Al dar los primeros pasos por un camino espiritual distinto a aquél en el que nos han educado, nos lanzamos a aprender cosas nuevas, llevados por la novedad, acumulando información que hasta entonces nos era desconocida, y haciéndonos, la mayoría de las veces, un lío considerable.
Pero en cambio, descuidamos la segunda parte del proceso, tan importante como conocer aquello a lo que nos estamos incorporando: desprendernos de las supersticiones y los retazos de otras creencias que son incompatibles con nuestro nuevo camino.
Evidentemente, no es algo que se haga de hoy para mañana. Es necesario conocerse muy bien a uno mismo, y saber cuáles de nuestras creencias brotan de nuestro interior, representan nuestra propia espiritualidad, y cuáles nos han sido inculcadas o hemos interiorizado por miedo, por ignorancia o por simple conformismo.
No tiene sentido abrirse a una nueva forma de ver las cosas si seguimos anclados a lo anterior; si sentimos miedo o incomodidad cuando hacemos algo en contradicción nuestras antiguas creencias, es que no las hemos dejado atrás. Y sólo hay dos opciones: o dejarlas atrás de una vez por todas, o aceptarlas con todas sus consecuencias y no hacer cosas que se opongan a ellas.
Todos los caminos son igual de válidos, siempre y cuando la persona que transita por ellos los recorra con la seguridad de estar haciendo lo adecuado en ese momento de su vida, de estar en la senda apropiada. No tenemos por qué ceñirnos a unas normas dictadas desde fuera, sólo seguir nuestra lógica, nuestro instinto, nuestro corazón. Encontrar nuestra propia fe, que no tiene por qué tener un nombre. No tenemos por qué ponernos una etiqueta. Si creéis que el Dios cristiano monoteísta tiene una pareja femenina (llamadla Asherah o como queráis), es vuestra creencia, y es tan válida como la de cualquiera. No es, evidentemente, cristianismo, pero tampoco es paganismo. Es algo individual, singular, vuestra propia religión, que os hará tanto bien y os será tan útil como cualquier otra.
Pero si nuestras creencias personales coinciden con las del cristianismo, el budismo, el hinduísmo o la wicca, si estamos tratando de vivir según esas creencias, de conocerlas y conocernos para encontrar nuestro propio camino en ellas, no tiene sentido que tratemos de aferrarnos a otras cosas que no sentimos realmente, que no son más que retazos de lo que un día nos enseñaron, simplemente porque no las hemos mirado de frente, atreviéndonos a distinguir la superstición heredada o impuesta de la fe que llevamos dentro.
Y si lo que deseamos es conservar antiguas creencias, porque estamos realmente convencidos de que son lo que necesitamos en nuestra vida ¿por qué buscamos un camino nuevo?
martes, 24 de julio de 2007
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