miércoles, 23 de febrero de 2011

Fusibles

Nuestro cuerpo y nuestra mente tienen ciertos mecanismos de protección. Cuando nos sobrecargamos, sea por nuestra propia actividad, o debido a estímulos externos, empezamos a recibir señales de aviso. Ignorarlas, por necesario que nos pueda parecer en el momento, nunca es buena idea.

Todos podemos pensar en determinados lugares, tareas, entretenimientos, e incluso personas, que nos producen sensaciones de agobio o de hartazgo, que nos "queman", y que, sin embargo, seguimos manteniendo en nuestras vidas. Solemos tener buenos motivos para ello, pero la realidad es que los tenemos porque necesitamos apelar a ellos, necesitamos autoconvencernos para seguir repitiendo un patrón que en el fondo, sabemos que nos está siendo perjudicial.

Hasta el día en que, después de haber pasado por alto todas las señales, nos fundimos. Quizá nos ponemos enfermos, quizá nos da un ataque repentino de tristeza o de ira, o simplemente nos quedamos sin fuerzas. Recuperarse cuando ya ha ocurrido es lento y dificultuoso, y eso si hemos tenido suerte y nuestro estado no ha afectado a personas que no tenían culpa y perdemos por eso nuestros puntos de apoyo.

Pero si incluso entonces, si incluso cuando ya hemos fundido nuestros fusibles físicos o mentales, seguimos insistiendo en sobrecargarnos, justificándonos con una y mil razones, desde las más nobles a las más pueriles, terminaremos por quemarnos del todo. Y entonces lo mejor de nosotros mismos se habrá perdido y quién sabe si seremos capaces de recuperarlo o volverlo a construir.

Prestemos atención a los pequeños indicios que nuestro cuerpo y nuestra mente nos dan, a todos esos avisos: el cansancio, la ansiedad, el insomnio, los leves dolores sin explicación aparente. Tomémoslos como señales de precaución, que para eso están. Hagamos caso a esa parte de nosotros a la que no solemos escuchar y nos empeñamos en mantener bajo control consciente en todo momento, éscuchémosla por una vez y atendamos a lo que nos quiere decir antes de que se fundan los fusibles.
Saber cuándo retirarse es tan importante como saber cuándo insistir.

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