viernes, 24 de diciembre de 2010

La Rueda del Año

A veces pensamos que damos vueltas en círculos, sin percatarnos de que se puede avanzar hacia adelante en espiral... cada vuelta nos conecta con la anterior, pero nos lleva un poco más lejos.









Que paséis unas felices fiestas como mejor os apetezca celebrarlas.

Fotos tomadas en cada sabbat de este año que termina.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Mantenerse al margen

Hay una línea muy fina entre ayudar y entrometerse. Y no la trazamos nosotros, sino la otra persona. No es lo mismo tender la mano que tirar del brazo.

Hay situaciones que se ven con mayor claridad desde fuera, pero también hay muchas en las que los factores involucrados, o la forma en que actúan, no son apreciables en su totalidad sin estar metido hasta el cuello. Y adentrarnos en arenas movedizas para sacar a quien ha caído en ellas sólo nos llevará a que nos hundamos los dos.

Tenemos tendencia a sobrevalorarnos, en relación a los demás. A creernos más perspicaces, o más hábiles. A pensar que sabemos qué les pasa, e incluso qué les conviene. Prestamos la ayuda que creemos adecuada, sin plantearnos ni por un momento si realmente lo es, o si es siquiera necesaria. En el mejor de los casos, pretendemos guiar por el camino que nosotros preferimos; en el peor, incluso empujamos en la dirección que creemos "correcta".

Dejemos a los otros la potestad de decidir lo que quieren hacer con su vida, la potestad de elegir si quieren o no  nuestra ayuda. Mantengámonos al margen incluso de lo que creamos que nos incumbe, dispuestos para acudir si se nos solicita, pero inactivos hasta entonces, por mucho que creamos que hace falta o que podemos marcar una diferencia. Porque esa decisión no nos corresponde tomarla a nosotros.

viernes, 3 de diciembre de 2010

[En otras palabras] Destino

Porque no puedo dejar que me venza el tedio ni el agotamiento, tengo que seguir adelante, aunque sea tan despacio que apenas parezca avanzar. Seguir adelante... porque sí nomás.

DESTINO

Y para acá o allá
y desde aquí otra vez
y vuelta a ir de vuelta y sin aliento
y del principio o término del precipicio íntimo
hasta el extremo o medio o resurrecto resto de éste a aquello o de lo opuesto
y rueda que te roe hasta el encuentro
y aquí tampoco está
y desde arriba abajo y desde abajo arriba ávido asqueado
por vivir entre huesos
o del perpetuo estéril desencuentro
a lo demás
de más
o al recomienzo espeso de cerdos contratiempos y destiempos
cuando no al burdo sino de algún complejo herniado en pleno vuelo
cálido o helado
y vuelta y vuelta
a tanta terca tuerca
para entregarse entero o de tres cuartos
harto ya de mitades
y de cuartos
al entrevero exhausto de los lechos deshechos
o darse noche y día sin descanso contra todos los nervios del misterio
del más allá
de acá
mientras se rota quedo ante el fugaz aspecto sempiterno de lo aparente o lo supuesto
y vuelta y vuelta hundido hasta el pescuezo
con todos los sentidos sin sentido
en el sofocatedio
con uñas y con piensos y pellejo
y porque sí nomás

Oliverio Girondo

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Contrapartidas

Incluso en los peores momentos, cuando las circunstancias nos bloquean, o cuando nuestros mejores esfuerzos acaban por mostrarse inútiles, cuando parece que todo a nuestro alrededor conspira para asfixiarnos y no dejarnos avanzar... incluso entonces, siguen habiendo y sucediendo cosas buenas.

Lo que ocurre es que nos suelen pasar desapercibidas mientras, enervados, tratamos de anticiparnos al próximo golpe, o nos replegamos en nosotros mismos, autocompadeciéndonos. Pero están ahí, aunque sean pequeñas cosas, y percatarse de su existencia puede ayudarnos a aminorar la carga, a hacer menos oscura la noche y recordarnos el amanecer. Si las ignoramos por comparación con todo lo malo que las rodea, nos quitaremos ese alivio a nosotros mismos, haciendo más desagradable, e incluso prolongando, la mala racha.

Verlo todo de color de rosa es una ingenuidad y un peligro, pero verlo todo negro es igual de pueril. Cada pequeño detalle tiene su propio color, y, aunque sea inevitable que unos se mezclen con otros en ocasiones, debemos aprender a apreciarlos por sí mismos, y no como reflejos de nuestro estado de ánimo o nuestras circunstancias.

No podemos dejar que el desaliento tiña nuestra percepción. Los momentos en los que peor parecen presentarse las cosas, son los momentos en que, justamente, debemos estar más atentos, y más abiertos a las pequeñas contrapartidas de la vida.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

No eres el centro

...esa pequeña lección que a veces la vida enseña a palos: que no eres el único que observa el mundo. Que la otra gente es gente; mientras los miras, ellos te miran a tí, y piensan en tí mientras tú piensas en ellos. Que tú no eres el centro del mundo.

Terry Pratchett, Regimiento Monstruoso

Todas y cada una de las personas del mundo, de los miles de millones de personas vivas que hay sobre el planeta, son el centro de su propio universo, protagonistas de su propia historia. En las vidas de los demás, sólo somos secundarios, o incluso extras sin texto.
¿Por qué no tratamos, para variar, de entrar en el mundo de los demás en lugar de hacerles encajar en el nuestro?

viernes, 12 de noviembre de 2010

[En otras palabras] Con la simple palabra

A veces las palabras son lo único que queda, pero, con ellas, se puede reconstruir el mundo entero.

CON LA SIMPLE PALABRA

Con la simple palabra de hablar todos los días,
que es tan noble que nunca llegará a ser vulgar,
voy diciendo estas cosas que casi no son mías,
así como las playas casi no son mar.

Con la simple palabra con que se cuenta un cuento,
que es la vejez eterna de la eterna niñez,
la ilusión, como un árbol que se deshoja al viento,
muere con la esperanza de nacer otra vez.

Con simple palabra te ofrezco lo que ofreces,
amor que apenas llegas cuando te has ido ya:
Quien perfuma una rosa se equivoca dos veces,
pues la rosa se seca y el perfume se va.

Con la simple palabra que arde en su propio fuego,
siento que en mí es orgullo lo que en otro es desdén:
Las estrellas no existen en las noches del ciego,
pero, aunque él no lo sepa, lo iluminan también.

Y así, como un arroyo que se convierte en río,
y que en cada cascada se purifica más,
voy cantando este canto tan ajeno y tan mío,
con la simple palabra que no muere jamás.

José Ángel Buesa

lunes, 8 de noviembre de 2010

Forjándonos

Pero tú, a quien nada limita, por tu propio arbitrio, entre cuyas manos yo te he entregado, te defines a ti mismo. Te coloqué en medio del mundo para que pudieras contemplar mejor lo que el mundo contiene. No te he hecho ni celeste, ni terrestre, ni mortal ni inmortal, a fin de que tú mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o de un hábil escultor, remates tu propia forma.

Giovanni Pico della Mirandola,
Oratio de hominis dignitate

Las circunstancias y acontecimientos que nos han tocado vivir pueden ayudarnos o limitarnos, los caminos y las puertas que logremos encontrar son los únicos que podemos seguir. Pero depende de nosotros cómo afrontar las circunstancias, y cómo andar el camino.

Las elecciones que hagamos, y sobre todo los motivos por los que las tomemos, serán lo que nos convierta, poco a poco, en lo que somos. Y, en un proceso que nunca termina, iremos construyéndonos a nosotros mismos, levantando sobre nuestra herencia nuestra personalidad. A veces las estructuras se derrumbarán, pero si nos esforzamos en entender la causa, alzaremos otras más firmes. Los límites y las barreras siempre existirán, pero aprenderemos cuáles pueden saltarse, y cómo, y cuáles debemos respetar, y por qué.

Somos libres para decidir lo que queremos ser, y libres para elegir cómo llegar a serlo. Entre el cielo y la tierra, entre la vida y la muerte, tenemos todo el espacio para crearnos a nosotros mismos.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Movimiento uniformemente acelerado

Todo a nuestro alrededor nos presiona tanto, y tan constantemente, para que vayamos más deprisa, cada vez más deprisa, que a veces, por más que nos movamos hacia adelante, nos parece que estamos bloqueados.
No nos dejemos convencer por el ritmo de aceleración constante que nos imponen: si seguimos nuestra propia senda, bien podemos exigir que nada nos impida recorrerla a nuestra propia velocidad, ni variarla según el momento en que nos encontremos. A veces necesitaremos, o querremos, ir más deprisa, a veces aminoraremos la marcha para ver mejor dónde pisamos.

Que no nos convenzan de lo contrario, por más que nos empujen a acelerar y acelerar.
Bajar el ritmo no es detenerse, y tropezarse no es caer.

viernes, 29 de octubre de 2010

[En otras palabras] Son los ríos

Se acercan tiempos de cambios. Tiempos de hundirse en la tierra y en la oscuridad, para despertar renovados con el amanecer. ¿Qué se va? ¿Qué se queda? ¿Que será lo que renazca hacia la luz?


SON LOS RÍOS

Somos el tiempo. Somos la famosa
parábola de Heráclito el Oscuro.
Somos el agua, no el diamante duro,
la que se pierde, no la que reposa.

Somos el río y somos aquel griego
que se mira en el río. Su reflejo
cambia en el agua del cambiante espejo,
en el cristal que cambia como el fuego.

Somos el vano río prefijado,
rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado.
Todo nos dijo adiós, todo se aleja.

La memoria no acuña su moneda.
Y sin embargo hay algo que se queda
y sin embargo hay algo que se queja.

Jorge Luis Borges

miércoles, 27 de octubre de 2010

Visiones de otoño

Crecí en una tierra seca, de matorrales y arbustos, árboles escasos y de hoja perenne. Supongo que por eso pocas cosas me resultan más hermosas que el monte, verde y ocre, al comienzo del otoño.
El bosque bajo la lluvia, y el cerco cada vez más estrecho de la niebla. Las luces, las sombras, los colores... pocas veces tenemos la oportunidad de estar en un lugar en el momento adecuado para apreciarlo en su máximo esplendor, pero cuando sucede, es un regalo inolvidable.










