A raíz de un comentario hace unos cuantos posts, he estado pensando en algo que se deriva, en parte de la comercialización y banalización de la espiritualidad, y, por otro, del vacío existencial que siente tanta gente en estos tiempos.
Se trata de la manía de que, cada año por la noche de San Juan, internet, la televisión, e incluso los periódicos, se llenan de “recomendaciones” de “hechizos” o “rituales” para hacer en esa noche.
Imagino que los medios de comunicación tienen que rellenar espacio de alguna manera, y que es un artículo sencillo, porque basta con copiar casi exactamente el del año anterior. Imagino, también, que la mayoría de la gente no hace ni caso de estas cosas.
Sin embargo, hay personas que, por sistema, siguen esas “recomendaciones”, y queman hierbas, o papeles con deseos, o cualquiera de las múltiples cosas, totalmente desvirtuadas, que les aconsejan hacer. ¿Por qué?
¿Qué lleva a alguien a escribir un deseo y quemarlo en una hoguera, perteneciendo a una religión que considera la magia como algo maligno, o siendo incluso ateo? ¿Lo hacen para divertirse, porque todos los demás lo hacen, porque guardan la esperanza de que pueda llegar a funcionar?
Un ritual es mucho más que repetir unas palabras estereotipadas que alguien te dice o que has leído por ahí. Las palabras, los gestos, los objetos, no son más que elementos para focalizar la intención y la energía de la persona. ¿De qué le sirven, entonces, a alguien que no tiene ni idea de qué significan? La respuesta es fácil: No sirven de nada. Encender una vela no te servirá de nada, echar un papel al fuego no te servirá de nada.
La magia no es un juego, no es una diversión para una noche al año. Requiere estudio, voluntad, esfuerzo. Requiere muchas cosas que aquellos que se creen todo lo que dicen en internet, en la tele, en el periódico… no están preparados para afrontar.
domingo, 17 de junio de 2007
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