lunes, 21 de julio de 2008

Mucho más complicado de lo que parece

Ayer topé con un texto que escribí hace casi diez años. Y me sorprendí al ver que cada palabra sigue siéndome válida hoy, aquí, a años-luz de aquel momento y aquellas circunstancias. Las cosas cambian, mucho más de lo que cualquiera podría prever. Pero los cimientos permanecen para permitirnos construir.

Hablábamos de lo complicada que es la vida. De lo increíblemente complicada que puede llegar a ser. No mi vida, ni la tuya. La vida, en general. La vida de todos, entremezclada, como un dibujo de complejidad infinita con la firma de Escher al pie. Un dibujo con las dimensiones y las proporciones tan torcidas y enredadas que no puede tener referente en la realidad. Y que es la realidad.

Podemos escondernos, refugiarnos en el trocito de vida que nos toca, en el que las cosas parecen más o menos normales, aunque a veces aparezca algo fuera de sitio sin saber por qué, y hacernos la ilusión de que las cosas son perfectamente lógicas, que pueden entenderse por criterios racionales, y que, si nos esforzamos un poco, podemos controlarlas, al menos a grandes rasgos.

Hasta que ocurre algo que le da la vuelta a todo, empezando por uno mismo. Algo que nos hace comprender que a todos nos unen hilos, que nos enganchan unos a otros, y que no se puede tocar uno de ellos sin que los demás se muevan. Una sola causa, una mínima acción, puede tener consecuencias en todas direcciones, que a su vez producen consecuencias que rebotan, que forman perturbaciones más allá de nuestro alcance, mucho más allá, que incluso puede que, en uno de esos rebotes que siguen formándose interminablemente, nos golpee de nuevo. Carambolas y contracarambolas.

Uno no suele pararse a pensar en la complejidad de la vida. ¿A quién le incumbe lo que yo pueda hacer? Es asunto mío, quizá de las personas que se ven directamente involucradas, pero de nadie más. Sólo que lo que yo hago te mueve a tí una centésima de milímetro, y ese movimiento tuyo lo mueve a él otra centésima de milímetro más allá... y en el otro extremo de esta trama que es la vida, alguien se encuentra de repente desplazado varios metros, sin suelo bajo sus pies. Y cae.

Tampoco podemos quedarnos quietos. Pero, ya que cualquier movimiento va a multiplicarse por un número elevado a uno seguido de infinitos ceros, por lo menos podemos procurar que ese movimiento sea lo más acertado posible. Así puede que consigamos movernos en la dirección correcta. Porque las buenas consecuencias se multiplicarán exactamente de la misma manera que las malas. No hay nadie controlando los hilos de esta red. Nadie sabe a dónde podemos llegar.

4 comentarios:

Brotestertor dijo...

Se podría decir que algunos de esos hilos se enredan tanto que senredan. Incluso se crean nudos imposibles de deshacer sin cortar y dejar durante un tiempo a alguien con cierta cojera. También lazos to guapos, dignos de ser llevados en los tenis más cómodos...

Se me fue.
Mis disculpas y un saludo.

Sibila dijo...

Gracias por comentar, no tienes que disculparte por nada.

Algunas veces se enredan los hilos sí, y eso causa que nuestros actos tengan más repercusión en esos hilos que se han entrelazado con el nuestro. Para mal o para bien. ;)

Violeta dijo...

¿Y si a veces o a algunos les ocurriera lo contrario: que nada distorsiona la quietud o nada sorprende y que la vida no es complicada sino simple, odiosamente simple entre tantos sentimientos/sensaciones enrevesadas, siempre con la misma sensación de insatisfacción/vacío que tenías ya a los 5 años... antes te dejabas llevar, ahora eres consciente, y si fuera eso? Yo prefiero los golpes, al menos sabes de dónde procede lo que te pasa

Sibila dijo...

Conozco la sensación... ojalá pudiera decirte algo más que esto: Aunque parezca que todo está detenido, que todo es simple, los hilos se siguen moviendo donde no podemos verlos. Y un día una onda (una que incluso podemos provocar nosotros mismos) nos saca fuera de ese espacio asfixiante, acercándonos al lugar donde debemos estar. Donde se sufre, se grita y se llora, pero se siente uno vivo.

Ánimo.