La vida, la realidad, es un prima multicolor con miles de facetas.
Cada cual lo miramos desde nuestros ojos, y lo describimos con nuestras palabras, desde nuestros pensamientos y creencias. Debatimos, nos enrabietamos, gritamos, peleamos, matamos por nuestra opinión, creyéndola verdad absoluta, tratando de que los demás vean las cosas de la misma manera que nosotros.
Olvidamos que, en última instancia, todo forma parte de lo mismo. Olvidamos que las visiones de otros pueden enriquecer las nuestras, enseñarnos a mirar.
Pero a veces aparece alguien y te lo recuerda, y te deja ver desde sus ojos, y te dice cosas como éstas:
"...La Virgen estaba al otro lado del atril. ¡Qué bella era! Como de catorce o quince años, con el pelo rubio, tan bonito, en ondas. Vestía una túnica blanca resplandeciente, y tenía los ojos azules, brillantes. Qué bella era su sonrisa..."
"...El sol se estaba poniendo, y las nubes se fueron juntando, y se me apareció la Virgen. Como una reina, con una corona de oro como unos 25 centímetros por encima de su cabeza, vestida con un manto de armiño. Estaba allí sobre el sol, como una gran reina, y sus ojos eran dulces..."
"...Vi a una mujer, severa y exigente. Cuando se lo conté al sacerdote me dijo que sería la Virgen, pero yo no lo sé, porque la Virgen siempre es muy dulce, y ésta era una mujer exigente, poderosa. Era como una guardiana en la puerta. Me dio un mono blanco para que me lo pusiera, que me cubría entera, incluso los zapatos, sólo me asomaba el óvalo de la cara, y me hizo pasar y me enseñó el Purgatorio, tan frío, lleno de niebla. Era hermosa, pero seca y exigente. Como una guardiana, sí..."
Y te abre una puerta, y te hace pensar:
Todo es uno y lo mismo, no es más correcta su visión que la mía... ¿quién sabe lo que verá un tercero?
miércoles, 2 de julio de 2008
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