Durante los primeros momentos me sentí total y absolutamente desolada. Ese lugar, que yo recordaba hermoso y lleno de vida, estaba muerto y agostado, desaparecido todo rastro de verdor. El egoísmo humano destruyendo, una vez más, la obra de los Dioses.
Pero entonces, la Madre Naturaleza me golpeó en los ojos con una de las lecciones más gratificantes que haya recibido jamás.
Fue tan claro y tan intenso que me pareció oir su voz en el fondo de mi alma, susurrando con suavidad:
“No llores, hija. Observa realmente lo que tienes ante tí. No olvides que la Madre es Muerte y también Vida.”
Proféticas fueron las palabras de Benedetti que quise compartir con vosotros antes de marcharme.
Todo verdor
renacerá.
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