Fotos tomadas en el Puerto de Herrera (Álava), el 11 de octubre.

lunes, 25 de octubre de 2010

La vida es lo que te ocurre...

... mientras te empeñas en hacer otros planes, que decía John Lennon.

Lo que tienen estos senderos por los que me he lanzado a andar, es que nunca sabes si el siguiente paso te llevará a donde creías, o por el contrario toparás con una pared infranqueable, resbalarás al borde de un risco o acabarás enredado en una maraña de zarzas. Pero aunque parezca que la única opción es dar media vuelta, si sabemos mirar puede que al desandar unos cuantos pasos encontremos encrucijadas que antes pasamos por alto o preferimos no aventurarnos a probar.

A veces hace falta que nos desorientemos un poco, e incluso nos perdamos, para volver a ser conscientes del camino.

Así que espero que sepáis disculpar estos azarosos silencios, uno nunca sabe a dónde le acabará llevando la vida, pero al menos puede saber cómo quiere avanzar.
Aquí estoy, pues, tomando rumbo hacia adelante, a cualquier parte. Caminemos.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

La trampa de la bondad (II): El altruísmo egoísta

Los comportamientos bondadosos normalmente se confunden con los comportamientos altruistas: Se considera siempre "bueno" hacer cosas por los demás, y prestarles ayuda, incluso aunque no sepamos si esa ayuda será adecuada u oportuna. La piedad, la compasión, la caridad... no sólo se convierten en muestras infalibles de bondad, sino que se identifican con ella.*

Dicen los teóricos de psicología social que todo altruismo es en el fondo egoísta, puesto que, sin nuestras acciones no nos hicieran sentirnos bien, no las llevaríamos a cabo, y que siempre que realizamos una acción recibimos una recompensa que condiciona su repetición en el futuro, no importa si dicha recompensa es algo material, o si se trata simplemente de la agradable sensación de sentirse benevolente y pensar en uno mismo como una buena persona.

Sin llegar tan lejos, es evidente que hay ocasiones en que preocuparse por los otros no es más que una forma diferente de complacernos a nosotros mismos, de sentirse superior por actuar de forma correcta o por ayudar a los demás. Olvidando que el objetivo de nuestra acción es el bienestar del otro, y juzgando su valor por la satisfacción que nos hace sentir a nosotros, en lugar de por lo que hemos podido aportar. El egoísmo que hay tras estas actitudes suele pasar desapercibido, sobre todo cuando se escuda en valores considerados universalmente "buenos", como la protección del indefenso o la renuncia personal, y es tanto más hipócrita en tanto se acaba utilizando al otro como objeto, como mero receptor, dejando de ser una persona para convertirse en espejo de nuestra virtud.
Y cuando pasamos por alto la identidad del otro, corremos el riesgo de empezar a pensar en los demás en términos de nuestros propios valores, y las palabras "por su propio bien", con todo lo que conllevan, ya no están lejos de nuestro horizonte mental.

Sentir compasión, compartir, ayudar, preocuparse por los demás, no tiene valor en sí mismo. Es la otra persona la que le dará significado, la que hará que valga la pena. Es en lo que se recibe en lo que debemos pensar, y no en lo que damos.


*Otras cualidades que también han llegado a esta identificación son, por ejemplo, la mansedumbre, la paciencia, el esfuerzo o la humildad. Es fácil ver que casi siempre se trata del mismo tipo de extremos.

viernes, 17 de septiembre de 2010

[En otras palabras] Competencia del que soy con el que fui...

El camino de ser quien se es a veces da extraños rodeos... lo que soy y lo que fui compiten sin tregua para llegar a encontrarse en algún lugar, y unirse, quizá mañana, en algo nuevo.


Competencia del que soy con el que fui,
del que va a apagar la lámpara
con el que la ha encendido,
del que desparramaba los colores
con el que los reúne,
del que no se veía en los espejos
con el que se contempla en el humo.

Competencia de mi voz con mi voz,
de las palabras que encontraba
con las palabras que me encuentran,
de los silencios que hablaban por amor
con el amor que dice su silencio,
de la luz de una tarde en cualquier tarde
con la luz exclusiva de esta tarde.

Competencia del que soy y del que fui
con el que seré o no seré mañana,
del que aún marca sus huellas
con el que todavía las borra,
del que empujaba al día
con el que ya ocultamente lo sostiene,
del que viene de ninguna parte
con el que viene de ninguna parte.

Roberto Juarroz

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La trampa de la bondad (I): Lo que no sabemos

La bondad está considerada como una gran virtud en muchas sociedades y culturas. Es lo más positivo que hay, dado que la bondad es, por definición, buena. O eso damos por sentado. Raro es a quien que no le gusta pensar en sí mismo como una buena persona, considerar que se mueve por los más elevados motivos, que su forma de tratar a los demás es la correcta, y que su comportamiento es el mejor posible.

Mucha gente, incluso trata activamente de "Hacer el Bien", normalmente tomando como meta cosas como no ser egoísta, preocuparse por los demás y apoyar las causas más elevadas y justas... sin plantearse que el Bien, con mayúscula, no existe, y que muchas veces los mejores principios, los actos más desinteresados y compasivos, los que parecen más buenos, pueden ser tremendamente erróneos vistos desde una perspectiva diferente.

Incluso cuando no nos engañamos a nosotros mismos, disfrazando de buenas cosas que no lo son, interpretando la realidad de manera que podamos sentir que estamos en lo correcto, o utilizando medios dudosos "por un bien superior" (qué palabras tan terroríficas), incluso cuando realmente nuestras acciones son benignas y generosas, sus consecuencias pueden no serlo.

No sólo se trata de si ayudamos a quien no desea ser ayudado, o si nuestros valores morales son certeros en lo que definen como bueno (recordemos que matar o morir en nombre de un Dios ha sido durante siglos el epítome de la bondad), sino, sobre todo, de la imposibilidad de saber, antes de actuar, si nuestro honesto acto de bondad resultará realmente en un bien, y en qué clase de bien, y para quién. Se trata de que no podemos reducir la realidad a parámetros tan simples, etiquetando las cosas como buenas o malas a priori y decidir a partir de esa etiqueta lo que debemos hacer y lo que no, sin tener en cuenta la existencia de muchos otros factores. No podemos simplemente atarnos a ideologías (religiosas, políticas, ecologistas...), dejando que sean éstas las que nos den la definición general del Bien y el Mal, una sencilla y cómoda, que sirva para todos los casos y nos permita sentirnos henchidamente satisfechos de nuestra propia bondad.

Porque hay mucho que no sabemos, muchas circunstancias, muchos puntos de vista del mismo acontecimiento. Rescatar a la gacela herida puede parecernos estupendo, pero, desde luego, no le parecerá lo mismo al león hambriento. Quizá el hombre al que ayudamos a entrar en el portal del que "ha perdido la llave" sea un simple ladrón. Quizá el perrito tan mono que sacamos de la calle tenga una enfermedad que se contagie a todos los otros perros del refugio de animales. Quizá el leve dolor de la ampolla que le evitamos con fuertes medicamentos al niño que se ha quemado un dedo haga que vuelva a jugar con fuego y sufra quemaduras peores. O quizá no. Cada vez que actuamos nos estamos arriesgando a equivocarnos, y como no podemos quedarnos sentados sin hacer nada, lo mínimo que podemos hacer es reflexionar sobre las circunstancias concretas y sus ramificaciones. "Ser bueno" no es una cuestión de tener un rutilante faro ético que nos guíe en la dirección correcta, sino de buscar la mejor forma de actuar posible, en cada caso concreto y cada vez.

La bondad por la bondad no puede ser la única guía de nuestras acciones. No nos creamos tan moralmente superiores por ser buenos, porque nunca sabremos si los frutos de nuestras benignas obras no serán peores que los de nuestra inacción. Preocupémonos por hacer el bien, sí, pero siempre mirando a quién, cuándo, y cómo.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Convencer

Convencer.

(Del lat. convincĕre).

1. tr. Incitar, mover con razones a alguien a hacer algo o a mudar de dictamen o de comportamiento. U. t. c. prnl.
2. tr. Probar algo de manera que racionalmente no se pueda negar. U. t. c. prnl.

Cuando sentimos el impulso de tratar de convencer a alguien de algo, estamos partiendo de la base de que la idea previa de esa persona es equivocada o incorrecta. De que nosotros somos quienes tenemos la razón, y tenemos casi el "deber" de corregirle.

Por eso mismo, ese impulso es mayoritariamente egoísta. No nos replanteamos nuestras convicciones sino que directamente tratamos de inculcarlas a otros. Porque eso es lo que intentamos: inculcar, adoctrinar, influir... de todo menos convencer. No aportamos datos, rara vez tenemos en cuenta los hechos. Jugamos con los argumentos, las emociones, las falacias, con todas las armas de la retórica, creyéndonos en posesión de la verdad y en la obligación de transmitirla.

Y así, negamos al otro la posibilidad de tener su parte de la verdad, su parte de la razón. Discutimos en lugar de mostrar. Las verdades pierden entonces su sentido, transformándose de razones en meras excusas.
Los hechos se defienden solos, son los que son, y la realidad no cambia para adecuarse a nuestras categorías mentales. Las creencias no pueden erradicarse, o implantarse, mediante argumentos lógicos. ¿Qué pretendemos entonces, cuando intentamos convencer? En casi todos los casos, reforzarnos a nosotros mismos, usando a los demás como hombres de paja.

