lunes, 28 de marzo de 2011

Vendar o curar

Nos pasamos la vida pretendiendo que los demás nos conozcan y aprecien, y como nunca conseguimos del todo que la gente vea lo que nosotros creemos evidente de nosotros mismos, acabamos poniendo nuestras esperanzas en el futuro, esperando que algún día encontraremos a alguien que nos comprenda, que sepa cómo pensamos y por qué actuamos, que nunca nos malinterprete y sepa darnos tiempo cuando lo necesitemos. Una persona que sea consciente de nuestras debilidades pero no las explote, que sepa cuánto duelen las heridas que la vida nos ha causado y las cubra, con exquisito cuidado y vendajes de seda, para que se vayan curando solas, sin que se vean.

Y como de costumbre, lo que deseamos no es lo que necesitamos. Porque nuestros amigos (y nuestras parejas) no están para leernos la mente y actuar exactamente como nos gustaria que lo hicieran, de la forma más cómoda y placentera para nosotros mismos. A menudo limpiar la herida, aunque duela extraer la suciedad, y desinfectarla, aunque el alcohol escueza, nos ayudará a curar mucho mejor que los más suaves vendajes y los más solícitos mimos.

Si queremos que nos entiendan, probemos a explicarnos. Si queremos que nos conozcan, probemos a tratar a los demás sin prevención ni suspicacia, y a aceptar las críticas cuando las recibamos en lugar de achacarlas a la incomprensión ajena. Un amigo no es menos amigo por no saber lo que te pasa o cómo solucionarlo sin que se lo cuentes. O por darte malas noticias, abrirte los ojos, decirte lo que no quieres oir, o incluso, a veces, causarte dolor.
Las personas no son títeres para aparecer mágicamente sólo cuando lo necesitemos y hacer sólo lo que preferimos que hagan. A veces lo que más nos puede ayudar requiere un esfuerzo que nos parece excesivo, o nos exige renunciar a cosas que apreciamos. A veces para ayudarnos hace falta enfrentarnos a cosas que preferiríamos ignorar.

A veces no hace falta poner vendajes sino quitarlos, dejar que la herida se airee y la piel se fortalezca. Y es entonces, a la hora de dar el tirón, cuando toca apretar los dientes y arrancar la costra, cuando comprendes para qué están los amigos.

2 comentarios:

Jim dijo...

Buenas,

Cuantas veces habremos “odiado” a nuestros amigos porque no nos han ayudado cuando teníamos un problema. . . . . . . . . .un problema que ninguno de ellos podía saber que existía.

A veces esperamos “una reacción” antes de que exista “la acción”

“Toda acción tiene una reacción” - Newton

Saludos

Jim

Sibila dijo...

Las personas tenemos cierta tendencia a pensar que, como para nosotros nuestras motivaciones están generalmente claras, los demás deberían "entendernos", y no solemos, en cambio, plantearnos que quizá entender es un esfuerzo consciente que debemos favorecer, en lugar de algo que pueda reclamarse. Supongo que la única forma de evitarlo es fomentar la confianza, pero es tan complicado...

Un saludo.