lunes, 31 de marzo de 2008

Rasgos

A veces, hay algo de nosotros mismos que nos cuesta asumir. Porque no lo entendemos, porque no encaja con lo que creíamos ser, porque lo hemos descubierto en nuestro interior sin pretenderlo, surgiendo como reacción a un momento o acontecimiento concreto… Y nos sorprendemos de que algo así forme parte de nosotros.

No tiene por qué ser algo desagradable. Quizá tan sólo es diferente, o chocante. Quizá incluso hay mucha gente que lo considera totalmente normal. Pero para nosotros es algo desconocido, algo que no imaginábamos… y, de repente somos conscientes de que ese algo, tan extraño, tan ajeno, es parte de lo que somos.

¿Cómo lo afrontamos? A veces lo enarbolamos, desafiantes, llamando la atención sobre justamente eso, entre todo lo que nos define, acabando por perder de vista lo que era realmente, antes de convertirlo en un estandarte. A veces lo escondemos, avergonzados, tratando de olvidar que está ahí. Tratamos de fingir que no existe, que nunca ha existido. Nos convencemos de que es un hecho aislado, o guardamos la esperanza de que desaparezca como mismo llegó. Sólo que no lo hace. Porque realmente nunca vino. Siempre ha reposado ahí, agazapado en nuestro interior, formando un todo con el resto de nuestra personalidad. Que no lo viésemos antes no significa que no estuviese.

Tratar de ocultarlo es como fingir que eres rubia cuando eres morena. Puedes teñirte el pelo tan a menudo como sea posible, antes de que ni siquiera asomen las raíces. Puedes ocultar cualquier foto o documento que muestre que tu pelo es oscuro. Pero bajo esas mechas, sigues siendo morena. Aunque trates de convencerte de que siempre has sido rubia y el tinte no es más que para resaltarlo, no vas a cambiar el color real de tu pelo, y en cuanto te descuides volverá a aflorar. Puedes disimularlo, puedes rechazarlo, puedes mentir, y mentirte. Pero no puedes cambiar lo que realmente eres, lo que en el fondo te convierte en ti mismo.

A veces, queremos olvidar alguna parte de nosotros. Porque nos resulta incómodo, porque nos da problemas, porque quizá incluso nos asusta un poco. Pero un día surge de nuevo, y te mira a los ojos, y te ves como en un espejo. Y comprendes que eres lo que eres, nada más, y nada menos. Simplemente tú.

viernes, 28 de marzo de 2008

[En otras palabras] Inventar el regreso del mundo...

Poniendo granito a granito de arena, inventando y recreando. Es un paso más, y es más que un paso. Es mirar el camino recorrido y decidir que fue un buen camino, y que vale la pena seguir andando. Es reencontrar viejas palabras y pronunciar otras nuevas. Cantar antiguas canciones con voces recién estrenadas.
Gracias a todos los que habéis tomado la mano que tendí. Los que han vuelto y los que acaban de llegar. Ahora... tenemos un mundo por inventar.

Inventar el regreso del mundo
después de su desaparición.
E inventar un regreso a ese mundo
desde nuestra desaparición.
Y reunir las dos memorias,
para juntar todos los detalles.

Hay que ponerle pruebas al infinito,
para ver si resiste.

Roberto Juarroz

miércoles, 26 de marzo de 2008

Venciendo dragones

Los cuentos de hadas superan a la realidad;
no porque nos digan que los dragones existen,
sino porque nos dicen que los dragones pueden ser vencidos.

Gilbert Keith Chesterton

Y, armados con ese conocimiento, podemos alzar la lanza e hincarla en el corazón del más profundo y terrible de nuestros temores, bañarnos en su sangre, y volvernos casi invencibles.

lunes, 24 de marzo de 2008

Esta luna de marzo...




Luna de Tormenta, Luna del Gusano, Luna del Pez, Luna Durmiente, Luna Ventosa, Luna del Hambre, Luna de Muerte, Luna de Savia, Luna del Huevo, Luna del Cuervo, Luna de Azúcar, Luna de la Corteza, Luna del Arce, Luna Casta, Luna de la Flor Creciente…

La luna llena ha brillado con una intensidad que no me esperaba. Será, una vez más, la primavera… o será, simplemente, que la miro con otros ojos.

Foto tomada el 21 de Marzo de madrugada, en la playa de Las Gaviotas.

viernes, 21 de marzo de 2008

[En otras palabras] Nueva primavera

Ha pasado el equinoccio. Puedo mirar alrededor y ver las flores, notar el aire más cálido. Pero es corriendo por las venas donde realmente siento la primavera.

NUEVA PRIMAVERA

Otra vez revivo con las flores
se llenaron de pétalos mis poros
en mi cuerpo, puente levadizo,
gravitan escondidos firmamentos.

Como tren sin carrilera me deslizo
hasta lo más colorido del planeta
y corre por mi linfa
el verde crecido entre las ruinas y la nieve.

Me deslío
me vuelvo agua de guayabos en flor
perfume de magnolias
que nunca lloraron en invierno
hilo de lluvia retardada.

Camino a tientas largos días
consultando el secreto de las plantas
para sobrevivir a tanta muerte
la esquina donde guardaron tanta vida
y los jirones de piel que resucitan
al despuntar el sol.

No sé cómo pude pasar tantos meses
sin gritarle al mundo que te amo
que mi corazón, escudo maleable,
se deslíe en cada aparición del sol.

Consuelo Hernández

miércoles, 19 de marzo de 2008

De equinoccios y equilibrios

Mañana es el Equinoccio de Primavera. Un equinoccio es siempre un momento de equilibrio, pero también es un punto de inflexión.