Cuando sentimos el impulso de tratar de convencer a alguien, haríamos mejor preguntándonos si es siquiera necesario, si no es mejor que los demás piensen distinto que nosotros. Y entonces, escucharles, y ver qué podemos aprender de ellos.

lunes, 16 de agosto de 2010

Frutos de la cosecha

Junto a mi puerta, al lado del rosal, hay una parra. El año pasado descubrí que producía uvas negras cuando ya era tarde para recolectarlas, casi todas se secaron, y los lagartos, pájaros y hormigas se alimentaron con el resto, como sin duda llevarían haciendo desde mucho antes de que yo llegara. Este año cuidé y regué la planta desde que empezó la primavera, y protegí los racimos, que crecieron hermosos y en gran cantidad. La semana pasada recolecté la mayoría de ellos, dejando unos cuantos para que los animales puedan comer.
En la ladera de enfrente, por donde suelo salir a pasear, crecen varias higueras salvajes, que con los calores del verano se han llenado de gordos y dulces higos, muchos más de los que puedo comer, e incluso regalar. Ayer recogí parte de los frutos, con la intención de hacer mermelada para el invierno.






Muchas veces plantamos semillas casi sin darnos cuenta de lo que estamos haciendo. Sembramos palabras y consejos en la mente de otros, realizamos acciones que se quedan enterradas largo tiempo hasta que las circunstancias son las adecuadas para que germinen. Cada uno de esos frutos es un regalo inesperado, pero no debemos olvidar que sigue siendo la consecuencia de nuestras propias causas, que no se nos entrega porque sí, y que, si bien podemos recolectarlo y disfrutarlo, es necesario que algunos frutos sigan en las ramas para que, al caer a tierra y pudrirse, produzcan nuevas semillas que, quién sabe cómo y cuándo, nos aportarán también dulces cosechas.

lunes, 2 de agosto de 2010

[Recetas] Pan de trigo



Si un alimento forma parte de la cultura occidental, éste es sin duda el pan, que nos acompaña desde los albores de la civilización. Su simbología propia es muy amplia, y se enriquece con la de su forma y sus ingredientes. El trigo, a su vez, es, entre otras cosas, símbolo solar, de renacimiento y de abundancia.
En esta fiesta de la cosecha que, pese a las diferentes creencias y costumbres, bajo una advocación u otra, se celebra en agosto desde tiempo inmemorial, el pan tiene un papel principal.

Esta receta es la más sencilla que conozco para hacer nuestro propio pan de trigo. Lleva bastante tiempo, pero no requiere demasiado esfuerzo, y aunque (sobre todo las primeras veces) el resultado no sea exactamente como el pan que estamos acostumbrados a comprar ya hecho, el mero hecho de amasarlo y hornearlo es toda una experiencia que nos ayuda a conectar con nuestras raíces.

Ingredientes:
  • 500 g de harina de trigo
  • 33 cl. de agua
  • 2 cucharaditas de levadura de panadero
  • 2 cucharaditas de sal
Preparación:
  1. Mezclar en un bol la harina con la sal y la levadura, con una cuchara de madera o con las manos
  2. Añadir el agua y amasar durante 10 minutos (al rato notaréis el cambio en la textura, pero es bueno seguir amasando unos minutos más después)
  3. Si al rato de amasar veis que la masa sigue muy húmeda y se pega a los dedos, añadir un poco más de harina, si está muy seca y se desmigaja, añadir un poco más de agua. 
  4. Una vez amasado, colocar la masa en el bol (engrasado con aceite o bien espolvoreado con harina, para que no se pegue), taparlo con un trapo, y dejarlo reposar alrededor de una hora en un sitio cálido.
  5. Cuando la masa haya subido hasta doblar su tamaño, presionar en el centro, amasarla unos minutos más, dividirlo en las partes que queramos y darle la  forma elegida.
  6. Colocar las piezas en la bandeja del horno (nuevamente, engrasada o enharinada), taparlas con un trapo, dejarlas en un sitio cálido, y dejarla subir durante aproximadamente otra hora hasta que hayan vuelto a duplicar su tamaño.
  7. Precalentar el horno a 200º C, y poner a hornear.
  8. El proceso de cocción dura unos 45 minutos, pero depende del tamaño que hayáis escogido para las piezas de pan, y de su forma, así que hay que estar atento y sacarlas cuando estén doradas.

Para el pan de esta celebración, yo le he añadido semillas de sésamo y romero por encima antes de meterlo en el horno, pero hay casi infinitas variaciones posibles.
¡Que aproveche!


Más información:
Pásaos si podéis por The Fresh Loaf, una estupenda página  (en inglés) con decenas de recetas de pan, desde las más sencillas a las más refinadas, y buenos trucos para mejorar la técnica.

viernes, 30 de julio de 2010

[En otras palabras] Sonata para adiós y flauta

Lo bueno de los lazos verdaderos es que, por más que se estiren, nunca se rompen.

SONATA PARA ADIÓS Y FLAUTA

Te vas tan sola como siempre
te echaremos de menos
yo y los abrazos de las tardes
yo, mi alma y mi cuerpo.

Tu larga sombra se resiste
a abandonarnos, pero
has decidido que se fuera
contigo a todo riesgo.

De todos modos no querría
que enterraras tu sueño
aquel en que tu amor de nadie
era como un estreno.

Te vas de nuevo no sé a dónde
y tu adiós es un eco
que se prolonga y nos alude
como un último gesto

nunca guardaste la ternura
como pan para luego
estoy seguro de encontrarla
liviana entre tus pechos.

Te vas con paso de derrota
pero no me lo creo
siempre has vencido en tu querella
contra el odio y el miedo.

Quién sabe allá lo que te aguarda
ese allá tan desierto
que se quedó sin golondrinas
todo erial, todo invierno

mas si te extraviaras una tarde
entre el mar y el espejo
recuerda que aquí estamos
yo, mi alma y mi cuerpo.

Mario Benedetti

miércoles, 28 de julio de 2010

El cuento y la imaginación

En el proceso de endoculturación, no basta con enseñar las normas y valores, además es necesario crear las bases para que la persona pueda aprender por sí misma, a pensar, y también a soñar. Los símbolos aprendidos en la infancia se irán enriqueciendo con el tiempo, y el mundo interior se irá poblando con imágenes y significados nuevos. Los cuentos infantiles seguirán así mostrándonos lecciones valiosas durante toda nuestra vida.
La imaginación del niño, que comenzó a despertarse en los primeros meses de vida, brota ya a borbotones y se desbordará sin el cauce de fina arena que le ofrece el cuento de hadas, no dejando que se atrofie o que entre en el campo de la patología. Esa imaginacion infantil que le permite ver un río en la alfombra del pasillo, y una carretera polvorienta en un rayo de sol que llega hasta su mano. Transposición mágica de la realidad en ensueño, despertar de la parte más importante en la vida mental del ser humano, la cualidad imaginativa.
No desterremos el cuento de hadas y de duendes. Mucho se ha discutido sobre ello, pero si a la imaginación del niño no se le da el cuento mágico cuando le llega la hora de nutrirse de maravillas, tomará el relato de brujas o de crímenes espeluznantes o de su cesos misteriosos, que dejarán terrible y peligrosa huella en su cerebro. La necesidad de su espintu la satisfará con lo que encuentre a mano. Es un momento decisivo en su vida interior.
Es doloroso que el niño, siempre imaginativo, se vea defraudado por un exceso de realidades, convirtiéndose en un ser vulgar y gris, siempre a ras de tierra, sin una chispa de luz divina en su cerebro. Tal es el caso de la mayor parte de los seres humanos.
Una imaginación bien canalizada es la más brillante colaboración de la inteligencia, sirviendo a planes bien definidos y concurriendo a resultados utilísimos. Basta recordar el amplio campo de la hipótesis en las ciencias.

Elena Fortún, Pues señor...
(Cómo debe contarse el cuento
y cuentos para ser contados)

miércoles, 21 de julio de 2010

Media luna


Yaya Ceravieja siempre se había preguntado qué tenía de especial la luna llena. Sólo era un enorme círculo de luz. Y la luna nueva sólo era oscuridad.
Pero, a mitad de camino entre las dos, cuando la luna estaba entre ambos mundos de luz y oscuridad, cuando incluso la luna vivía en el límite... quizá entonces una bruja podía creer en la luna.

Terry Pratchett, Brujas de Viaje

viernes, 16 de julio de 2010

[En otras palabras] Porvenir

Esperar no siempre basta. A veces hay que perder la paciencia y salir a buscar las cosas que nunca llegan. A veces hay que dejar de correr y cambiar de camino si queremos llegar a alguna parte. Crear el porvenir en lugar de aguardarlo.

PORVENIR

Te llaman porvenir
porque no vienes nunca.
Te llaman: porvenir,
y esperan que tú llegues
como un animal manso
a comer en su mano.
Pero tú permaneces
más allá de las horas,
agazapado no se sabe dónde.
... Mañana!
Y mañana será otro día tranquilo
un día como hoy, jueves o martes,
cualquier cosa y no eso
que esperamos aún, todavía, siempre.

Ángel González

lunes, 12 de julio de 2010

Espejos deformantes

Creemos que los espejos no mienten, y olvidamos que es nuestra mirada la que da sentido a lo que vemos. Miramos donde queremos mirar, pasamos por alto lo que preferimos ignorar, ponemos nuestra mejor pose, y nos mentimos a nosotros mismos.
Buscamos  nuestro reflejo en cómo nos ven los otros, y olvidamos que cada persona sólo puede mostrarnos una faceta de lo que somos, y si sólo buscamos la compañía de aquellos que piensan como nosotros o nos dan la razón, silenciamos y negamos gran parte de nuestro ser.
Construimos nuestro autoconcepto creyendo ser objetivos por enfocarlo bajo la luz más intensa para evaluarlo minuciosamente, y olvidamos que esa luz proyecta nuestra sombra más densa y alargada justo allá donde no miramos.
Para llegar realmente a conocerse hay que asumir la existencia de todo lo que llevamos dentro, no sólo de lo que nos resulta agradable, lo que le gusta a los demás, lo que deseamos ser... También de aquello que nos avergüenza, o incluso nos asusta. Quizá una vez aceptemos su existencia, y nuestra responsabilidad en ella, estemos preparados para cambiarlo o dejarlo atrás.

sábado, 10 de julio de 2010

[En otras palabras] Como si fuéramos inmortales

Vivir, vivir sin más, sin miedo, huyendo de las dudas, y de las certezas, y sin perder nunca la risa y la esperanza.

