Bueno, aquí estoy.
Ni mejor ni peor que cualquiera, ni más sabia, ni más buena. Viviendo la vida como mejor sé, tropezando y levantándome. Equivocándome. Aprendiendo.
Y precisamente porque cada segundo que pasa me enseña algo nuevo, y porque han pasado años desde aquel otro primer paso que di al abrir el libro de Las Nieblas de Avalón, he decidido que ya estoy harta de callar. De ver cómo decenas de personas, que están donde yo estuve, al principio de este laberinto que es el camino espiritual, se desorientan, se pierden, se llenan de desconcierto, y, sobre todo, se vuelven incapaces de caminar solos.
Porque la wicca, el paganismo, es un camino personal, interior. Lanzarte a la carrera a buscar alguien omnisciente que te enseñe todo sin que tengas que mover un dedo es un error, un despropósito. Eres tú quien debes construir tu propio camino, recorrer los pasillos y salas del laberinto, y volver atrás al llegar a un callejón sin salida. Pueden quizá acompañarte un trecho, pero no llevarte en brazos. Si es otro quien te lleva, es como si lo hubieras recorrido con los ojos vendados. Nunca aprenderás el camino, y estarás tan perdido como al principio.
Quisiera poder dejar con mis palabras algunas señales en los muros que puedan ayudar a otros a saber qué hay al cruzar la puerta, al doblar la esquina. Seguir o no es decisión de cada uno. Lo que para mí fue un error para otro podrá ser un acierto.
Quisiera poder apartar algunos escombros que entorpecen el camino. Mentiras, leyendas urbanas, mezcolanzas sin sentido, conceptos políticamente correctos, fanatismos... si puedo evitar que alguien más tropiece en ellos y pierda su camino, me daré por cumplida.
Aquí estoy, pues.
Sea.
lunes, 14 de mayo de 2007
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