La Rueda del Año va girando, un solsticio lleva a un equinoccio y un equinoccio a un solsticio, la luz cede primacía a la oscuridad, y la oscuridad se retira ante la luz, ciclo tras ciclo.
Sin embargo, las tradiciones paganas que mejor conozco celebran los solsticios de una manera extrañamente asimétrica. En Yule se celebra el triunfo de la luz, el nacimiento del Sol Niño, el final de la larga noche. Pero en Litha en cambio se celebra el cenit del poder del sol, la alegría de la noche más corta del año... y se suele olvidar que es también el renacimiento de la oscuridad, que a partir de ahora los días se irán acortando hasta que nos adentremos definitivamente en el otoño.
No tiene demasiado sentido el lanzarse a disfrutar del calor del sol y de la cosecha sin pensar que el ciclo continúa, que la Rueda gira, y que el fuego del verano pasará. Si olvidamos que llegará el invierno, cuando se acerque descubriremos que no estamos preparados, que por gozar de la luz nos hemos desguarnecido ante la oscuridad. Si derrochamos los frutos de la cosecha tendremos el granero vacío cuando llegue el frío. Lo mismo pasará si ignoramos la mitad oscura del año, poniendo por encima la luminosa.
Como dijo un amigo, "todo forma una cadena de instantes que no existiría sin el resto".
Cada época tiene su energía y su sentido. Cada estación, cada luna, tiene algo que enseñarnos, algo que nos toca vivir. Pero no hay que perder de vista el ciclo completo.
Debemos recordar siempre, que así como la oscuridad lleva dentro la semilla de la luz, la luz lleva dentro la semilla de la oscuridad.
lunes, 30 de junio de 2008
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