Las cosas cambian, es innnegable. Basta mirar a nuestro alrededor, y comprobar cómo las hojas de los árboles empiezan a caer para ser conscientes de ello. Y no digamos si nos paramos a recordar cómo era el paisaje que nos rodea hace unos años, cómo eran nuestra casa o nuestra vida...
Las personas cambian todavía más. Nunca dejamos de aprender, de crecer, de descubrir. Desde las casualidades cotidianas más simples a los más impactantes eventos vitales o históricos, miles de cosas se juntan para que hoy no seamos los mismos que ayer.
Y sin embargo, muchas veces conocemos a una persona, la tratamos un breve tiempo, y ya creemos tenerla catalogada. Nacen así simpatías y antipatías, incluso amistades y enemistades, que se prolongan en el tiempo a pesar de que ni nosotros ni esas otras personas somos lo que fuimos... y en algunas ocasiones, incluso, los cambios sean de tal calibre que cuesta reconocer lo que había antes.
Hoy quiero abogar por mirar a las personas conocidas como si fuera la primera vez que las vemos. Quizá esa compañera de clase que te cayó tan bien por ser tan dicharachera y divertida ahora es una mujer engreída y huraña con la que ya no compartes nada. Quizá ese familiar político que creías gruñón y antipático resulte ser, después de todo, un conversador divertido o una compañía encantadora.
Y, de paso, mirémonos también a nosotros mismos. ¿Cuánto hemos cambiado? ¿Qué nos ha traído a dónde estamos ahora? ¿Podemos decir que nos conocemos, en este momento, o sólo recordamos cómo fuimos?
3 comentarios:
Cuántos cambios se han sucedido en mi vida en poco más de un año. A veces no somos incluso conscientes de la velocidad a la que ocurren, aunque parezca mentira. Siempre me encuentro en la situación que describes, observándolo todo al detalle por más que me sea familiar.
La verdad es que es un buen hábito (al menos para mí sí). Es como saborear bien una buena comida; saborear bien cada momento. Los recuerdos se hacen más intensos y facilitan el descubrir la identidad y la individualidad, al mismo tiempo que reconocerse a uno mismo dentro del lugar en que nos encontramos.
A mi me gusta observar esos cambios, pues la gente que me quiere de verdad lo hace a pesar de que ya no soy el mismo.
Es más, de la gente que me caía mal digo "han cambiado", pero de los que me caían bien digo "han evolucionado".
Soy consciente de mis propios cambios, pero no pienso en ellos.
Salud.
Como dijo un buen amigo... "Lo único constante es el cambio constante".
Creo que lo importante es ser conscientes de ello, no dejarnos arrastrar sin más por el tiempo, sino vivirlo. Saber quiénes somos, aunque no seamos los mismos.
Un saludo a ambos