COMO SI FUÉRAMOS INMORTALES

Todos sabemos que nada ni nadie habrá de ahorrarnos el final
sin embargo hay que vivir como si fuéramos inmortales
sabemos que los caballos y los perros tienen las patas sobre la tierra
pero no es descartable que en una nochebuena se lancen a volar

sabemos que en una esquina no rosada aguarda el ultimátum de la envidia
pero en definitiva será el tiempo el que diga dónde es dónde y quién es quién

sabemos que tras cada victoria el enemigo regresa buscando más triunfos
y que volveremos a ser inexorablemente derrotados vale decir que venceremos

sabemos que el odio viene lleno de imposturas
pero que las va a perder antes del diluvio o después del carnaval
sabemos que el hambre está desnuda desde hace siglos
pero también que los saciados responderán por los hambrientos

sabemos que la melancolía es un resplandor y sólo eso
pero a los melancólicos nadie les quita lo bailado
sabemos que los bondadosos instalan cerrojos de seguridad
pero la bondad suele escaparse por los tejados
sabemos que los decididores deciden como locos o miserables
y que mañana o pasado alguien decidirá que no decidan

sintetizando / todos sabemos que nada ni nadie habrá de ahorrarnos el final
pero así y todo hay que vivir como si fuéramos inmortales


Mario Benedetti

lunes, 5 de julio de 2010

La letra de la ley

Las creencias y rituales religiosos también muestran relaciones adaptativas en forma de tabúes. A menudo los tabúes adoptan la forma de mandatos sagrados que resuelven las ambigüedades y controlan la tentación de involucrarse en conductas como el incesto, que tienen beneficios a corto plazo pero que, a la larga, son socialmente perturbadoras. Con este enfoque se pueden examinar muchos tabúes sobre animales cuya explotación provoca consecuencias ecológicas y económicas ambiguas. Por ejemplo, el tabú del cerdo entre los antiguos israelitas se puede comprender como una adaptación al cambio de los costos y beneficios de la cria de cerdos, provocado por el crecimiento demográfico, la deforestación y la desertización. Una relación análoga entre costos y beneficios a corto y a largo plazo, puede también explicar la pauta de uso y no uso de ciertos animales y tabúes asociados a diversas intensidades de lo sagrado que cabe observar en aldeas de diferentes tamaños de la selva tropical amazónica. Un ejemplo final de la forma en que tabúes y religiones enteras se adaptan a contextos políticos, económicos y ecológicos cambiantes es la vaca sagrada en la India.

Marvin Harris, Antropología Cultural
Cap. 12: La religión

Las reglas y normas evolucionan. Los preceptos que se crearon para una población específica en un contexto específico, no siempre tienen el mismo sentido tras la colonización de nuevas tierras, la mezcla racial y cultural que se produce con el contacto con otros pueblos, o el simple paso del tiempo.
Pero las leyes no siguen esta evolución de manera natural. Mientras más explícita es una norma, mientras más estricta sea la obligación de su cumplimiento o más duros los castigos por su incumplimiento, más difícil será que sufra cambios, y éstos serán más lentos. Cuánto menos se recuerde de los motivos que llevaron a hacer las cosas de determinada manera, menos dispuesta estará una comunidad a cambiarlos. Y, por supuesto, siempre hay grupos interesados en que las cosas sigan como están... sobre todo cuando esas leyes les otorgan privilegios.

El caso de los tabúes y las normas morales basados en la fe es especialmente resistente al cambio, porque, aunque inicialmente respondieran a alguna necesidad, su aceptación y persistencia se basan en la aseveración de que son cosas que agradan o desagradan a Dios, los Espíritus, los Ancestros, o cualquier otra entidad reverenciada. Y se explican por el más simple de los razonamientos circulares. No debemos hacer tal cosa porque es algo malo. ¿Y por qué es algo malo? Porque a los Dioses no les gusta ¿Y por qué a los Dioses no les gusta? Porque es malo. O a la inversa, debemos seguir las normas porque los Dioses nos favorecerán si lo hacemos. Y al que le pasa algo malo... bien, los Dioses no lo habrán encontrado digno de sus favores. Algo habrá hecho (o habrá dejado de hacer), cuando ha sido castigado.

Aún peor es cuando estas leyes y tabúes, frutos de su contexto, son extendidas más allá de las situaciones específicas que pretendían regular, para ser usadas como justificación de comportamientos que aquellos que pusieron por escrito una norma ancestral que quizá ni siquiera ellos comprendían ya del todo, jamás soñaron que pudieran existir. En estas condiciones, seguir las leyes al pie de la letra, sin saber cuál es el motivo por el que fueron promulgadas, puede llevarnos a tomar decisiones o realizar acciones que están en contra del espíritu profundo de esa misma ley.

Los pueblos paganos de la antigüedad acataban muchas reglas y tradiciones que nosotros, desde nuestra perspectiva, aún debemos esforzarnos por entender, y muchas de ellas sin duda no tendrán cabida en el mundo moderno. Estudiarlas antes de adoptarlas ciegamente, aprender a distinguir las que sí son válidas para nuesta vida actual, es la mejor forma que tenemos de mantener su espiritualidad presente entre nosotros.

lunes, 28 de junio de 2010

El espíritu de la ley

Vamos con una obviedad: Las normas existen por algo.

No surgen porque sí, sino que, por lo general, tienen un sentido, responden a una necesidad de regular determinados comportamientos que es necesario mantener, o de castigar otros que son disruptivos o problemáticos. La mayor parte de las normas que rigen una comunidad tratan de responder a las necesidades de sus miembros, facilitar la convivencia y las relaciones entre ellos, minimizar las disputas y, en caso de que se den, resolverlas de forma justa. No importa si es un patio de vecinos, una clase de parvulitos, una pandilla de amigos, un equipo deportivo, una comunidad religiosa, una asamblea de concejales o el conjunto entero de habitantes de un país, cualquier grupo de seres humanos necesita guiarse por una serie de reglas, implícitas o explícitas, que ayuden a sus miembros a orientar sus acciones en la dirección adecuada para obtener el mayor bien general posible.

Esto no quiere decir que no hayan existido (y existan) leyes injustas, redactadas para favorecer los privilegios de una minoría o para dejar fuera a otras, normas estúpidas o arbitrarias creadas para legitimar caprichos de algún gobernante, o reglas trasnochadas que dejaron de tener sentido hace tiempo y permanecen por la fuerza de la costumbre, limitándonos en lugar de ayudarnos. Pero, en su conjunto, podemos aceptar con bastante seguridad que, si algo se convirtió en norma sancionada, es porque tenía alguna utilidad.
Y esa utilidad puede haberse reducido o desaparecido con los avances de la ciencia, la sociedad o la cultura, pero también puede permanecer intacta, sólo que nunca nos hemos parado a pensar cuál será, acatando la ley o rebelándonos frente a ella como una imposición, sin comprender de dónde viene y a qué responde.

Ceñirnos a las normas al pie de la letra y enfrentarnos a quienes no las cumplen o no se rigen por ellas simplemente porque sí puede ayudarnos a convivir, pero también puede alienarnos, coactar nuestra libertad e impedirnos madurar. Saltárnoslas simplemente porque sí puede darnos ventajas, pero también puede causarnos graves perjuicios, o causárselos a otras personas. Rebelarnos contra la autoridad llevando la contraria en todo es tan infantil como obedecer ciegamente.
Lo que precisamos es entender el espíritu de la ley, no su letra, tratar de comprender de dónde vienen las normas, porqué se crearon en primer lugar, si son impuestas o consensuadas, si están anquilosadas o han evolucionado, y, sobre todo, a qué necesidades de la comunidad dan respuesta. Intentar regirnos por nuestras propias reglas, pero tomando como base las comunes, e intentar que éstas sean flexibles y razonables, las mejores posibles, las más adecuadas para uno mismo y para todos.

viernes, 25 de junio de 2010

[En otras palabras] Vida, oficios

Con las obligaciones contándome los pasos, encontrando donde no esperaba las fuerzas y las ganas para avanzar, al menos, un trecho cada día.

VIDA, OFICIOS

Insoslayable para la vida,
la nueva vida me amanece: es un pequeño
sol con raíces que habré de regar mucho
e impulsar a que juegue
su propio ataque contra la cizaña.
Pequeño y pobre pan de la solidaridad,
bandera contra el frío, agua fresca para la sangre:
elementos maternos que no deben alejarse
del corazón.
Y contra la melancolía, la confianza; contra
la desesperación,
la voz del pueblo
vibrando en las ventanas de esta casa secreta.
Descubrir,
descifrar,
articular,
poner en marcha:
viejos oficios de los libertadores y los mártires
que ahora son nuestras obligaciones
y que andan por allí contándonos los pasos:
del desayuno al sueño,
del sigilo en sigilo,
de acción en acción,
de vida en vida.

Roque Dalton

miércoles, 23 de junio de 2010

La realidad de lo irreal

¿Deseáis ver los Reinos Lejanos? Muy bien. Pero primero, debéis saber: los lugares que visitaréis, los lugares que veréis, no existen. Porque solamente hay dos mundos... el vuestro, que es el mundo real, y otros mundos, que son de fantasía. Mundos como ésos existen en la imaginación de los hombres. Su realidad o falta de realidad no es importante. Lo que importa es que están ahí. Esos mundos proveen alternativas. Proveen escape. Proveen amenazas. Proveen sueños y poder. Proveen rechazo y dolor. Ellos le dan significado a vuestro mundo. No existen, y de esa manera, ellos son todo lo que importa.

