Ansí tu mudo pueblo esté seguro
(…) honrando largos mares.
Francisco de Quevedo
Hundiré mis manos aquí, en este mar que no existe,
hundiré las hojas ávidas y el verso vertical que nació espada,
la tinta de helecho virgen, las sílabas furtivas que iban diciendo: sálvame,
y el amor como un vino escrito.
Hundiré mis dedos, las lianas vivas y los pólipos que enmudecen en mis dedos,
las flores graves que coronan a los reptiles que amo,
el liquen del sueño que maduran las serpientes más favorables,
el corazón pintado de blanco, hasta morir,
la garganta del día y sus branquias de oro.
Hundiré mis manos en noche que no existe sobre un mar que no existe,
mi garganta entre anzuelos de la flora marítima,
en agua ebria y en buques como pájaros,
en aquello que no será posible,
en todo lo que se alza cuando la noche se alza,
cuando encalla su cornamenta de ciervo temible y solloza,
estrofa antílope o estrella en metro antiguo,
y andará la locura como un óleo escarlata,
ala o aceites rojos sobre la superficie de cierta oscuridad,
de océano ninguno.
Hundiré mis manos en este lugar leve donde duermen secretas las marinas flamígeras,
y hablemos de las direcciones y de las cosas de la muerte,
y de sus rutas, y de sus atrios abrasados.Blanca Andreu
viernes, 30 de octubre de 2009
[En otras palabras] Hundiré mis manos aquí, en este mar que no existe...
Hablemos del mar, del viento, del camino, de la oscuridad. Compartamos el temor y la esperanza... todo lo que se alza cuando la noche se alza.
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