Las creencias y rituales religiosos también muestran relaciones adaptativas en forma de tabúes. A menudo los tabúes adoptan la forma de mandatos sagrados que resuelven las ambigüedades y controlan la tentación de involucrarse en conductas como el incesto, que tienen beneficios a corto plazo pero que, a la larga, son socialmente perturbadoras. Con este enfoque se pueden examinar muchos tabúes sobre animales cuya explotación provoca consecuencias ecológicas y económicas ambiguas. Por ejemplo, el tabú del cerdo entre los antiguos israelitas se puede comprender como una adaptación al cambio de los costos y beneficios de la cria de cerdos, provocado por el crecimiento demográfico, la deforestación y la desertización. Una relación análoga entre costos y beneficios a corto y a largo plazo, puede también explicar la pauta de uso y no uso de ciertos animales y tabúes asociados a diversas intensidades de lo sagrado que cabe observar en aldeas de diferentes tamaños de la selva tropical amazónica. Un ejemplo final de la forma en que tabúes y religiones enteras se adaptan a contextos políticos, económicos y ecológicos cambiantes es la vaca sagrada en la India.
Marvin Harris, Antropología CulturalCap. 12: La religión
Las reglas y normas evolucionan. Los preceptos que se crearon para una población específica en un contexto específico, no siempre tienen el mismo sentido tras la colonización de nuevas tierras, la mezcla racial y cultural que se produce con el contacto con otros pueblos, o el simple paso del tiempo.
Pero las leyes no siguen esta evolución de manera natural. Mientras más explícita es una norma, mientras más estricta sea la obligación de su cumplimiento o más duros los castigos por su incumplimiento, más difícil será que sufra cambios, y éstos serán más lentos. Cuánto menos se recuerde de los motivos que llevaron a hacer las cosas de determinada manera, menos dispuesta estará una comunidad a cambiarlos. Y, por supuesto, siempre hay grupos interesados en que las cosas sigan como están... sobre todo cuando esas leyes les otorgan privilegios.
El caso de los tabúes y las normas morales basados en la fe es especialmente resistente al cambio, porque, aunque inicialmente respondieran a alguna necesidad, su aceptación y persistencia se basan en la aseveración de que son cosas que agradan o desagradan a Dios, los Espíritus, los Ancestros, o cualquier otra entidad reverenciada. Y se explican por el más simple de los razonamientos circulares. No debemos hacer tal cosa porque es algo malo. ¿Y por qué es algo malo? Porque a los Dioses no les gusta ¿Y por qué a los Dioses no les gusta? Porque es malo. O a la inversa, debemos seguir las normas porque los Dioses nos favorecerán si lo hacemos. Y al que le pasa algo malo... bien, los Dioses no lo habrán encontrado digno de sus favores. Algo habrá hecho (o habrá dejado de hacer), cuando ha sido castigado.
Aún peor es cuando estas leyes y tabúes, frutos de su contexto, son extendidas más allá de las situaciones específicas que pretendían regular, para ser usadas como justificación de comportamientos que aquellos que pusieron por escrito una norma ancestral que quizá ni siquiera ellos comprendían ya del todo, jamás soñaron que pudieran existir. En estas condiciones, seguir las leyes al pie de la letra, sin saber cuál es el motivo por el que fueron promulgadas, puede llevarnos a tomar decisiones o realizar acciones que están en contra del espíritu profundo de esa misma ley.
Los pueblos paganos de la antigüedad acataban muchas reglas y tradiciones que nosotros, desde nuestra perspectiva, aún debemos esforzarnos por entender, y muchas de ellas sin duda no tendrán cabida en el mundo moderno. Estudiarlas antes de adoptarlas ciegamente, aprender a distinguir las que sí son válidas para nuesta vida actual, es la mejor forma que tenemos de mantener su espiritualidad presente entre nosotros.
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