miércoles, 13 de mayo de 2009

Hierofanías

El occidental moderno experimenta cierto malestar ante ciertas formas de manifestación de lo sagrado: le cuesta trabajo aceptar que, para determinados seres humanos, lo sagrado pueda manifestarse en las piedras o en los árboles. Pues, como se verá en seguida, no se trata de la veneración de una piedra o de un árbol por si mismos. La piedra sagrada, el árbol sagrado no son adorados en cuanto tales; lo son precisamente por el hecho de ser hierofanías, por el hecho de «mostrar» algo que ya no es ni piedra ni árbol, sino lo sagrado,

Nunca se insistirá lo bastante sobre la paradoja que constituye toda hierofanía, incluso la más elemental. Al manifestar lo sagrado, un objeto cualquiera se convierte en otra cosa sin dejar de ser él mismo, pues continúa participando del medio cósmico circundante. Una piedra sagrada sigue siendo una piedra; aparentemente (con más exactitud: desde un punto de vista profano) nada la distingue de las demás piedras. Para quienes aquella piedra se revela como sagrada, su realidad inmediata se transmuta, por el contrario, en realidad sobrenatural. En otros términos: para aquellos que tienen una experiencia religiosa, la Naturaleza en su totalidad es susceptible de revelarse como sacralidad cósmica. El Cosmos en su totalidad puede convertirse en una hierofanía.

Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano
Introducción. Cuando se manifiesta lo sagrado

En nuestra cultura occidental, desde hace ya unos cuantos siglos, tendemos a considerarnos "los más avanzados", a defender el progreso y la modernidad, y a tachar de ignorantes, atrasados o supersticiosos a aquellos que conservan unas tradiciones que nos recuerdan a las de nuestros propios antepasados. Creemos que la experiencia de lo sagrado es algo superado, o en todo caso, una muestra de incultura que nos produce un poco de vergüenza ajena.

Y lo peor es que, cuando se produce una reacción contraria a esta forma "moderna" de ver las cosas, se acaba cayendo en un intento de reproducir las antiguas costumbres, pero sin asumir el cambio de mentalidad necesario, tratando de encajar con calzador esas creencias en nuestra forma de vivir y nuestra actividad diaria, como si fuera una actividad de ocio o un entrenamiento deportivo, que podemos sumar a nuestra rutina.
Pero no es cuestión de hacer un pequeño hueco a lo sagrado en nuestra vida, sino de percibir su realidad, de abrirnos a ello y convertir la vida en una experiencia de lo sagrado.

3 comentarios:

Wuwei dijo...

"...convertir la vida en una experiencia de lo sagrado."

"El Cosmos en su totalidad puede convertirse en una hierofanía."

Comparto totalmente el significado de estas dos frases.
Esta entrada me ha hecho recordar un libro que leí hace muchos muchos años. Era el primer libro que caía en mis manos sobre meditación. En uno de los apartados el autor comentaba el impacto que le había causado ver a un viejo maestro zen inclinarse reverentemente frente a una pared vacía como si fuera lo más sagrado del mundo. Algo en aquel comentario, aun sin comprenderlo, me impactó a mí también...
Han transcurrido los años y ahora yo mismo me inclino todas las mañanas ante una pared vacía, bueno, en realidad ante una pared vacía con un pequeño jarrón con flores de paja y espigas... Y también me inclino ante los árboles del jardín... y a veces me dan ganas de inclinarme ante las personas que veo en la calle: "señor, señora, es usted perfecto, perfecta, tal y como son...", pienso.

Una piedra, el canto de un pájaro; pero no sólo eso, sino el rum rum de un camión al pasar o el humo de una chimenea tienen Algo. Sagrado es una palabra para definirlo...
Pero no podemos ir todo el día por la calle, o por casa, inclinándonos ante todo. Hay objetos y símbolos que nos ayudan a focalizar. Cada religión, cada cultura tiene los suyos particulares. Cada persona se siente más unida a alguno de ellos en particular...

Pero lo más importante de todo me parece que es llegar a percibir lo sagrado en todo lo que nos rodea, en la vida cotidiana. Llegar a abrir los ojos y ver...
Cuando entra la Luz todo se transforma y brilla, incluso un plástico tirado en el suelo.

PD. Por mucho que ese Algo esté en todo, ante el tubo de escape de un coche dejo de respirar y me tapo la nariz; ante una flor me agacho y huelo su aroma. Sin embargo la flor y el tubo de escape comparten Algo que no se ve, ni se oye, ni se puede pensar, ni gustar, ni tocar... Algo vacío para los sentidos y el entendimiento, como decía alguien por estas tierras...

Juan A. dijo...

Te has puesto trascendente, querida amiga.

Besos.

Sibila dijo...

Juan Antonio, y lo que es peor, aparte de trascendente, me he puesto antropológica. Si es que nos e me pueden dejar ciertos libros... :P

Wuwei, cada vez que me permites ver algo desde tus ojos, mi mundo se enriquece un poco más. No sé si son más las semejanzas o las diferencias, pero ambas me aportan más de lo que pueda agradecerte.

Un saludo a ambos.