Frente a mi ventana, los surcos se han vestido de hojas verdes. El sol y la llovizna se alternan varias veces al día. Más allá de las calles, el trigo empieza a madurar y el viento lo agita en ondas verdes y doradas que llenan los ojos de luz.
Yo sigo mirando por la ventana, leyendo y reflexionando. Aprendiendo sobre cosas que ya sabía y sobre otras en las que nunca pensé.
Junto a mi puerta hay un rosal que aún no ha florecido. A veces me acerco a mirarlo, y me pregunto de qué color serán las flores cuando se abran. Y pienso que esa pregunta es un regalo en sí misma.
No olvido. Sólo espero.
Espero poder volver para contaros el final de la historia, cuando florezcan las rosas.
sábado, 11 de abril de 2009
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3 comentarios:
Yo creo que el comienzo de esta historia ya es un regalo en sí mismo. Y espero que la continúes muy pronto.
Besos, querida amiga.
¡Cuánto tiempo sin verte por aquí!
Un saludo,
Tanakil.
He estado viviendo al margen de todo, Tanakil. Me mudé hace tres meses y he mantenido un duro pulso con Telefónica. Pero ya vuelvo a andar por aquí. Ahora me toca ponerme al día, eso sí. :D
Gracias, Juan Antonio. Contra todo pronóstico, cuando ya estaba resignada a esperar un mes más, se ha resuelto el problema (unos cables estropeados donde menos convenía) y me han puesto la conexión por fin. Así que la historia continuará, con ese ritmo que lleva la naturaleza y que nadie puede apresurar.
Un abrazo a ambos.