lunes, 3 de mayo de 2010

Las ideas y las acciones (II): Heurísticos

Solemos pensar que somos personas lógicas, que tomamos decisiones racionales en la mayoría de los casos. Que antes de optar por una opción, o de darle una explicación a un hecho o a un comportamiento, sopesamos las alternativas y elegimos la más adecuada. Pero es mentira.

Los humanos no somos máquinas, no contemplamos todas las múltiples alternativas existentes ni le otorgamos el mismo valor a todas las explicaciones posibles. No estamos preparados para tener en cuenta la infinidad de factores que pueden estar influyendo en un momento dado, ni podríamos hacerlo sin que el proceso de razonar se volviera lento e ineficaz.

Así que usamos heurísticos.

Pero estos "atajos mentales" no nacen en el vacío. Dependen de nuestra cultura, de nuestra educación, de nuestra experiencia. Todo el tiempo tomamos decisiones basadas en datos que no tenían por qué ser correctos cuando los interiorizamos, o que pueden haber dejado de ser correctos con el tiempo. Y si no somos conscientes de ello, es fácil optar por la solución equivocada, o no llegar siquiera a percibir los nuevos datos que contradicen nuestra idea previa, de forma que habrán cursos de acción que no nos plantearemos como posibles, cuando podrían ser los más adecuados.

Tener una mente abierta no consiste en aceptar cualquier idea que nos propongan, sino en luchar contra nuestros propios heurísticos y examinar todas las posibilidades, incluso aquellas que van en contra de nuestras creencias e ideologías, pero especialmente aquellas que, por ir en su favor, nos gustan nada más conocerlas, puesto que eso significa que estamos predispuestos a aceptarlas, no por su valor o fiabilidad intrínsecos, sino porque encajan cómodamente con lo que ya tenemos interiorizado y no requieren esfuerzo a la hora de ponerlas en práctica.

Actuar conforme a lo que dicte la conciencia requiere primero de un examen de esa misma conciencia, que nos dé garantías de que no tratamos de esconder nuestros prejuicios o de evitar cambiar nuestra cómoda estructura mental, escudándonos en valores que asumimos como propios sólo porque justifican lo que deseamos.

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