La responsabilidad por nuestros propios actos no sólo implica pensar en las consecuencias de nuestros actos antes de hacerlos y tratar de enmendar nuestros errores. También significa que debemos estar agradecidos por todas esas cosas que hemos hecho, esas decisiones que hemos tomado, esas casualidades que nos han cambiado el rumbo… todo lo que nos ha llevado a estar donde estamos y ser quienes somos.
Agradecer a la vida todo lo que nos entrega, y hacer algo por todos aquellos que han hecho algo por nosotros, aunque no sea más que un “gracias” y una sonrisa, o un abrazo.
Hay en nuestra vida muchas personas que nos aportan cosas, nos enriquecen, nos enseñan, que comparten con nosotros parte de ellos mismos. Gente cuya compañía hace el mundo un poco más agradable, más brillante, mejor. Y a veces tomamos lo que nos dan sin ser conscientes del inmenso regalo que nos están haciendo.
Acerquémonos a esas personas, a todo aquel que nos ha entregado algo de sí mismo, y atrevámonos a agradecérselo como se merece. Atrevámonos a decir “Gracias por ser tú, por estar ahí, por lo que has compartido conmigo”. Atrevámonos a expresar nuestro cariño y nuestro agradecimiento a todo aquel que se lo merezca. Mantengamos la energía en movimiento, dando y recibiendo, dejando fluir nuestras emociones en lugar de reservarlas en secreto, como si se pudiesen gastar.
Al menos, yo desde aquí quisiera agradecer a todas esas personas que llenan mi vida de buen humor, de experiencias, de calidez. Que me han hecho reir, y asombrarme, y sentirme comprendida. A veces no es posible daros un abrazo a todos, pero sabéis que estáis en mi corazón.
A todos vosotros, hermanos, amigos… vosotros sabéis quiénes sois: Muchas gracias. Por todo.
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