lunes, 12 de marzo de 2012

Los alumbradores

Hay personas que portan consigo la luz. Que pasan a tu lado y te sorprenden con su brillo, entran en tu vida y encienden algo en tí. Son personas que iluminan, que no es lo mismo que iluminados. No tienen por qué parecer nada inhabitual ni ser especialmente llamativos, ni siquiera tienen que ser igual de inspiradores todo el tiempo, o para todo el mundo. Muchas veces, ni ellos mismos son conscientes de esa luz que por el mero hecho de existir, de compartir un momento, están entregando a los demás. Para mí, siempre serán "los alumbradores".

Afortunadamente, han pasado muchos alumbradores por mi vida. Amigos, meros conocidos, personas con las que topé una tarde en un encuentro casual y a las que nunca volví a ver, incluso algunos distantes o difuntos desconocidos cuyas palabras en una página resplandecieron para mí a través del tiempo. Algunos siguen a mi lado, sorprendiéndome de vez en cuando con un destello o un fulgor que ilumina zonas de mi mente, de mi vida, que hasta ese entonces estaban en penumbra. Otros, desde lejos, relucen como un faro, indicándome dónde, por más espesa que sea la niebla y más revuelta que esté la marea, hay un  puerto seguro al que arribar. Otros proyectan su luz en medio del camino, como un fuego fatuo que en lugar de acercarme al terreno pantanoso me aleja de él, o encienderon su hoguera en un claro del bosque más oscuro y compartieron conmigo el cansancio y el reposo, ayudandome a renovar mis fuerzas para continuar cuando estaba a punto de rendirme. Algunos, incluso, me golpearon como un rayo, causándome tanto dolor como claridad me dieron, y no me arrepiento de haberlo sufrido a cambio de lo que obtuve.

Cada uno de ellos, al encenderme esa luz, me mostró o me aclaró algo que valía la pena ver. Gracias a ellos me libré de colisionar, de descarrilar, de despeñarme, de extraviarme, de tragar algo que se había corrompido y me habría hecho daño, de perder algo preciado que había dejado caer y podría haberse quedado atrás, de tropezar en mil y un piedras que estaban ahí, justo en mi camino, y me habían pasado inadvertidas. Gracias a ellos, he llegado a donde estoy hoy. Y gracias a ellos, sé que la senda sigue, siempre adelante, aún por derroteros imprevistos.

Estad atentos a las personas que el destino pone a vuestro lado, aunque sea por un momento. Nunca se sabe cuál de ellas puede ser un alumbrador que prenderá la llama que os cambie para siempre.


2 comentarios:

Vaelia dijo...

Lo acabo de leer. Con el ánimo que llevo no podía encontrar nada mejor para leer antes de irme a la cama... Gracias.

Sibila dijo...

Gracias a tí, por cada resplandor. :)