miércoles, 18 de mayo de 2011

La sombra del umbral

Hay puertas que una vez se abren, nunca pueden volver a cerrarse.

Podemos fingir que no están ahí, pasar el cerrojo, amontonar delante todos los trastos que se nos ocurran, incluso tapiarlas. Pero ahí estará, por más que queramos convencernos de que sólo existe una pared, la conciencia de que hay un paso, un camino, una salida o una entrada. Nos hemos asomado al otro lado, y lo que hemos atisbado nos puede haber maravillado, sorprendido o dado miedo, pero sabemos que es real y que está ahí.
Una vez ese conocimiento se instala en nosotros, no podemos negarlo, sólo ocultárnoslo, racionalizarlo o mentirnos. A lo peor, erigirnos en guardianes de algo que no nos pertenece, tratar de alejar a otros, cuando los vemos demasiado dispuestos, del lugar al que nosotros no queremos o no nos atrevemos a llegar.

Ni siquiera tenemos que atravesar la puerta, si tanto respeto nos impone. Hace falta un tipo especial de valor para decidir plantarse. Pero también hay que ser lo bastante lúcido para reconocer que es nuestra decisión, que la puerta está ahí, abierta. O la sombra del umbral acabará condicionando nuestras vidas más de lo que nunca podría haberlo hecho el umbral mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigue escribiendo porfavor, me encanto tu blog (:
Ten en cuenta que de hoy en adelante lo revisare diario buscando nuevos posts!

Saludos desde Mexico!
Max.

Sibila dijo...

Me alegra que te haya gustado, Max, pásate por aquí siempre que quieras.
Lo cierto es que últimamente publico de forma un poco caótica, porque no tengo todo el tiempo que me gustaría, pero no he abandonado. :P

Un saludo.