Vivimos en un mundo acelerado, todo pasa muy deprisa, cada vez más. Comemos alimentos precocinados que pueden calentarse en cinco minutos, compramos objetos que están obsoletos un mes después, corremos para llegar a trabajar, salimos corriendo para llegar a casa, y pensamos que unas vacaciones son tres días en la playa, y nos hemos acostumbrado a ese ritmo de vida, de tal manera que apenas tenemos tiempo para descansar.
Así que hemos llegado a pensar que todo debe ser igual de rápido, porque no podemos permitirnos parar.
Sin embargo, hay cosas que llevan su tiempo, cosas que nadie puede acelerar. Nadie puede hacer que un bebé se desarrolle y nazca en dos semanas. Nadie puede conseguir que la tierra gire más deprisa, que los árboles pierdan las hojas y den flores en tres días, que las mareas suban y bajen cada veinte minutos.
La naturaleza tiene su propio ritmo, y es un ritmo que hemos perdido y con el que debemos aprender a sincronizarnos. Cuando comenzamos a andar nuestra senda espiritual, nuestro aprendizaje, debemos hacernos a la idea de que será lento, progresivo, duro, y muchas veces frustrante.
Dos libros y tres páginas web no te enseñarán a ser wiccano. Ni siquiera el más sabio maestro espiritual te enseñará a ser wiccano. Aprenderás tú, sólo tú mismo, observando, entendiendo, y dejándote llevar.
Y cuando hayas aprendido lo suficiente, sabrás cuál es el camino que quieres seguir. Y entonces sentirás el deseo de presentarte ante los dioses y decir “Aquí estoy, soy vuestro hijo”.
No tiene sentido buscar una iniciación o una dedicación cuando ni siquiera sabes qué es lo que estás buscando. Eso no es más que engañarte a ti mismo, tratar de hacerte diferente, de fingirte especial, antes de entender cuán diferente y especial eres realmente, antes de saber siquiera quién eres.
Cuando estés preparado, lo sabrás. Hasta entonces, espera. Espera y aprende.
jueves, 17 de mayo de 2007
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