Muchas veces, sin darnos cuenta, ponemos en movimiento pequeñas cosas que nos parecen poco relevantes, pero que cuando van actuando sobre otras, y ésas sobre otras... acaban por colocarnos en circunstancias que no esperábamos. Las causas están ahí, aunque no las veamos, porque todo lo que hacemos, por insignificante que parezca, tiene consecuencias, y a menudo algunas que no pretendíamos.
Muchas veces, las cosas suceden sin que sepamos por qué. Coincidimos en el lugar preciso, en el momento justo para que nos suceda algo que un minuto antes o dos metros después nunca habría ocurrido. Nos llevamos una sorpresa, tropezamos con alguien que nos marca, o perdemos un tren al que nunca podremos volver a subir. El azar nos zarandea y rebelarnos contra su poderoso influjo es como tratar de beberse el mar.
La casualidad y la causalidad dan forma a nuestra vida. Éso es lo que nos recuerda esta canción de Silvio Rodríguez. Cuando era pequeña, escucharla me daba vértigo... con el tiempo y la edad me acostumbré, pero a veces me paro a pensar en lo que realmente dice la letra, y aún siento escalofríos.
Causas y Azares
Cuando Pedro salió a su ventana
no sabía, mi amor, no sabía
que la luz de esa clara mañana
era luz de su último día.
Y las causas lo fueron cercando,
cotidianas, invisibles.
Y el azar se le iba enredando,
poderoso, invencible.
Cuando Juan regresaba a su lecho
no sabía, oh alma querida,
que en la noche lluviosa y sin techo
lo esperaba el amor de su vida.
Y las causas lo fueron cercando,
cotidianas, invisibles.
Y el azar se le iba enredando,
poderoso, invencible.
Cuando acabe este verso que canto
yo no sé, yo no sé, madre mía,
si me espera la paz o el espanto;
si el ahora o si el todavía.
Pues las causas me andan cercando,
cotidianas, invisibles.
Y el azar se me viene enredando,
poderoso, invencible.Silvio Rodríguez
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