lunes, 15 de marzo de 2010

Humanos

Somos humanos, estamos vivos, algún día (probablemente antes de lo que nos gustaría) estaremos muertos. Y, mientras tanto, dependemos de lo que nos rodea para seguir viviendo. Dependemos de la naturaleza, de los limitados recursos que podamos obtener, de la sociedad, de los conocimientos transmitidos por otros humanos a lo largo de los milenios y de los que podamos adquirir por nosotros mismos en el corto tiempo que nos ha tocado vivir. Podemos progresar, podemos aprender, podemos pasar el testigo a la siguiente generación, dándoles mejores oportunidades para salir adelante. Pero no podemos cambiar lo que somos. Seres mortales. Seres que tienen en este planeta el único hogar en el que desarrollar sus siempre demasiado breves existencias. Podremos ser tan diferentes como la genética, la geografía, la historia y la cultura nos hayan hecho. Pero en el fondo somos todos iguales. Humanos, al fin y al cabo. Criaturas vivientes, dependientes del entorno, que más temprano que tarde exhalarán su último aliento.

Nuestras raíces son las mismas, todos los seres humanos tenemos similares miedos y esperanzas. Vivimos bajo el mismo sol, vemos crecer y menguar la misma luna. Nos sentimos revivir con las primeras flores de la primavera, nos alimentamos de los frutos de la cosecha, nos aletargamos cuando bajan las temperaturas. Pasamos hambre, sed, calor, frío, el agua nos moja y el fuego nos quema. Somos hermanos, todos, en más de un sentido. Porque provenimos de los mismos ancestros, porque estamos íntimamente ligados a la misma Tierra. Porque nacemos todos igual de indefensos, y todos igualmente morimos.

Podemos levantar entre nosotros los muros que queramos, inventar las historias y agravios que queramos, señalar con el dedo, acusar cuanto queramos. Los múltiples intentos de hacer clasificaciones, distinciones entre unas personas y otras tomando en consideración su sexo, su religión, su cultura o el color de su piel no son más que una forma de engañarnos y controlarnos, dándole más importancia de la que tienen a detalles que son insignificantes. Que pueden maquillar, pero no ocultar, la evidencia de que, en lo esencial, nada nos separa.

2 comentarios:

Francis Ashwood dijo...

Preciosa entrada... Parece mentira que el ser humano haya perdido tanto interés en su esencia misma. Tus palabras permiten recuperar la conciencia de la posición que todos ocupamos realmente en la Tierra.

Sibila dijo...

Gracias. :)
No puedo dejar de pensar que en estos tiempos tratamos de ocuparnos de tantos detalles intrascendentes que nos olvidamos de que la vida en sí es preciosa, y tan corta... vivir ya es un esfuerzo a tiempo completo, no un tiempo que malgastar.

Un abrazo.