miércoles, 4 de abril de 2012

No elegir también es una opción

Al enfrentarnos a un cambio, un problema o una encrucijada que sabemos que puede marcar nuestra vida para siempre, puede entrarnos un inmenso vértigo, que nos paraliza. Entonces buscaremos mil y una excusas para postergarlo, o para evitarlo tal vez. Buscaremos algo que no sea tan drástico, que no abrume tanto. Podemos seguir la estela de otros, podemos esperar a que la realidad nos empuje (o nos arrolle) hacia un camino, podemos quedarnos quietos, cerrando los ojos y cruzando los dedos para que los sucesos nos pasen de largo sin afectarnos. Nada nos obliga a luchar siempre, también podemos plantarnos, o rendirnos. Pero no nos engañemos, no lo hacemos porque "no tenemos otra opción". Tampoco nada nos obliga a capitular.

Elegir el mal menor es una opción, incluso detenerse es una opción. Todos tenemos opciones, por reducidas que sean, por complicadas que sean, por dolorosas que sean. Hay que asumir que lo que aceptamos, lo aceptamos porque queremos, o porque nos parece preferible a las otras opciones.
Es decir, que es tu decisión, tu voluntad, tu responsabilidad.

Y el problema no es equivocarse al elegir. Todos tenemos derecho a equivocarnos.
El problema es no ser capaz de aceptar que tomamos la decisión, que fuimos libres de tomarla, y somos libres de cambiarla, o si el momento ha pasado, de tomar otra.

0 comentarios: