lunes, 1 de marzo de 2010

Tormentas

A veces hace falta que la lluvia lave la tierra, e incluso que se desborden los diques y surjan torrentes que arrastren todas esas cosas superfluas que vamos acumulando en nuestro interior. Que el agua nutra nuestros campos, aunque los anegue. Que el frío nos haga refugiarnos, para que nos tomemos tiempo para reposar.

Hay tormentas que son necesarias para limpiar la atmósfera enrarecida y enseñarnos en qué terrenos no vale la pena construir. Para que, cuando salga el sol, sepamos apreciar su calor.

5 comentarios:

Vaelia dijo...

Coincido contigo, la lluvia limpia, la tormenta arrastra, como apartando furiosa, aquello que no puede mirarla a los ojos y permanecer en pie.Luego, el sol vuelve a aparecer.

De todos modos te aseguro que no necesitaba que no escribieras para echar de menos leer tus palabras...

Un abrazo,
Vae.

Violeta dijo...

Más bien da la sensación últimamente de que la furia ya no puede ser contenida

Me alegra tu vuelta ;)

Karla dijo...

Hermoso... en total acuerdo contigo.
_______________


Viole... más que furia, creo que el mundo tiene un mecanismo de defensa y autorenovación que termina por purificarlo todo.

Sibila dijo...

Me alegra que os guste. He tenido mucho que vivir en estas últimas semanas, pero vuelvo con fuerzas. Las tormentas remueven muchas cosas, fuera y dentro.

Saludos a todas. :)

Violeta dijo...

Karla, tu eufemismo purificar es mucho más bonito que lo que he dicho y más en consonancia estética con lo que escribe Sibila. En la defensa del mundo hay ataque, si bien es una consecuencia de nuestra negligencia, como simples humanos no virtuosos. No hay condescendencia en el mundo, no se purifica para que resulte más placentero luego vivir en él, es un aviso, uno, luego vendrán más si seguimos así y no habrá conmiseración que nos salve, la tierra no entiende de eso, no se congratula ni se alía con los hombres (eso solo pasa en Avatar), la tierra los castiga por sus actos malvados. Tiene paciencia pero también memoria. Es salvaje. Pero pensamos que cuando eso se produzca ya no estaremos aquí, eso nos amortigua. Para eso -el fin- queda tanto... decimos. Pero nada garantiza que mañana salga el sol -no lo prueba el hecho de que hasta ahora haya salido-, solo confiamos.