Titania, reina de las hadas,
en Los Libros de la Magia, de Neil Gaiman

Estamos acostumbrados a considerar "real" al mundo externo, e "irreales" a nuestras experiencias internas. Sin embargo, todo lo que conocemos del mundo no es más que la conjunción de diferentes percepciones sensoriales que nuestro cerebro integra e interpreta. Los pensamientos, los sentimientos y las emociones son experiencias meramente internas, no observables, de cuya existencia otras personas no tienen más pruebas que nuestras palabras y acciones basadas en ellos. ¿Es más real el paisaje que veo por la ventana que la sensación que despierta en mí? Hay personas con determinados trastornos cerebrales que son incapaces de percibir algunas cosas o cualidades, o que perciben otras que los demás no. Su realidad es distinta a la de quienes le rodean, pero no por eso es menos real para ellos.

Cuando creamos algo, primero imaginamos cómo podría ser, después cómo desarrollarlo, luego podemos diseñarlo, y posteriormente realizarlo. ¿Era menos real entonces la idea que el objeto? ¿Es menos real el plano que la máquina? ¿Es menos real que el cuadro la imagen que el pintor tenía en su cabeza antes de plasmarla en el lienzo? No. Ambos son reales, sólo que en ámbitos distintos. Una semilla no es un árbol, pero puede llegar a serlo, y la semilla no es menos real que el árbol únicamente porque aguarde escondida bajo la tierra, ni comienza a ser real cuando el primer brote verde sale a la luz.
Cuando nos sentimos felices, o tristes, cuando nos enfadamos o nos enamoramos, no son experiencias menos reales porque otras personas no puedan percibir que las sentimos. Cuando soñamos, mientras estamos inmersos en el mundo onírico, éste es real para nosotros. Cuando imaginamos, cuando creamos, estamos haciendo realidad en nuestra mente cosas que no existían antes, y podemos incluso hacerlas realidad físicamente para que pasen a formar parte del mundo externo. Pero primero tienen que ser reales para nosotros.

La existencia no es una cuestión de absolutos, hay diferentes grados de realidad. Que algo no sea visible, tangible y persistente, no quiere decir que no sea real.

lunes, 14 de junio de 2010

[Música] La Maza

Muchas cosas tienen valor, no únicamente por lo que son de por sí, sino sobre todo por aquello que representan, que simbolizan, aquello más grande o más complejo de lo que son parte, el sonido con cuyos ecos resuenan, el tejido cuya urdimbre crean sus hilos. Muchas cosas que creemos imprescindibles, a las que hemos erigido altares, no son más que símbolos, sistemas, instrumentos, a los que, olvidando que su función es servir de apoyo, otorgamos una importancia central. Hay cosas que no podemos conseguir igual de pulidas, o igual de rápido, sin las herramientas adecuadas, pero lo que es seguro es que no podemos hacer nada con las herramientas sin la materia prima y el tesón necesario para usarlas.



La Maza

Si no creyera en la locura
de la garganta del sinsonte,
si no creyera que en el monte
se esconde el trino y la pavura.
Si no creyera en la balanza,
en la razón del equilibrio,
si no creyera en el delirio,
si no creyera en la esperanza.
Si no creyera en lo que agencio,
si no creyera en mi camino,
si no creyera en mi sonido,
si no creyera en mi silencio...

Qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza sin cantera.
Un amasijo hecho de cuerdas y tendones,
un revoltijo de carne con madera,
un instrumento sin mejores resplandores
qué lucecitas montadas para escena.
Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza sin cantera.
Un testaferro del traidor de los aplausos,
un servidor de pasado en copa nueva,
un eternizador de dioses del ocaso,
júbilo hervido con trapo y lentejuela.
Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza sin cantera.
Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza sin cantera.

Si no creyera en lo más duro,
si no creyera en el deseo,
si no creyera en lo que creo,
si no creyera en algo puro.
Si no creyera en cada herida,
si no creyera en la que ronde,
si no creyera en lo que esconde
hacerse hermano de la vida.
Si no creyera en quien me escucha,
si no creyera en lo que duele,
si no creyera en lo que quede,
si no creyera en lo que lucha...

Qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza sin cantera.
Un amasijo hecho de cuerdas y tendones,
un revoltijo de carne con madera,
un instrumento sin mejores resplandores
qué lucecitas montadas para escena.
Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza sin cantera.
Un testaferro del traidor de los aplausos,
un servidor de pasado en copa nueva,
un eternizador de dioses del ocaso,
júbilo hervido con trapo y lentejuela.
Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza sin cantera.
Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza sin cantera.

Silvio Rodríguez

miércoles, 9 de junio de 2010

Errare humanum est (III): Resarciendo

Resarcir.
(Del lat. resarcīre).

1. tr. Indemnizar, reparar, compensar un daño, perjuicio o agravio. U. t. c. prnl.

Quizá compensar un error cometido sea una de las cosas mas difíciles de hacer, y no digamos de hacer correctamente. Es mucho más sencillo buscar una instancia externa que nos castigue, nos absuelva, o ambas cosas, sea un sacerdote o la Ley de Tres. O convencernos a nosotros mismos, sea repitiéndonos que no es nuestra culpa para lograr cierto grado de tranquilidad de conciencia, o flagelándonos con pensamientos y sentimientos negativos, rumiando nuestra equivocación o previendo desastrosas consecuencias casi con esperanza, con la sensación de merecerlas. O escudarnos en nuestras buenas intenciones, como si bastase con un pensamiento amable para contrarrestar un acto dañino.

No podemos hacer nada para arreglar algo que ya ha pasado, para "borrar" nuestros errores. Pero sí podemos evitar volver a cometerlos, y el primer paso es reconocer que somos responsables de todo cuanto hacemos o dejamos de hacer, decimos o callamos. Y si nuestras buenas intenciones tienen algún valor, es hacernos ver cuánto nos hemos desviado del objetivo al equivocarnos.

No podemos resarcir a todos aquellos a quienes hayamos herido, ofendido o perjudicado. Pero sí podemos reconocer que algunos de esos actos los hicimos voluntariamente, sabiendo o no lo que acarrearían, y afrontar sus consecuencias, y tratar de minimizar aquellas que no pretendíamos. Sí podemos asumir que otras veces, sin pretenderlo, hicimos daño porque cometimos errores, dejar a un lado las excusas y el orgullo, y simplemente empezar por disculparnos. Y después, poner todo lo que esté en nuestra mano para compensarlo. Muchas veces será mucho más sencillo de lo que pensamos.

No podemos eliminar nuestros errores, pero podemos aprender de ellos mucho sobre el camino que deseamos tomar, sobre los demás, y, ante todo, sobre nosotros mismos.

viernes, 4 de junio de 2010

[En otras palabras] Pasión sin límites

Porque hay días luminosos en los que mi corazón canta y vuela, derramando alegría.

PASIÓN SIN LÍMITES

Vuela mi corazón
unido con los pájaros
y deja entre los árboles
un invisible rastro
de alegría y de sangre.

Las gotas de rocío
se helaron en las manos
abiertas y floridas
de los enamorados
perdidos en la brisa.

Vuela mi corazón,
mi corazón atado
con cadenas de estrellas
a la sombra de un árbol
atado con cadenas
y con cantos de pájaros.

José María Hinojosa

miércoles, 2 de junio de 2010

Errare humanum est (II): Arrepentimiento

Arrepentirse.

(Del lat. re, intens. y poenitēre).

1. prnl. Dicho de una persona: Sentir pesar por haber hecho o haber dejado de hacer algo.
2. prnl. Cambiar de opinión o no ser consecuente con un compromiso.
No siempre nuestros errores tienen consecuencias, y no siempre éstas tienen que ser negativas, aunque a menudo lo sean, para nosotros o para otras personas. Sin embargo, lo que hace que consideremos erróneas algunas de nuestras decisiones o comportamientos, es el hecho de que, inmediatamente o con el tiempo, nos arrepentimos.
Ni siquiera tienen que ser decisiones o acciones realmente relevantes para nuestras vidas, pero a veces la conciencia de habernos equivocado se nos queda clavada como una espinita que no nos podemos sacar. El pesar del arrepentimiento nos invade, y, a veces, nos remorderá durante mucho tiempo, siempre que recordemos nuestro error.

Y entonces tratamos de quitarle importancia, de fingir que no ha ocurrido, o, por el contrario, le damos vueltas a la cabeza, rememorando todas las posibilidades: "Si hubiera hecho esto...", "Si hubiera dicho aquello..." "¿Por qué no elegí la otra opción?" "¿Por qué no callé a tiempo?". E incluso tratamos de autojustificanos, convencernos a nosotros mismos de que no fue una equivocación, de que obramos acertadamente, o de la única manera posible.

El arrepentimiento puede paralizarnos, convertirnos en estatuas de sal que sólo saben mirar hacia atrás, incapaces de superar el dolor, la pena o la vergüenza, propia o ajena, que pudieron provocar nuestros errores. Pero también, si aprendemos a sobrellevarlo, puede ser un motor, una fuerza que nos impulse a corregir las cosas que hicimos mal, o a intentar las que nunca hicimos.
Puede servirnos para ser más listos, y más sabios, para reconocer esa piedra que una vez nos hizo tropezar, y saber esquivarla.

lunes, 31 de mayo de 2010

Errare humanum est: El derecho a equivocarse

Todos cometemos errores.
Errores insignificantes, sin apenas relevancia para nadie, y errores tremendos, con cuyas consecuencias no deseadas debemos cargar, a veces, toda la vida.
Nos equivocamos por desconocimiento sobre las circunstancias o las personas, porque nos faltan datos, porque malinterpretamos los datos que nos llegan, porque no queremos ver la realidad tal y como es, porque nos falta tiempo para reaccionar adecuadamente, porque nos fallan los nervios o nos puede el temperamento, porque hablamos sin pensar, porque callamos cuando no deberíamos, porque sobrevaloramos nuestra capacidad para afrontar los acontecimientos, o la infravaloramos...
Cometemos errores de juicio y de actuación, y no siempre tenemos la capacidad de introspección y autocrítica necesaria para ser conscientes de ello.

