lunes, 29 de marzo de 2010

El arte y la magia

Arte.

(Del lat. ars, artis, y este calco del gr. τέχνη).

1. amb. Virtud, disposición y habilidad para hacer algo.
2. amb. Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
3. amb. Conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien algo.
4. amb. Maña, astucia.
5. amb. Disposición personal de alguien. Buen, mal arte
6. amb. Instrumento que sirve para pescar. U. m. en pl.
7. amb. rur. Man. noria (‖ máquina para subir agua).
8. amb. desus. Libro que contiene los preceptos de la gramática latina.
9. amb. pl. Lógica, física y metafísica. Curso de artes

Cuando nos referimos a la magia como "el Arte" (aparte de estar traduciendo sin muchos miramientos un apócope inglés) solemos estar mezclando las acepciones 1, 3 y 4. Normalmente consideramos la magia como un conjunto de reglas que, sumado, bien a la habilidad del practicante, bien a su maña o astucia, o quizá a ambas cosas, le permite obtener una serie de resultados deseados.

Sin embargo, la magia tiene mucha más relación con la segunda acepción. Se parece más a una interpretación hecha con los recursos mentales y culturales de que disponemos, siempre personal aunque parte sea transmitida o tradicional, de algo que apenas alcanzamos a rozar, algo real e imaginado a partes iguales (¿y quién dice que en determinados contextos no sean la misma cosa?). 

La poesía, la pintura, la escultura, la música... todas las artes tienen mucho de mágico en sí mismas. Un auténtico artista obtiene vislumbres de realidades que están más allá de la experiencia común de la mayoría de las personas. Y no sólo eso, sino que puede llegar a transmitirlos con su obra, de una manera racional, simbólica o puramente emocional, haciendo entrar a otros en contacto con la maravilla, aún sin que sepan lo que están viendo. Aportando belleza al mundo, y también enseñando valiosas lecciones a quien sepa buscarlas.

Podemos encontrar obras de arte que resuenan con cosas que hemos aprendido, cosas que hemos olvidado, cosas que forman parte de lo que somos, o de lo que vamos a ser. Podemos descubrir en unas palabras, unas notas o una imagen, cosas más relevantes, y que nos aportarán más, que seguir todos los preceptos.

viernes, 26 de marzo de 2010

[En otras palabras] La ciencia y la fe, según Francisco J. Ayala

La realidad es un prisma de múltiples facetas. Mirarlo desde un sólo punto de vista nos enseñará muchas cosas, pero es cuando cambiamos de enfoque cuando empezamos a comprender su complejidad. Nunca podremos saberlo todo, pero la espiritualidad no está para rellenar los huecos que deja la ciencia en sus explicaciones, sino para otorgarnos otra mirada diferente a los mismos fenómenos. La ciencia nos da respuestas, la fe nos abre los ojos a las preguntas. Confundirlas es tan malo como rechazar la importancia de cualquiera de las dos.
Yo sostengo que la ciencia y las creencias religiosas no tienen por qué estar en contradicción. Adecuadamente entendidas, no pueden estarlo, porque la ciencia y la religión atañen asuntos diferentes. La ciencia se refiere a los procesos que representan el mundo natural: el movimiento de los planetas, la composición de la materia y el espacio, el origen y la función de los organismos. La religión se refiere al significado y al propósito del mundo y de la vida humana, la relación adecuada de las personas con su Creador y entre sí, y los valores morales que inspiran y gobiernan las vidas de las personas.

Sólo cuando se hacen afirmaciones más allá de las fronteras legítimas de ambas materias, la religión y la ciencia, y la teoría de la evolución en particular, parecen ser antitéticos. Ciencia y religión son como dos ventanas desde las que miramos el mundo. Vemos diferentes aspectos de la realidad a través de ellas, pero el mundo que vemos es sólo uno y el mismo. Consideremos una pintura, como el Guernica de Picasso. Supongamos que hago una lista de todas las características de las imágenes representadas en el cuadro, su forma y tamaño, los pigmentos utilizados, y la calidad y dimensiones de este inmenso lienzo, que mide unos 8 por 3.5 metros. Esta información sería interesante, pero sería poco satisfactorio omitir por completo las consideraciones estéticas, y no reflexionar sobre el sentido de esta obra y su motivación, el dramático mensaje acerca de la inhumanidad del hombre contra el hombre transmitido por la figura extendida de la madre tirando de su bebé muerto, los bramantes rostros humanos, el caballo herido, y la imagen satánica del toro.

