntegro en otro
Imposible sabe si el árbol primitivo adentro de su ser siente todavía el viento milenario
Si tú recuerdas el canto de la madre cuaternaria
Y los grandes gritos de tu rapto
Y la voz sollozante del océano que acababa de abrir los ojos
Y agitaba las manos y lloraba en su cuna
Para vivir no necesitamos tantos horizontes
Las cabezas de amapola que hemos comido sufren por nosotros
Mi almendro habla por una parte de mí mismo
Yo estoy cerca y estoy lejos
Tengo centenares de épocas en mi breve tiempo
Tengo miles de leguas en mi ser profundo
Cataclismos de la tierra accidentes de planetas
Y algunas estrellas de luto
¿Recuerdas cuando eras un sonido entre los árboles
Y cuando eras un pequeño rayo vertiginoso?
Ahora tenemos la memoria demasiado cargada
Las flores de nuestras orejas palidecen
A veces veo reflejos de plumas en mi pecho
No me mires con tantas fantasmas
Quiero dormir quiero oír otra vez las voces perdidas
Como los cometas que han pasado a otros sistemas
¿En dónde estábamos? ¿En qué luz en qué silencio?
¿En dónde estaremos?
tantas cosas tantas cosas tantas cosas
Yo soplo para apagar tus ojos
¿Recuerdas cuando eras un suspiro entre dos ramas?Vicente Huidobro
miércoles, 8 de julio de 2009
Granos de arena
Si tienes tu mano abierta con la arena del desierto, cogerás muchos granos;
si cierras el puño para poseerla, casi toda resbalará entre tus dedos.
Proverbio árabe
Estamos tan inmersos en la mentalidad occidental moderna, que muchas veces consideramos que la posesión es el máximo al que se puede aspirar: en el trabajo, en el ocio, en la amistad, en el amor... nos parece que no tenemos todo lo que deberíamos tener, no basta con lo que nos dan, o con lo que podemos disfrutar en el momento. Deseamos controlar, poseer, tener la seguridad de que las cosas estarán siempre ahí, a nuestra disposición, cuando a nosotros se nos antoje. Y nos abruma la ansiedad de que algo pueda escaparse, o que justo cuando lo deseamos no esté a nuestro alcance y debamos esperar.
Pero hay muchas cosas que no se pueden poseer, que al tratar de encerrarlas en nuestras expectativas dejan de ser lo que son, y nos encontramos atrapando reflejos, y, lo que es peor, prefiriendo una pálida sombra en nuestro poder que lo auténtico en libertad.
Porque hay algo mucho más intenso, más completo, más perfecto que poseer algo, y es saborearlo en el momento oportuno... aunque sepamos que puede ser la única vez. O precisamente por eso.
viernes, 3 de julio de 2009
[En otras palabras] Los mejores momentos de la lectura...
Los mejores momentos de la lectura son aquellos en los que te encuentras con algo -un pensamiento, una sensación, una manera de entender el mundo- que hasta entonces creías que era íntimamente personal, que sólo era tuyo; y ahora, de repente, lo encuentras expresado por alguien, una persona a la que ni siquiera conoces, o que hace tiempo que ha muerto incluso. Y es como si del libro surgiera una mano y cogiera la tuya.El profesor Héctor (Josep María Pou)
en Los chicos de historia, de Alan Bennett
miércoles, 1 de julio de 2009
[Técnicas] Sintiendo el calor
Ahora que ha llegado el verano y en muchos lugares estamos agobiados por el calor y tratando de huir de él con aires acondicionados y cosas similares, no es mala idea integrarnos de lleno en el ritmo natural, aunque sea por un momento.
No se trata de que nos dé una insolación, sino de tomar consciencia de la energía solar y cómo afecta a la tierra y a nosotros mismos.
En primer lugar, e importantísimo: Para realizar este ejercicio hay que protegerse convenientemente. Protector solar, una gorra o sombrero y agua a mano son imprescindibles si vamos a pasar un buen rato bajo el sol, especialmente si, como ocurre a menudo al meditar, podemos perder la noción del tiempo. Si tienes tendencia a amodorrarte o dormirte bajo el sol, programa algún tipo de alarma, o que te acompañe otra persona. No queremos que la consciencia del poder del sol nos llegue en forma de quemaduras, ¿no?
Una vez hayamos preparado todo, buscamos un lugar al aire libre donde el sol dé con fuerza. Puede ser en la playa, en un claro del bosque, o en cualquier sitio tranquilo que no esté cubierto de asfalto.
Nos sentamos en el suelo, respiramos lentamente, y nos relajamos. Cerramos los ojos (no queremos tampoco quemaduras en las retinas) y alzamos el rostro hacia el sol. Dejamos que su luz nos bañe, y sentimos cómo el calor llena nuestro cuerpo. Reflexionamos un momento sobre la luz del sol y el calor: de dónde vienen, su influencia en todo lo que nos rodea, lo necesarios que son para la vida...
Cuando seamos totalmente conscientes de estas cosas, cambiamos el objeto de nuestra percepción. Podemos introducir las manos en la arena o tierra, tumbarnos sobre el suelo, o simplemente seguir en la misma posición, pero ahora nos centramos en el entorno que nos rodea. Nos damos cuenta de que el calor no sólo nos llega desde arriba. El sol calienta la atmósfera y la tierra, y éstos distribuyen y reflejan su energía. Sentimos la calidez del aire a nuestro alrededor, y las oleadas de calor que suben desde el suelo. Reflexionamos sobre el ciclo completo, cómo la tierra y los océanos absorben calor durante el día y lo liberan lentamente cuando se pone el sol, lo necesario que es que los elementos trabajen en armonía.
Luego podemos concentrarnos en meditar sobre el ciclo de las estaciones, o quizá, si tenemos algún problema o nuestra mente está confusa acerca de algo, permitir que la luz del sol nos ilumine también por dentro, para ver las cosas a plena luz, eliminar los pensamientos que nos nublan la percepción y aclarar nuestras ideas.
Una vez hayamos terminado de sentir el calor del sol y del entorno, damos gracias por lo que al experiencia nos haya aportado, bebemos un buen trago de agua, disfrutando de su frescor, y nos levantamos, lentamente, para prevenir posibles mareos. Si estamos en la playa, podemos darnos un baño, o si no, echarnos un poco de agua por la cara y los brazos, o buscar una sombra densa para apreciar el contraste.