Pero en cambio  somos muy rápidos en distinguir los errores de los demás, puesto que podemos contemplar las situaciones en su conjunto, y llegamos a ser muy perceptivos cuando nuestras emociones y motivaciones no están directamente en juego. Incluso algunos podemos tener clarísimas intuiciones o pálpitos ante determinadas situaciones que involucran a personas a las que apreciamos. A veces, hasta podemos darnos cuenta de que alguien cercano va a cometer un error antes de que lo haga, y advertirle.
Sólo que esas advertencias y consejos normalmente caen en saco roto. Porque los humanos somos así, y la visión de otra persona, por bienintencionada e imparcial que sea, nunca es igual a la de uno mismo. Ni mucho menos tiene en cuenta todos esos factores viscerales que nos llevan la mayoría de las veces a tomar decisiones. Y todos sentimos que hay áreas de nuestra vida (y nuestro camino espiritual es una de ellas) en las que nadie, por querido que nos sea o respetada que nos parezca su opinión en general, tiene derecho a entrometerse.
Así que no debemos enfadarnos porque no nos hagan caso, ni regodearnos cuando resultemos tener razón, ni sentirnos culpables por no haber podido evitar el mal trago a la otra persona. Cada cual tiene su propia vida, y sigue su propio camino, y quién sabe si ese tropiezo no le habrá alejado del sendero por el que iba a perderse, o si aprender a superar ese fallo no será lo que le haga salir indemne de alguna dura prueba vital.

La vida no es fácil. Muchas veces la experiencia directa, los tropiezos y los golpes son la única forma de aprender. Y cometer errores la única forma de no volver a caer en ellos más adelante, cuando quizá ya no sean reparables, o de superar otras situaciones para las que de otra manera no estaríamos preparados.
Todos tenemos derecho a aprender. Todos tenemos derecho a equivocarnos.

viernes, 14 de mayo de 2010

[En otras palabras] Apunte interior

Ligera como el aire, sin rumbo y sin equipaje. No sé dónde estaré mañana... no sé siquiera dónde estoy ahora. Pero qué importa el destino cuando es tan hermoso el viaje.

APUNTE INTERIOR


Hoy mi vida no tiene peso alguno:
es un viento, menos que un viento, menos
que una raya de luz.
Ahora ninguno
puede serme oneroso.
No hay terrenos
resquemores debajo de mi alma.

Mi sangre es una roja armonía viva.
Estoy en armonía con la brasa y la calma,
con la voz amorosa y la voz vengativa.  

Parece que mis manos no existieran, parece
que mi cuerpo nadara en un agua inocente.
Como un viento desnudo de mi corazón se mece
y hace sonar campanadas dulcemente.

Jorge Debravo

lunes, 10 de mayo de 2010

Semillas al viento


Los vientos del cambio soplan con fuerza, haciéndome volar, esparciendo mis pequeñas semillas hasta lejanas tierras fértiles que no puedo ni empezar a imaginar. Quién sabe dónde brotarán mis flores.

viernes, 7 de mayo de 2010

[En otras palabras] Reminiscencia

Por esas palabras que no esperaba escuchar, y sin embargo sonaron con el tono de un antiguo eco...

REMINISCENCIA

Un breve instante se cruzaron
tu mirada y la mía.

Y supe de repente
—no sé si tú también—
que en un tiempo
sin años ni relojes,
otro tiempo,
tus ojos y mis ojos
se habían encontrado,
y esto de ahora
no era más que un eco,
la ola que regresa,
atravesando mares,
hasta la antigua orilla.

Meira Delmar

lunes, 3 de mayo de 2010

Las ideas y las acciones (II): Heurísticos

Solemos pensar que somos personas lógicas, que tomamos decisiones racionales en la mayoría de los casos. Que antes de optar por una opción, o de darle una explicación a un hecho o a un comportamiento, sopesamos las alternativas y elegimos la más adecuada. Pero es mentira.

Los humanos no somos máquinas, no contemplamos todas las múltiples alternativas existentes ni le otorgamos el mismo valor a todas las explicaciones posibles. No estamos preparados para tener en cuenta la infinidad de factores que pueden estar influyendo en un momento dado, ni podríamos hacerlo sin que el proceso de razonar se volviera lento e ineficaz.

Así que usamos heurísticos.

Pero estos "atajos mentales" no nacen en el vacío. Dependen de nuestra cultura, de nuestra educación, de nuestra experiencia. Todo el tiempo tomamos decisiones basadas en datos que no tenían por qué ser correctos cuando los interiorizamos, o que pueden haber dejado de ser correctos con el tiempo. Y si no somos conscientes de ello, es fácil optar por la solución equivocada, o no llegar siquiera a percibir los nuevos datos que contradicen nuestra idea previa, de forma que habrán cursos de acción que no nos plantearemos como posibles, cuando podrían ser los más adecuados.

Tener una mente abierta no consiste en aceptar cualquier idea que nos propongan, sino en luchar contra nuestros propios heurísticos y examinar todas las posibilidades, incluso aquellas que van en contra de nuestras creencias e ideologías, pero especialmente aquellas que, por ir en su favor, nos gustan nada más conocerlas, puesto que eso significa que estamos predispuestos a aceptarlas, no por su valor o fiabilidad intrínsecos, sino porque encajan cómodamente con lo que ya tenemos interiorizado y no requieren esfuerzo a la hora de ponerlas en práctica.

Actuar conforme a lo que dicte la conciencia requiere primero de un examen de esa misma conciencia, que nos dé garantías de que no tratamos de esconder nuestros prejuicios o de evitar cambiar nuestra cómoda estructura mental, escudándonos en valores que asumimos como propios sólo porque justifican lo que deseamos.

lunes, 26 de abril de 2010

En piel ajena

Hay muchas cosas que pueden aprenderse por lo que se ha dado en llamar condicionamiento vicario. Forma una parte importantísima del proceso de nuestra educación cuando somos niños. Observamos a otros realizar determinadas conductas, y las consecuencias que éstas tienen para ellos reducirán (si son negativas) o aumentarán (si son benficiosas) nuestra probabilidad de imitar ese comportamiento. Podemos también reproducir acciones de los demás hasta completar una tarea que por nosotros mismos, sin modelo a seguir, no hubiéramos sabido realizar.

Sin embargo, cuando se trata de tomar decisiones adultas y responsables, no nos valen las experiencias de los demás. Por similar que pueda parecer el dilema o el contexto a algo vivido por otra persona, nunca será idéntico. Hasta el consejo mejor intencionado obvia la importancia de nuestra experiencia interna, subjetiva, que es un factor tan relevante como cualquier otro parámetro de la situación.

A veces, incluso, otras personas disponen de información que nosotros no tenemos sobre elementos que están en juego, pero conocerla por boca de otros nunca sustituye a la propia percepción, y no sirve, en la mayoría de los casos, para prevenirnos o evitar que hagamos lo que nuestra propia iniciativa nos impulsa a hacer. No tiene sentido quejarse a posteriori diciendo "si hubiera sabido entonces lo que sé ahora...", porque lo cierto es que ese conocimiento proviene justamente de la experiencia de haber actuado sin saberlo. Puede que hasta fuera necesaria, imprescindible, para asimilar y grabar la enseñanza.

Los conocimientos y las vivencias de los demás pueden ayudarnos en algunas ocasiones, pero cuando llega la hora de andar nuestro propio camino y cruzar nuestras propias puertas, no hay más salida que arriesgarse al ensayo y error, pasarlo mal, equivocarnos, trastabillar, tropezar y caernos mil veces para poder levantarnos de nuevo. Hay cosas que no se aprenden en piel ajena.

viernes, 23 de abril de 2010

[En otras palabras] Antecomienzo

De comienzo en comienzo, sin prisa pero sin pausa.

ANTECOMIENZO

No detenerse.
Y cuando ya parezca
que has naufragado para siempre en los ciegos meandros
de la luz, beber aún en la desposesión oscura,
en donde sólo nace el sol radiante de la noche.
Pues también está escrito que el que sube
hacia ese sol no puede detenerse
y va de comienzo en comienzo
por comienzos que no tienen fin.

José Ángel Valente

miércoles, 21 de abril de 2010

Las ideas y las acciones (I): Los actos equivocados por las razones correctas

No vemos el mundo tal como es, vemos el mundo tal como somos, dice, si mal no recuerdo, el Talmud. Y es una gran verdad. No sólo porque nuestras ideas cambien y den forma al mundo que nos rodea, sino sobre todo porque nuestros esquemas mentales sesgan nuestra percepción, influyendo en lo que vemos y lo que no, lo que recordamos y lo que olvidamos, la información que nos parece relevante y la que descartamos. E igualmente sesgan nuestros actos, puesto que tomaremos las decisiones basándonos en esas percepciones, en nuestra experiencia anterior y además en nuestras características de personalidad, ética individual y expectativas de lo que en nuestro entorno interpretarán de esos actos... e incluso en nuestro estado de ánimo del momento.

Si nos obsesionamos con algo, o contra algo, por legítima y positiva que creamos que sea nuestra actitud, corremos el riesgo de verlo por todas partes, de proyectar sobre gestos, actitudes, hechos y palabras irrelevantes e inocuas nuestro amor, o nuestro odio.

Y entonces hacemos cosas totalmente contraproducentes. Como tratar de cambiar la mentalidad de los demás de un día para otro, haciendo que lo que pretendíamos eliminar, y que a lo mejor ya estaba diluyéndose por efecto del tiempo y la convivencia, se convierta en distintivo y en algo a lo que aferrarse para evitar la imposición externa. O emplear incorrectamente un lenguaje asentado y ya invisible por otro que, de tan artificial, remarca las diferencias que supuestamente queremos borrar. O decidir que las buenas cualidades van asociadas a la moral religiosa y al temor de Dios y sin fe no habría ética.