El asunto es que la descripción física de la pintura no nos dice nada (por sí misma no puede decirnos nada) sobre el valor estético o histórico del Guernica, ni tampoco, por otra parte, la estética o el sentido deseado por el autor determinan las características físicas de la pintura. Sea el Guernica una metáfora de lo que deseo explicar. El conocimiento científico, como la descripción del tamaño, los materiales y la geometría del Guernica, es satisfactorio y útil, pero una vez que la ciencia ha explicado su parte, aún queda mucho acerca de la realidad que es de interés: cuestiones sobre el valor, el significado y el propósito de las cosas, que trascienden el ámbito de la ciencia.

La relación adecuada entre ciencia y religión puede ser, para las personas de fe, de mutua motivación e inspiración. La ciencia puede inspirar las creencias y el comportamiento religioso, de tal modo que respondemos con recogimiento a la inmensidad del universo, la maravillosa diversidad y adaptación de los organismos, y las maravillas del cerebro y la mente humana. La religión promueve la reverencia por la creación, la humanidad y el medio ambiente. La religión puede ser una fuerza motivadora y fuente de inspiración para la investigación científica, y puede mover a los científicos a investigar el mundo maravilloso de la creación y a resolver los enigmas a los que nos enfrentamos.

Discurso del profesor Francisco J. Ayala
al recibir el Premio Templeton
25 de marzo de 2010

lunes, 22 de marzo de 2010

Las primeras flores

El invierno ha sido tan largo como fue el verano, e igualmente intenso, pero ya empiezan a brotar las flores. Éstos son sólo los primeros colores de la primavera. Tuve que esperar hasta el mismo día del equinoccio y andar mucho para encontrar las suficientes como para poder llevarme algunas. Pero el sol ya ha teñido el valle de verde brillante, y, poco a poco, más flores van saliendo a la luz para llenarme los ojos de alegría.




Sé que el invierno nunca dura para siempre, y que las tormentas, al tiempo que arrastran, nutren semillas ocultas. Pronto a muchas más cosas les llegará el tiempo de florecer y mostrar colores nunca vistos.

viernes, 19 de marzo de 2010

[En otras palabras] Trilce

Porque a veces parece que estoy corriendo hasta agotarme tratando de llegar hasta un lugar que se escapa como el agua entre los dedos....

TRILCE

Hay un lugar que yo me sé
en este mundo, nada menos,
adonde nunca llegaremos.

Donde, aun si nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.

Es ese sitio que se ve
a cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.

Más acá de mí mismo y de
mi par de yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.

Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.

El horizonte color té
se muere por colonizarle
para su gran Cualquiera parte.

Mas el lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
hombreado va con los reversos.

—Cerrad aquella puerta que
está entreabierta en las entrañas
de ese espejo. —¿Está?— No; su hermana.

—No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
do van en rama los pestillos.

Tal es el lugar que yo me sé.

César Vallejo

lunes, 15 de marzo de 2010

Humanos

Somos humanos, estamos vivos, algún día (probablemente antes de lo que nos gustaría) estaremos muertos. Y, mientras tanto, dependemos de lo que nos rodea para seguir viviendo. Dependemos de la naturaleza, de los limitados recursos que podamos obtener, de la sociedad, de los conocimientos transmitidos por otros humanos a lo largo de los milenios y de los que podamos adquirir por nosotros mismos en el corto tiempo que nos ha tocado vivir. Podemos progresar, podemos aprender, podemos pasar el testigo a la siguiente generación, dándoles mejores oportunidades para salir adelante. Pero no podemos cambiar lo que somos. Seres mortales. Seres que tienen en este planeta el único hogar en el que desarrollar sus siempre demasiado breves existencias. Podremos ser tan diferentes como la genética, la geografía, la historia y la cultura nos hayan hecho. Pero en el fondo somos todos iguales. Humanos, al fin y al cabo. Criaturas vivientes, dependientes del entorno, que más temprano que tarde exhalarán su último aliento.

Nuestras raíces son las mismas, todos los seres humanos tenemos similares miedos y esperanzas. Vivimos bajo el mismo sol, vemos crecer y menguar la misma luna. Nos sentimos revivir con las primeras flores de la primavera, nos alimentamos de los frutos de la cosecha, nos aletargamos cuando bajan las temperaturas. Pasamos hambre, sed, calor, frío, el agua nos moja y el fuego nos quema. Somos hermanos, todos, en más de un sentido. Porque provenimos de los mismos ancestros, porque estamos íntimamente ligados a la misma Tierra. Porque nacemos todos igual de indefensos, y todos igualmente morimos.

