miércoles, 16 de mayo de 2012

[Yo y mis circunstancias]
El aprendizaje inesperado

Nunca sabes dónde va a aparecer una historia, un ejemplo o una lección que te arreglará el día o incluso te cambiará la vida.
El conocimiento tiene una naturaleza fractal. En los límites de lo que sabes, en el interior de lo que crees conocer, hay pequeños huecos que, de cerca, resultan ser gigantescos océanos de ignorancia, donde caben universos enteros.
La más inocente de las preguntas, la más pequeña de las dudas, puede abrirte la puerta a un inmenso abismo inabarcable, al que sólo puedes acercarte de pasito en pasito, siguiendo un fino hilo que se agita entre tus dedos como si estuviera vivo, y te transporta de un tema al otro, del pasado al presente, de una a punta a otra del planeta y a saltos por ignotos puntos de la galaxia.

Aprender no es una cuestión de sentarte en un aula, un salón, o a los pies de un gurú, a que te marquen un temario y unos ejercicios, y te evalúen después. Puedes pasarte la vida estudiando sin que nada de lo que ves o te cuentan cale realmente en tu interior.
Y sin embargo, cuando sigues tu propio camino, y renuncias a pisar en las huellas de otros, o lo haces durante un tramo pero desviándote hacia otro sendero cuando encuentras un nuevo rastro, aunque sean unos pies desnudos o unas pezuñas hendidas... lo que encuentras te marca de verdad, pasa a formar parte de tí, quizá porque lo has encontrado cuando debías toparte con ello, porque tu camino tenía que llevarte hasta ahí, necesariamente, o quizá porque al estar respondiendo a una pregunta que es tuya y sólo tuya, una pregunta que surge de otra, y que te llevará hacia otra más, se convierte en la pieza de un puzle cuyo sentido es mayor y va más allá del dato anecdótico. Y la imagen que forme ese puzle, con el tiempo, resultará a su vez ser parte de una imagen aún mayor, y la suma de todas ellas, de todo tu conocimiento aprendido y vivido (quizá aprendido justamente a través de haberlo vivido, respirado, trabajado, acariciado, incluso sangrado...), será tu memoria, y parte de tu identidad.

En este último año, he aprendido muchas cosas. La mayoría de ellas, como de costumbre, donde y cuando no lo esperaba. Y, como consecuencia, he cambiado. Sigo andando mi propio camino, y sigue siendo ese camino agreste y empinado que tan duro resulta de recorrer y tantas satisfacciones y buenas compañías me ha brindado. Pero mi forma de expresarlo, de vivirlo, ya no es la misma. Y tampoco quiero que lo sea, porque la vida es movimiento, y cambio, y los únicos que no cambian son los muertos.

Esta semana se han cumplido cinco años desde aquel primer paso que di al crear este rincón en internet para tratar de compartir mi perspectiva y mi particular experiencia sobre mi espiritualidad pagana. No me corresponde a mí saber qué pueden haber aportado mis palabras a otras personas, pero sí sé que a mí me ha servido de mucho escribirlas, y me ha permitido crecer y aprender a muchos niveles. Y también me ha abierto nuevas puertas, algunas de las cuales ni siquiera imaginaba que estuviesen ahí, mucho menos que su llave estuviese en mi mano. Ha sido una hermosa etapa, y ha coincidido con algunos de los momentos más bonitos de mi vida, pero también con algunos de los más duros. Y como todas las etapas, ha llegado el momento de que se acabe para dar paso a cosas nuevas.

Eso no quiere decir que haya perdido las ganas de escribir, o que me haya desilusionado. No abandonaré en un futuro, porque mi sendero sigue adelante desde esta puerta. Sé que he dejado cosas pendientes, por falta de tiempo o de inspiración, y ésas son otras historias que serán contadas en otra ocasión. Aún tengo mucho que decir, mucho que contar, mucho que compartir. Sólo que no será aquí. Este espacio queda cerrado desde ahora, aunque no desaparecerá. Cuando tenga algo que contar (y creedme que hay varias cosas esperando su momento), podréis encontrarme en Ouróboros y en el Ouróboros ABC, y algún día, cuando esta nueva etapa también finalice, como todo debe finalizar, empezaré a construirme otro rincón desde el que dejar oir mi voz, para quien quiera escucharla, y daré entonces las correspondientes señas..

Gracias a todos los que habéis estado ahí, y a los que lleguen aquí en el futuro. Nada desaparece y todo se transforma, y quién sabe en qué otros caminos coincidirán nuestras huellas.

A partir de aquí, como diría uno de los grandes maestros que la vida me ha dado... Fortuna caetera mando, encomiendo el resto a la Fortuna.

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