O pretender que la fuerza, la autoridad, el valor y la violencia son características masculinas, mientras que la dulzura, la sumisión, la paciencia y la ternura son características femeninas. Que cualquier Dios es patriarcal y represor y cualquier Diosa todo bondad y amor. Que el "poder femenino" es distinto del poder masculino, y ser mujer es más noble o mejor que ser hombre. Que "debes aceptarte como mujer" en vez de luchar para ser mejor persona. Como si la espiritualidad no fuese parte de todos y cada uno de nosotros independientemente de los cromosomas y los genitales que tengamos o dejemos de tener.

El mundo no será más justo hasta que dejemos de buscar revancha por agravios que sólo están en nuestra cabeza y empecemos a trabajar para mejorar el futuro.

viernes, 16 de abril de 2010

[En otras palabras] Pájaros y mariposas...

Porque siento la cabeza llena de mariposas que ansían volar...

Pájaros y mariposas,
brisas y vendavales,
sueños y ambiciones locas
siento llegar en mis viajes,
por las rutas del campo de mi existencia.
Algunos dejan canciones y esperanzas
en los surcos de mi tierra,
otros me dejan perfumes de nostalgias.
La brisa va acariciando la corola
con dedos suaves de hada buena
los pétalos de mis rosas,
y la fragancia de mis blancas violetas.
Mis sueños son mariposas,
Inquietas y coloridas
que forman, en mí, las olas
de un hontanar de sonrisas.
Las ambiciones se alargan en el mar de mi presencia
y hacenme sentir que el destino sólo se puede alcanzar
por los sendas suaves de la tierra, onduladas mas serenas
o por las burbujeantes avenidas del ponto inmenso del mar.

Zacarías Palacios

miércoles, 14 de abril de 2010

Muros y puertas

Todo muro es una puerta

Ralph Waldo Emerson

Algunos muros pueden ser derribados, otros pueden ser saltados, otros escalados, pasito a pasito y con mucha calma, hasta alcanzar la cima y pasar al otro lado.
A veces, sin embargo, nos encontraremos con muros tan altos que no logramos ver dónde terminan y tan gruesos que todos nuestros esfuerzos no hacen mella en sus piedras. Pero si tenemos paciencia y no les damos la espalda, si logramos no caer en la desesperación de arrojarnos contra el muro hasta despellejarnos, en el arrogante desdén de fingir que el muro no existe, ni en el conformismo de autoconvencernos de que da lo mismo porque tenemos todo lo que necesitamos a este lado... tarde o temprano encontraremos la puerta que al principio no éramos capaces de ver.
Y, mientras la buscamos, descubriremos que el muro es más que una barrera, que es, en cierta forma, una encrucijada.

A veces, lo que pensamos que nos detiene no es más que la forma que tiene la vida de decirnos que esto no consiste en quemar etapas, que esperemos un poco, que aún tenemos algo que aprender.

lunes, 12 de abril de 2010

De las advocaciones de la Madre Tierra

Cuando se habla de sincretismo, solemos olvidar que muchas de las cosas que parecen coincidencias entre diferentes panteones pueden tener un origen común, no en una cultura específica, sino en las experiencias cotidianas de distintos pueblos, que, al fin y al cabo, tienen igual capacidad de raciocinio, se desenvuelven en entornos similares y dependen para su supervivencia de las mismas cosas. Posteriormente, el contacto entre estos pueblos causaría el trasvase y ampliación de mitos y ritos, pero si eso fue posible es porque, en la base, ya existían similitudes.

La diosa madre Tierra y sus nombres o advocaciones.

La progresiva secularización de la tierra incapacita al hombre occidental de nuestro tiempo para captar el mensaje de la “tierra” en cuanto numinosa o divina, sintonizado con nitidez por los hombres de todos los continentes en el mundo arcaico. La Tierra no es una deidad conceptual como por ej., -en gran medida- Gea o Rea, otras divinidades de la “tierra” con esta palabra en su mismo nombre. La diosa madre Tierra encierra en sus entrañas el misterio de la vegetación -muerte invernal y resurgimiento primaveral-, del cultivo de los campos (diosa agraria), del hombre que viene de la tierra, vive sobre la tierra (durante el poleolítico, etc., dentro de sus entrañas, en las cavernas), y a ella retorna (fecundidad humana, creencias escatológicas).

La naturaleza analógica del conocimiento racional de la divinidad explica que unos llegaran hasta ella a partir de la tierra y de los fenómenos agrarios, desde la vegetación. No sólo fue punto de partida, sino incluso el molde conformador de sus principales atributos, festividades, etc... La divinidad concebida así recibe varias designaciones, vinculadas a otras tantas diosas madres Tierra veneradas en sus respectivas religiones, al principio sólo telúricas, más tarde también mistéricas, por ejemplo, Deméter, Terra, Tellus, Mater Magna, Isis, Cibeles, Atargatis, Semele, Bona Dea, , etc., por circunscribirme a la cuenca mediterránea. Como es obvio, el sentido religioso primario o subjetivo e interno cuajó muy pronto en concreciones objetivas tanto en el espacio (templos) como en el tiempo (fiestas) sin olvidar los mitos, los ritos y las personas consagradas temporal o vitaliciamente a su servicio.

Manuel Guerra Gómez 
El sacerdocio femenino (en las religiones greco-romanas y en el cristianismo de los primeros siglos).
Primera Parte: El sacerdocio en las religiones telúrico-mistéricas.
Cap. 1: La Diosa madre Tierra y sus sacerdotisas

viernes, 9 de abril de 2010

[En otras palabras] La vida hoy tiene ritmo...

Porque no tiene sentido forzar la marcha, imponer al tiempo la propia voluntad. La vida tiene el ritmo que tiene, y el despertar de la primavera no es menos intenso ni menos poderoso por ir despacio. El brote que crece insidioso acabará por romper la piedra.

La vida hoy tiene ritmo
de ondas que pasan,
de olitas temblorosas
que fluyen y se alcanzan.
La vida hoy tiene el ritmo de los ríos,
la risa de las aguas
que entre los verdes junquerales corren,
y entre las verdes cañas.
Sueño florido lleva el manso viento;
bulle la savia joven en las nuevas ramas;
tiemblan alas y frondas,
y la mirada sagital del águila
no encuentra presa..., trema el campo en sueños,
vibra el sol como un arpa.
¡Fugitiva ilusión de ojos guerreros
que por las selvas pasas
a la hora del cenit: tiemble en mi pecho
el oro de tu aljaba!
En tus labios florece la alegría
de los campos en flor; tu veste alada
aroman las primeras velloritas,
las violetas perfuman tus sandalias.
Yo he seguido tus pasos en el viejo bosque,
arrebatados tras la corza rápida,
y los ágiles músculos rosados
de tus piernas silvestres entre verdes ramas.
¡Pasajera ilusión de ojos guerreros
que por las selvas pasas,
cuando la tierra reverdece y ríen
los ríos en las cañas!
¡Tiemble en mi pecho el oro
que llevas en tu aljaba!

Antonio Machado

lunes, 5 de abril de 2010

Verdades

Nos hemos acostumbrado a esconder las verdades tras una cortina de medias palabras, insinuaciones, artificios, fingimientos y disimulos. Nos hemos acostumbrado a tener que buscar las verdades cribándolas entre las mentiras. Y eso nos ha hecho olvidar que, sin nuestra intervención, sin nuestra retórica, la verdad brilla con luz propia.

Antes de ponernos a descifrar misteriosas claves, leamos lo que el texto nos dice. Antes de ponernos a rebuscar en los rincones buscando verdades ocultas, fijémonos en lo que está ante nuestros ojos.

lunes, 29 de marzo de 2010

El arte y la magia

Arte.

(Del lat. ars, artis, y este calco del gr. τέχνη).

1. amb. Virtud, disposición y habilidad para hacer algo.
2. amb. Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
3. amb. Conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien algo.
4. amb. Maña, astucia.
5. amb. Disposición personal de alguien. Buen, mal arte
6. amb. Instrumento que sirve para pescar. U. m. en pl.
7. amb. rur. Man. noria (‖ máquina para subir agua).
8. amb. desus. Libro que contiene los preceptos de la gramática latina.
9. amb. pl. Lógica, física y metafísica. Curso de artes

Cuando nos referimos a la magia como "el Arte" (aparte de estar traduciendo sin muchos miramientos un apócope inglés) solemos estar mezclando las acepciones 1, 3 y 4. Normalmente consideramos la magia como un conjunto de reglas que, sumado, bien a la habilidad del practicante, bien a su maña o astucia, o quizá a ambas cosas, le permite obtener una serie de resultados deseados.

Sin embargo, la magia tiene mucha más relación con la segunda acepción. Se parece más a una interpretación hecha con los recursos mentales y culturales de que disponemos, siempre personal aunque parte sea transmitida o tradicional, de algo que apenas alcanzamos a rozar, algo real e imaginado a partes iguales (¿y quién dice que en determinados contextos no sean la misma cosa?). 

La poesía, la pintura, la escultura, la música... todas las artes tienen mucho de mágico en sí mismas. Un auténtico artista obtiene vislumbres de realidades que están más allá de la experiencia común de la mayoría de las personas. Y no sólo eso, sino que puede llegar a transmitirlos con su obra, de una manera racional, simbólica o puramente emocional, haciendo entrar a otros en contacto con la maravilla, aún sin que sepan lo que están viendo. Aportando belleza al mundo, y también enseñando valiosas lecciones a quien sepa buscarlas.