Podemos levantar entre nosotros los muros que queramos, inventar las historias y agravios que queramos, señalar con el dedo, acusar cuanto queramos. Los múltiples intentos de hacer clasificaciones, distinciones entre unas personas y otras tomando en consideración su sexo, su religión, su cultura o el color de su piel no son más que una forma de engañarnos y controlarnos, dándole más importancia de la que tienen a detalles que son insignificantes. Que pueden maquillar, pero no ocultar, la evidencia de que, en lo esencial, nada nos separa.

lunes, 8 de marzo de 2010

[Música] Music for found harmonium - Walk, don't run

Terrafolk es un grupo esloveno de folk (evidentemente) balcánico, a cuyo estilo me enganché hace unos meses. Aparte de sus propias composiciones, hacen estupendas versiones que, a mi juicio, llegan a superar el original.

Ésta que os traigo es una mezcla de dos canciones que ya tienen algún tiempo: Una del 82, Music for a found harmonium, de la Penguin Cafe Orchestra, y la otra, Walk, don't run, es un tema de 1955, compuesto por un tal Johnny Smith, que se hizo famoso en la versión que The Ventures grabaron en los 60 (y que Penguin Cafe Orchestra también versionó posteriormente).

De alguna extraña manera, la combinación de ambas canciones consigue dar la impresión de un inevitable orden surgiendo del caos, como un brillante sol que aparece entre las nubes. Cuando la escucho, algo me impulsa a dar vueltas y vueltas, me vienen a la mente imágenes de prados verdes y agua que corre, y tengo la sensación de cierta savia nueva corriendo por mis venas. Es una música que siempre me hace pensar en la primavera.


viernes, 5 de marzo de 2010

[En otras palabras] Detrás de aquella puerta

Porque cada elección que hice me ha traído a donde estoy, y no me arrepiento de la dirección que tomé en ninguna encrucijada. Porque sé que el camino que he decidido seguir hubiera llegado a mí de cualquier manera, y no deseo retroceder ni un sólo paso.

DETRÁS DE AQUELLA PUERTA

En algún lugar del gran muro inconcluso está la puerta,
aquella que no abriste
y que arroja su sombra de guardiana implacable en el revés de todo tu destino.
Es tan sólo una puerta clausurada en nombre del azar,
pero tiene el color de la inclemencia
y semeja una lápida donde se inscribe a cada paso lo imposible.
Acaso ahora cruja con una melodía incomparable contra el oído contra el oído de tu ayer,
acaso resplandezca como un ídolo de oro bruñido por las cenizas del adiós,
acaso cada noche esté a punto de abrirse en la pared final del mismo sueño
y midas su poder contra tus ligaduras como un desdichado Ulises.
Es tan sólo un engaño,
una fabulación del viento entre los intersticios de una historia baldía,
refracciones falaces que surgen del olvido cuando lo roza la nostalgia.
Esa puerta no se abre hacia ningún retorno;
no guarda ningún molde intacto bajo el pálido rayo de la ausencia.
No regreses entonces como quien al final de un viaje erróneo
—cada etapa un espejo equivocado que te sustrajo el mundo—
descubriera el lugar donde perdió la llave y trocó por un nombre confuso la consigna.
¿Acaso cada paso que diste no cambió, como en un ajedrez,
la relación secreta de las piezas que trazaron el mapa de toda la partida?
No te acerques entonces con tu ofrenda de tierras arrasadas,
con tu cofre de brasas convertidas en piedras de expiación;
no transformes tus otros precarios paraísos en páramos y exilios,
porque también, también serán un día el muro y la añoranza.
Esa puerta es sentencia de plomo; no es pregunta.
Si consigues pasar,
encontrarás detrás, una tras otra, las puertas que elegiste.

Olga Orozco

lunes, 1 de marzo de 2010

Tormentas

A veces hace falta que la lluvia lave la tierra, e incluso que se desborden los diques y surjan torrentes que arrastren todas esas cosas superfluas que vamos acumulando en nuestro interior. Que el agua nutra nuestros campos, aunque los anegue. Que el frío nos haga refugiarnos, para que nos tomemos tiempo para reposar.

Hay tormentas que son necesarias para limpiar la atmósfera enrarecida y enseñarnos en qué terrenos no vale la pena construir. Para que, cuando salga el sol, sepamos apreciar su calor.