Ésta es una técnica muy sencillita, pero que puede aportar mucho. De hecho, y dependiendo de la persona y del momento, tanto puede servir para relajarse como para activarse y llenarse de energía.
En primer lugar, nos situamos de pie en un lugar con cierto espacio libre a nuestro aldededor. No nos mantendremos en una postura rígida, sino con las piernas separadas, flexionando ligeramente las rodillas hasta un punto en el que nos sintamos cómodos. Agitamos los brazos para que estén sueltos y libres de tensión.
Respiramos hondo y lentamente tres veces (inhalando por la nariz y exhalando por la boca), y situamos las manos frente al pecho o el abdomen, paralelas al suelo con las palmas enfrentadas , una arriba y otra abajo, dejando entre ellas una distancia de unos diez centímetros.
Respiramos varias veces más y elevamos la mano superior (la que tiene la palma hacia abajo), mientras hacemos descender la inferior (con la palma hacia arriba), girando las manos hasta que queden paralelas al suelo, una sobre nuestra cabeza, con la palma apuntando al cielo, y otra frente a nuestra cadera o junto a nuestro costado, con la palma apuntando hacia el suelo. Las manos no tienen que estar perfectamente rectas, sino ahuecadas y relajadas. Tampoco estiramos del todo los brazos, sino que los dejamos levemente arqueados, de manera que los codos no estén en tensión.
En esta postura, sentimos cómo la energía que asciende de la tierra llega a nuestra mano inferior, y sube por el brazo, mientras la energía que desciende del aire llega a nuestra mano superior y baja por el brazo hasta que ambas energías se encuentran y se funden en el centro de nuestro cuerpo.
Respiramos hondo mientras percibimos esa sensación y, lentamente, intercambiamos el lugar de ambas manos, haciéndolas pasar una junto a otra frente a nuestro pecho, mientras giramos las palmas para volver a quedar en la postura anterior, pero de manera simétrica. Otra posibilidad (si tenemos más espacio) es girar los brazos en círculo en horizontal, desplazando lentamente el superior hacia el lateral y hacia abajo y el inferior hacia el lateral y arriba al mismo tiempo, estirándolos por completo, hasta llegar a la misma postura.
Ahora la energía del cielo llega a la mano que recibía la de la tierra, y viceversa. Volvemos a concentrarnos en cómo ambas energías se funden en nuestro interior mientras respiramos profundamente.
Podemos repetir estos movimientos tantas veces como queramos, pero siempre teniendo presente que deben hacerse de manera lenta y consciente, nunca convertirlo en un gesto mecánico. Al finalizar, respiramos hondo tres veces, expulsando el aire con fuerza.
Como veis, son unos movimientos muy simples, apenas requiere espacio ni tiempo, y es un gran ejercicio para centrarse y/o anclarse. Espero que os sea de utilidad.