A decir verdad, son pocos los que no superan estas pruebas. Porque, en definitiva, se trata precisamente de eso, de ponerlos a prueba, no de someterlos a un examen. Y a cada uno se le colocará la vara a la altura precisa que sea capaz de saltar, aunque para hacerlo requiera del máximo esfuerzo y se deje jirones de piel ensangrentada en la tupida malla de alambre de espino.
Serguéi Lukyanenko, Guardianes de la Noche (Nochnoi Dozor)
No hacen falta misteriosas organizaciones sobrenaturales para ponernos a prueba. La vida lo hace una y otra vez.
Algunas vallas optamos por no saltarlas, otras las salvamos grácilmente, creyendo que no es para tanto, otras las enfrentamos a la carrera y gritando para no pensar en lo que nos costará lograrlo, otras las miramos durante días, meses, años, hasta que la atracción del otro lado se hace tan intensa que no podemos hacer otra cosa que cruzar.
De algunas de las vallas que hemos superado, de las pruebas que hemos pasado, ya ni nos acordamos. Otras, jamás podremos olvidarlas, porque en ellas dejamos esfuerzo, miedo, y retazos enganchados de lo que fuimos. Pero cuando has saltado, cuando has pasado la prueba, cuando has cruzado la puerta, ya no puedes volver atrás.
Algunas vallas optamos por no saltarlas, otras las salvamos grácilmente, creyendo que no es para tanto, otras las enfrentamos a la carrera y gritando para no pensar en lo que nos costará lograrlo, otras las miramos durante días, meses, años, hasta que la atracción del otro lado se hace tan intensa que no podemos hacer otra cosa que cruzar.
De algunas de las vallas que hemos superado, de las pruebas que hemos pasado, ya ni nos acordamos. Otras, jamás podremos olvidarlas, porque en ellas dejamos esfuerzo, miedo, y retazos enganchados de lo que fuimos. Pero cuando has saltado, cuando has pasado la prueba, cuando has cruzado la puerta, ya no puedes volver atrás.
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