Podemos encontrar obras de arte que resuenan con cosas que hemos aprendido, cosas que hemos olvidado, cosas que forman parte de lo que somos, o de lo que vamos a ser. Podemos descubrir en unas palabras, unas notas o una imagen, cosas más relevantes, y que nos aportarán más, que seguir todos los preceptos.

viernes, 26 de marzo de 2010

[En otras palabras] La ciencia y la fe, según Francisco J. Ayala

La realidad es un prisma de múltiples facetas. Mirarlo desde un sólo punto de vista nos enseñará muchas cosas, pero es cuando cambiamos de enfoque cuando empezamos a comprender su complejidad. Nunca podremos saberlo todo, pero la espiritualidad no está para rellenar los huecos que deja la ciencia en sus explicaciones, sino para otorgarnos otra mirada diferente a los mismos fenómenos. La ciencia nos da respuestas, la fe nos abre los ojos a las preguntas. Confundirlas es tan malo como rechazar la importancia de cualquiera de las dos.
Yo sostengo que la ciencia y las creencias religiosas no tienen por qué estar en contradicción. Adecuadamente entendidas, no pueden estarlo, porque la ciencia y la religión atañen asuntos diferentes. La ciencia se refiere a los procesos que representan el mundo natural: el movimiento de los planetas, la composición de la materia y el espacio, el origen y la función de los organismos. La religión se refiere al significado y al propósito del mundo y de la vida humana, la relación adecuada de las personas con su Creador y entre sí, y los valores morales que inspiran y gobiernan las vidas de las personas.

Sólo cuando se hacen afirmaciones más allá de las fronteras legítimas de ambas materias, la religión y la ciencia, y la teoría de la evolución en particular, parecen ser antitéticos. Ciencia y religión son como dos ventanas desde las que miramos el mundo. Vemos diferentes aspectos de la realidad a través de ellas, pero el mundo que vemos es sólo uno y el mismo. Consideremos una pintura, como el Guernica de Picasso. Supongamos que hago una lista de todas las características de las imágenes representadas en el cuadro, su forma y tamaño, los pigmentos utilizados, y la calidad y dimensiones de este inmenso lienzo, que mide unos 8 por 3.5 metros. Esta información sería interesante, pero sería poco satisfactorio omitir por completo las consideraciones estéticas, y no reflexionar sobre el sentido de esta obra y su motivación, el dramático mensaje acerca de la inhumanidad del hombre contra el hombre transmitido por la figura extendida de la madre tirando de su bebé muerto, los bramantes rostros humanos, el caballo herido, y la imagen satánica del toro.

El asunto es que la descripción física de la pintura no nos dice nada (por sí misma no puede decirnos nada) sobre el valor estético o histórico del Guernica, ni tampoco, por otra parte, la estética o el sentido deseado por el autor determinan las características físicas de la pintura. Sea el Guernica una metáfora de lo que deseo explicar. El conocimiento científico, como la descripción del tamaño, los materiales y la geometría del Guernica, es satisfactorio y útil, pero una vez que la ciencia ha explicado su parte, aún queda mucho acerca de la realidad que es de interés: cuestiones sobre el valor, el significado y el propósito de las cosas, que trascienden el ámbito de la ciencia.

La relación adecuada entre ciencia y religión puede ser, para las personas de fe, de mutua motivación e inspiración. La ciencia puede inspirar las creencias y el comportamiento religioso, de tal modo que respondemos con recogimiento a la inmensidad del universo, la maravillosa diversidad y adaptación de los organismos, y las maravillas del cerebro y la mente humana. La religión promueve la reverencia por la creación, la humanidad y el medio ambiente. La religión puede ser una fuerza motivadora y fuente de inspiración para la investigación científica, y puede mover a los científicos a investigar el mundo maravilloso de la creación y a resolver los enigmas a los que nos enfrentamos.

Discurso del profesor Francisco J. Ayala
al recibir el Premio Templeton
25 de marzo de 2010

lunes, 22 de marzo de 2010

Las primeras flores

El invierno ha sido tan largo como fue el verano, e igualmente intenso, pero ya empiezan a brotar las flores. Éstos son sólo los primeros colores de la primavera. Tuve que esperar hasta el mismo día del equinoccio y andar mucho para encontrar las suficientes como para poder llevarme algunas. Pero el sol ya ha teñido el valle de verde brillante, y, poco a poco, más flores van saliendo a la luz para llenarme los ojos de alegría.




Sé que el invierno nunca dura para siempre, y que las tormentas, al tiempo que arrastran, nutren semillas ocultas. Pronto a muchas más cosas les llegará el tiempo de florecer y mostrar colores nunca vistos.

viernes, 19 de marzo de 2010

[En otras palabras] Trilce

Porque a veces parece que estoy corriendo hasta agotarme tratando de llegar hasta un lugar que se escapa como el agua entre los dedos....

TRILCE

Hay un lugar que yo me sé
en este mundo, nada menos,
adonde nunca llegaremos.

Donde, aun si nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.

Es ese sitio que se ve
a cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.

Más acá de mí mismo y de
mi par de yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.

Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.

El horizonte color té
se muere por colonizarle
para su gran Cualquiera parte.

Mas el lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
hombreado va con los reversos.

—Cerrad aquella puerta que
está entreabierta en las entrañas
de ese espejo. —¿Está?— No; su hermana.

—No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
do van en rama los pestillos.

Tal es el lugar que yo me sé.

César Vallejo

lunes, 15 de marzo de 2010

Humanos

Somos humanos, estamos vivos, algún día (probablemente antes de lo que nos gustaría) estaremos muertos. Y, mientras tanto, dependemos de lo que nos rodea para seguir viviendo. Dependemos de la naturaleza, de los limitados recursos que podamos obtener, de la sociedad, de los conocimientos transmitidos por otros humanos a lo largo de los milenios y de los que podamos adquirir por nosotros mismos en el corto tiempo que nos ha tocado vivir. Podemos progresar, podemos aprender, podemos pasar el testigo a la siguiente generación, dándoles mejores oportunidades para salir adelante. Pero no podemos cambiar lo que somos. Seres mortales. Seres que tienen en este planeta el único hogar en el que desarrollar sus siempre demasiado breves existencias. Podremos ser tan diferentes como la genética, la geografía, la historia y la cultura nos hayan hecho. Pero en el fondo somos todos iguales. Humanos, al fin y al cabo. Criaturas vivientes, dependientes del entorno, que más temprano que tarde exhalarán su último aliento.

Nuestras raíces son las mismas, todos los seres humanos tenemos similares miedos y esperanzas. Vivimos bajo el mismo sol, vemos crecer y menguar la misma luna. Nos sentimos revivir con las primeras flores de la primavera, nos alimentamos de los frutos de la cosecha, nos aletargamos cuando bajan las temperaturas. Pasamos hambre, sed, calor, frío, el agua nos moja y el fuego nos quema. Somos hermanos, todos, en más de un sentido. Porque provenimos de los mismos ancestros, porque estamos íntimamente ligados a la misma Tierra. Porque nacemos todos igual de indefensos, y todos igualmente morimos.

Podemos levantar entre nosotros los muros que queramos, inventar las historias y agravios que queramos, señalar con el dedo, acusar cuanto queramos. Los múltiples intentos de hacer clasificaciones, distinciones entre unas personas y otras tomando en consideración su sexo, su religión, su cultura o el color de su piel no son más que una forma de engañarnos y controlarnos, dándole más importancia de la que tienen a detalles que son insignificantes. Que pueden maquillar, pero no ocultar, la evidencia de que, en lo esencial, nada nos separa.

lunes, 8 de marzo de 2010

[Música] Music for found harmonium - Walk, don't run

Terrafolk es un grupo esloveno de folk (evidentemente) balcánico, a cuyo estilo me enganché hace unos meses. Aparte de sus propias composiciones, hacen estupendas versiones que, a mi juicio, llegan a superar el original.

Ésta que os traigo es una mezcla de dos canciones que ya tienen algún tiempo: Una del 82, Music for a found harmonium, de la Penguin Cafe Orchestra, y la otra, Walk, don't run, es un tema de 1955, compuesto por un tal Johnny Smith, que se hizo famoso en la versión que The Ventures grabaron en los 60 (y que Penguin Cafe Orchestra también versionó posteriormente).

De alguna extraña manera, la combinación de ambas canciones consigue dar la impresión de un inevitable orden surgiendo del caos, como un brillante sol que aparece entre las nubes. Cuando la escucho, algo me impulsa a dar vueltas y vueltas, me vienen a la mente imágenes de prados verdes y agua que corre, y tengo la sensación de cierta savia nueva corriendo por mis venas. Es una música que siempre me hace pensar en la primavera.


viernes, 5 de marzo de 2010

[En otras palabras] Detrás de aquella puerta

Porque cada elección que hice me ha traído a donde estoy, y no me arrepiento de la dirección que tomé en ninguna encrucijada. Porque sé que el camino que he decidido seguir hubiera llegado a mí de cualquier manera, y no deseo retroceder ni un sólo paso.

DETRÁS DE AQUELLA PUERTA

En algún lugar del gran muro inconcluso está la puerta,
aquella que no abriste
y que arroja su sombra de guardiana implacable en el revés de todo tu destino.
Es tan sólo una puerta clausurada en nombre del azar,
pero tiene el color de la inclemencia
y semeja una lápida donde se inscribe a cada paso lo imposible.
Acaso ahora cruja con una melodía incomparable contra el oído contra el oído de tu ayer,
acaso resplandezca como un ídolo de oro bruñido por las cenizas del adiós,
acaso cada noche esté a punto de abrirse en la pared final del mismo sueño
y midas su poder contra tus ligaduras como un desdichado Ulises.
Es tan sólo un engaño,
una fabulación del viento entre los intersticios de una historia baldía,
refracciones falaces que surgen del olvido cuando lo roza la nostalgia.
Esa puerta no se abre hacia ningún retorno;
no guarda ningún molde intacto bajo el pálido rayo de la ausencia.
No regreses entonces como quien al final de un viaje erróneo
—cada etapa un espejo equivocado que te sustrajo el mundo—
descubriera el lugar donde perdió la llave y trocó por un nombre confuso la consigna.
¿Acaso cada paso que diste no cambió, como en un ajedrez,
la relación secreta de las piezas que trazaron el mapa de toda la partida?
No te acerques entonces con tu ofrenda de tierras arrasadas,
con tu cofre de brasas convertidas en piedras de expiación;
no transformes tus otros precarios paraísos en páramos y exilios,
porque también, también serán un día el muro y la añoranza.
Esa puerta es sentencia de plomo; no es pregunta.
Si consigues pasar,
encontrarás detrás, una tras otra, las puertas que elegiste.

Olga Orozco