Custodiar la llama sagrada era lo más importante, desde luego, pero las funciones de las vestales iban mucho más allá. Indudablemente no se mantenían encerradas y ocultas, dedicadas en exclusiva al servicio de la Diosa, sino que también se encargaban de otras actividades, más sociales que religiosas.
La tarea más importante de la vestal era la de mantener la llama sagrada en el altar de la Diosa Vesta, garantía de la seguridad y el bienestar del Estado. La ancestral superstición romana les llevaba a pensar que si el fuego se apagaba se producirían enormes desgracias, por lo que, si esto ocurría, era rápidamente encendido de nuevo y la vestal duramente castigada mediante la flagelación o el apaleamiento. Además de esta función primera, las vestales tenían otras competencias, como la preparación de la mola salsa o harina salada utilizada como ofrenda en varias festividades del calendario romano. Asimismo se encargaban de la purificación de la tierra del templo, para lo que sólo podían utilizar el agua del manantial de Egeria, considerado sagrado, transportada en una vasija especial llamada futile. También debían velar y proteger el resto de objetos sagrados depositados en el templo de Vesta, como una imagen de Palas Minerva de cuya integridad dependía la continuidad del Imperio, el alfiler de la madre de los dioses, las cenizas de Orestes, el cetro de Príamo, etc, además del testamento y otros documentos de los personajes más relevantes política y socialmente en la ciudad.Sus grandes responsabilidades iban acompañadas de un gran prestigio, no sólo por respeto a la Diosa, sino también como reconocimiento del valor para el Imperio de la labor que realizaban, ligada a la suerte de Roma desde los primeros tiempos. Y ese prestigio se traslucía en un respeto y unas ventajas de las que muy pocas mujeres de esa época y lugar podían disfrutar.
La dejación en sus obligaciones solía comportar la expulsión y el castigo inmediato de la vestal. Otro de los motivos de punición era el incumplimiento del voto de castidad realizado por la virgen al entrar en la Casa, penado incluso con la muerte.
Todas estas sujeciones y obligaciones que tenían las vestales encontraban su recompensa en el alto rango social de que disfrutaban, con una serie de privilegios exclusivos de ellas y otros propios de los varones. Entre esos privilegio podrían destacarse los siguientes: en los juicios, su testimonio tenía validez por sí mismo; si una vestal se cruzaba con un condenado a muerte de manera fortuita, éste era eximido de su castigo; en virtud de la ley Horacia, eran las únicas mujeres que podían testar desde los primeros momentos de la Monarquía; ocupaban sitios preferenciales en los juegos y actos públicos y su veredicto era decisivo en la salvación o condena de los gladiadores caídos; siempre iban escoltadas por lictores en sus salidas públicas, cediéndoles los magistrados el paso, etc.Las vestales fueron honradas y respetadas en Roma desde antes de que a partir de la ciudad se forjara un imperio, y la llama sagrada de Vesta ardió a través de los siglos, reverenciada por todos los ciudadanos, hasta que, en un decreto del año 390, el emperador Teodosio I, llamado "el Grande" prohibió los cultos paganos públicos.
La llama fue apagada y el templo abandonado. Y poco después el Imperio Romano se dividió definitivamente. Teodosio fue el último emperador que gobernó sobre un Imperio unificado.
Quizá fue casualidad, quizá ambas cosas tienen una raíz común en los acontecimientos que en esa época se sucedían... o quizá es que todos los pueblos necesitan de alguien que mantenga encendida la llama de la esperanza y les haga sentir que su nación es también su hogar.
Textos extraídos del artículo:
Las vestales, guardianas del fuego sagrado de Roma, firmado por S. C.
Publicado en la revista Memoria: La Historia de cerca, nº XIII, Noviembre de 2008
Más información:
Las Vírgenes Vestales en Imperivm.org
5 comentarios:
En mi casa siempre tengo una vela encendida, y procuro poner una vela nueva antes de que se apague, o encender una nueva cuanto antes, pues me siento protegida..ya no sé si es superstición, pero hasta Rey está pendiente de que no estemos sin luz...eso sí, tengo que buscar como sea un hilo en condiciones para hacer velas porque me gasto un dineral.
Una pregunta, ¿el lago Egeria es donde la Ninfa Egeria?, la ninfa que cuidaba de los partos?
besitos
Sí, exacto, el nombre proviene del mismo mito. Según la mitología, Egeria se casó con uno de los primeros reyes de Roma. Al morir él, le convirtió en un lago, y ella misma se convirtió en fuente.
La luz de las velas tiene algo mágico que a mí por lo menos me llena de tranquilidad.
Si te interesa aprender a hacer velas, hay un libro-caja de la editorial Tikal que se llama justamente "El arte de fabricar velas", que no sólo aporta información sobre diferentes maneras de hacerlas (decoradas, aromáticas, con láminas de cera natural...), sino que además incluye los componentes necesarios (parafina, mechas, colorantes, un pequeño molde, y algunas cosas más) para que puedas empezar. A mí me ha resultado my útil. :)
¡Gracias por las lecciones de historia y mitología!
En cuanto a las velas, es curioso cómo es algo que se da también en todas la tradiciones...
Aunque me gustan no suelo emplear velas; lo que sí uso mucho es el incienso, sobre todo el de sándalo japonés :o)
Nuestra querida Sibila siempre tiene palabras hermosas para compartir.
Bellísimo este texto sobre las vestales.
Besos.
Wuwei, supongo que es cierto tipo de reverencia ancestral ante el fuego... al fin y al cabo, es el más desconocido e incontrolable de los elementos.
El incienso también crea una atmósfera muy especial, por no hablar de la manera en que purifica el ambiente.
Juan Antonio, eso es porque, como me paso la vida entre palabras, siempre encuentro algo que me llama la atención y me apetece compartir.
Un saludo a ambos.