lunes, 25 de enero de 2010

Dicotomías y maniqueísmos (II): Bien y Mal absolutos

Decía el otro día que el pensamiento dicotómico tiene la consecuencia directa de dividir el mundo en dos mitades, separando cosas que no siempre son tan distintas como parecen, y juntando otras que no siempre tienen tanto en común.
El siguiente paso, después de olvidarnos de que toda clasificación es artificial, es asignarle a las categorías que hemos construido un juicio de valor. Tenemos dos polos opuestos, así que necesariamente, uno ha de ser bueno, y el otro malo. Y ahí estamos de nuevo: usando un cerebro evolucionado para distinguir en términos de "comida rica y buena/comida que me pone enfermo" o "animal que comer/animal que me come", para cosas mucho más complejas, y cometiendo los errores inevitables.

Porque no siempre está claro qué es lo Bueno y qué es lo Malo. ¿Acaso es mejor la montaña que el valle, el mar que el río, o la flor que la fruta? Y todo se vuelve mucho más difícil aún cuando hablamos de personas. Desde lo que no podemos cambiar (¿es mejor ser rubio que moreno, alto que bajo, mujer que hombre?) a cosas menos innatas (¿es mejor ser impulsivo que reflexivo, silencioso que hablador, confiado que receloso?) o comportamientos concretos (¿es mejor arriesgarse que esperar, enseñar que aprender, respetar la tradición que innovar?). 
E incluso aunque logremos encajar en nuestra clasificación todos esos conceptos, alejándonos cada vez más de la complejidad de la realidad, cada persona reúne múltiples características, cada una con su propia (y generalmente poco clara) etiqueta. Y si pocas cosas hay que sean puramente clasificables, mucho menos existen personas con características sólo Buenas o sólo Malas.

Así que tenemos nuestro cerebro categorial, y la dificultar de adjudicar un valor moral a las acciones y características de otros humanos, más allá de cosas muy básicas. Lo que sigue es previsible: Yo me considero una buena persona, así que lo Bueno será lo mío: mis actos, mis valores, mi país, mi color de piel, mis costumbres, mis creencias... Y todo lo que no sea igual que lo mío, no es lo Bueno, y como mi dicotómico mundo solo tiene dos lados, debe necesariamente ser Malo. Todo resuelto. No necesito conocer nada ajeno, puesto que ya está a priori clasificado en el lugar que el corresponde. En el otro bando.
Y entramos en el razonamiento circular. Nosotros somos Buenos. Ellos no son de los nuestros, así que son Malos. Y si ellos son Malos, cualquier cosa que hagamos para combatirlos será necesariamente Buena. Así que nosotros somos los Buenos.

Nos encerramos en ese círculo vicioso, y dejamos fuera todas las cosas que tenemos en común, centrándonos a menudo en una sola característica, o en un pequeño grupo de ellas. Empeñados en dividirnos en grupos cerrados y crear con ellos una escala en la que lo nuestro esté en la parte que le corresponde, que es la superior. Obligándonos a nosotros mismos a elegir un bando, a tomar partido, y asignando otro a los demás... simplemente porque no son nosotros.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Está en nuestra naturaleza, Sibila. Como animales sociales siempre catalogamos el mundo a nuestro antojo y nos traemos lo mejor que encontramos para nuestro pueblo. Así es y siempre será.

Por desgracia, muchas veces lo más valioso se queda en el montón de las cosas malas por culpa de los prejuicios (como la energía nuclear) :)

Violeta dijo...

y esta entrada me hace pensar en la amistad; pero desde el lado negativo, como hablar de Corín Tellado y su ensañamiento porque era necesario para que existiera la buena literatura, ¡qué flaco favor hizo!. El enemigo, un no amigo, que también se elige, un Malo (permíteme) frente a un Bueno (permíteme): el amigo, mi semejante, y yo. Mi enemigo y mi amigo ambos superiores, si lo elijo como enemigo habrá de estar a mi altura, por lo menos. Yo y mi enemigo, el lado oscuro que temo porque deseo. Hay algo de admiración. Ambos necesarios para que exista el oponente. No se explica el héroe sin el antihéroe, ni el protagonista sin el antagonista. La literatura aquí y el cine que bebe de ella en gran parte, como algo cultural, han tenido mucha culpa. ¿Y la religión? Con el ángel díscolo en la cristiana, condenado por malo, con seguir o no los preceptos de "algún dios" si quieres estar sentado a la derecha del padre. Uff, cuánto peso se queda fuera al arrojar la culpa a la espalda de otro* :)
*en cuyo saco van la vergüenza y la envidia.

Vaelia dijo...

Es complicado, y está bien que sea así. Siempre he dicho que los prejuicios tienen su razón de ser, que, como dice Drakosalina, están en nuestra naturaleza. Pero eso no significa que no puedan ser superados, convertidos en herramientas al servicio de una conciencia superior. Está en nuestra natualeza, también, el comer... pero en la mayoría de casos depende de nuestra elección si nos conformamos con cualquier cosa que echarnos a la boca, o si preferimos cocinar una elaborada receta.

Respecto al bien y al mal absolutos, me parece interesante el hecho que algunas corrientes de pensamiento que, desapego mediante, eliminan de base esta dicotomía considerando todo por igual, bien y mal como diferentes grados de una misma escala.
Si bien este planteamiento es difícil de introducir en una vida de acción, en la que nos es preciso tomar decisiones que implican privilegiar una opción, excluyendo otra u otras, puede ser un ejercicio interesante a la hora de interpretar la realidad que nos circunda, y permitirnos tomar decisiones más concientes.

Lo peor de las dicotomías, en mi opinión, es que en no pocas ocasiones son generadas de un modo ficticio, publicitario y empleadas en nuestra contra. A la hora de elegir, se presentan con voces titánicas, urgiéndonos a alinearnos en uno de dos bandos que constituyen una especie de "duopolio", de monopolio compartido, que excluye al resto de opciones que quedan eclipsadas.

Saludos,
Vae.

Sibila dijo...

Vuestras aportaciones son mejores que mi entrada, jejeje

Darkro, tienes razón en que está en nuestra naturaleza, pero quiero creer que si podemos ser conscientes de ello, también podemos tratar de evitar esos razonamientos dicotómicos instintivos y valorar las cosas de una manera más racional, y menos demagógica (el ejemplo de la energía nuclear es muy bueno, la mayoría de los que están en contra ni siquiera saben cómo funciona)

Violeta, ésa es una dicotomía en al que no había pensado, gracias, eso de etiquetar con el Mal a aquello que en el fondo deseamos, para no reconocerlo. Así no tenemos que asumir que hay tanto bien como mal en nuestro interior... y es que si hay algo malo, es culpa del diablo. :P

Vae, que sepas que, entre este y tu anterior comentario, acabas de aumentar la serie a un artículo más. Así da gusto. XD

Anónimo dijo...

¿Qué le lleva a la persona considerar que su Bien es algo superior? tal vez la falta de escucha y esfuerzo por comprender al otro, el sentirse vulnerable ante la duda, el miedo ligado a la desaprobación y desprecio de otros como él (absolutos e inequívocos) y que viven a su lado. Dentro de cada persona polar (en este sentido) creo que existe un cobarde con ganas de mirar al otro con bondad y de igual a igual, sólo que les entra la flojera jajaja