Cuando pensamos en el equilibrio, a menudo olvidamos su carga de inestabilidad. Hablamos como si sólo fuera necesario alcanzarlo, y una vez en equilibrio, todo irá bien. Como si el equilibrio fuera definitivo, sólido e inmóvil. ¡Pero el equilibrio es sólo un punto! Un centímetro más a la derecha o a la izquierda, y ya no estamos perfectamente equilibrados. Un paso adelante o atrás, y descolocamos el eje.

Buscar el equilibrio es un trabajo constante, casi de malabarista. Requiere pequeños ajustes constantes, grandes cambios en algunas ocasiones. Cuando las cosas en nuestro entorno se van transformando, ya no estamos equilibrados. Quizá creamos que sí, pero en realidad nos hemos quedado en la misma postura mientras todo lo de alrededor se ha movido, y nuestro centro se ha desplazado sin que nos demos cuenta.

Para mantener el equilibrio, muchas veces es necesario apoyarse en los extremos, en ambos, conocer las altas cumbres y las profundas simas, y tomar cosas de ambas.

Todo se mueve, y debemos movernos al mismo ritmo para poder mantenernos en pie. El equilibrio no es cuestión de atrincherarse en una posición inamovible, sino de avanzar en armonía con los cambios que incesantemente ocurren.

Por eso, para mí, el equinoccio de mañana será mi momento de equilibrio… el equilibrio del atleta apoyado en los tacos. Mañana es mi momento de tomar impulso para echar a correr.

lunes, 17 de marzo de 2008

Consumístico

Hace tiempo, casi cuando empecé a escribir aquí, hablaba mucho de la diferencia entre ser y aparentar, y de cómo hay gente que cree que aparentar algo es el primer paso, o quizá el único importante, para llegar a serlo.

Una pregunta que me hicieron el otro día me lo ha recordado, y me he dado cuenta de que hay un tema que, aunque he hecho alusión a él muchas veces, nunca he tratado en profundidad: el consumismo dentro de lo que supuestamente debería ser algo espiritual.

Para practicar o pertenecer a una religión, lo único importante es cuáles son tus creencias y si tus actos son consecuentes con ellas. Lo único.
No importa cómo vistes, ni lo que sostienes en la mano, ni lo que pones en el altar, si es que tienes uno. Lo que importa es lo que llevas dentro.

Si dentro de esa religión, como ocurre en el paganismo, se realizan ritos, es posible que éstos requieran determinados materiales. Pero sin esos materiales, el rito puede llevarse a cabo de igual manera. Aunque más simplificado, seguirá siendo una ceremonia religiosa, seguirá siendo un enlace entre los Dioses y tú.

¿Por qué, entonces, tanto empeño en comprar cosas, en acumular objetos?

La razón más común nos lleva de nuevo al aparentar. Es más fácil sentirse “bruja” con un athame en la mano, un pentáculo gigantesco alrededor del cuello y quince velas encendidas de quince colores diferentes. Sin nada de eso, para sentirnos preparados tendríamos que esforzarnos, aprender, dejarnos la piel tratando de descubrir dónde aparecen las enseñanzas y el significado profundo que nos pueden aportar. Y eso es difícil, agotador, y la mayoría del tiempo parece no ofrecer ninguna recompensa notoria. Así que buscamos esas cosas, y las hierbas, las piedras, el libro forrado en cuero negro, la escoba y el caldero… todo lo que en nuestra imaginación tiene un aura de magia y poder, pensando que tenerlos cambiará algo, nos hará “diferentes”. Pero, como no sabemos qué es realmente lo importante en esos objetos, no sabemos qué es lo que debemos buscar, lo que deberían aportarnos, sólo sabemos que los queremos.

Y ahí llegamos a la cómoda costumbre de quererlo comprar todo con dinero. Porque el dinero es algo que palpamos, que podemos controlar. En lugar de investigar y tratar de aprender qué es realmente un caldero, qué simboliza, para qué lo necesitamos si es que lo necesitamos, qué características debemos buscar en uno… vamos a un lugar donde nos resuelvan las dudas de un plumazo, y nos certifiquen que obtendremos un auténtico “caldero de bruja”. Visitamos tiendas y páginas web esotéricas, donde nos prometen que los objetos que compremos serán 100% místicos. Y luego nos quejamos de que son caros. ¡Pues claro que lo son! Porque no te están vendiendo sólo un objeto. Te están vendiendo seguridad, despreocupación, te están vendiendo la tranquilidad de no tener que pensar por ti mismo.

Antes de comprar cualquier objeto o componente, piensa para qué lo necesitas. Es más, piensa si lo necesitas. Una vez tengas claro eso, busca en todos los lugares posibles. Las tiendas esotéricas en su mayoría están muy bien, pero ¿no podrías localizar algo similar en una tienda especializada (una cuchillería, una papelería, una tienda de menaje del hogar…) donde te saldría más barato? ¿No podrías, en muchos casos, comprar algo genérico (un cuchillo de monte o una libreta en blanco, por ejemplo) y personalizarlo, o hacerlo tú mismo, aportándole parte de tu energía?

Pagar más por algo no lo hará mejor. Pagarlo porque te digan que es especial para tus fines, tampoco. No siempre el dinero lo resuelve todo. Hay cosas que no se pueden comprar.

viernes, 14 de marzo de 2008

[En otras palabras] Explosión

Porque hay veces que la vida despierta y se despereza sonriendo lentamente, pero también las hay en que explota, furiosa y radiante, dentro del corazón.
EXPLOSIÓN

¡Si la vida es amor, bendita sea!
¡Quiero más vida para amar! Hoy siento
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul de sentimiento.

Mi corazón moría triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor febea;
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!

Hoy partió hacia la noche, triste, fría,
rotas las alas mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor.

En la sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!

Delmira Agustini

miércoles, 12 de marzo de 2008

Lo que un árbol puede enseñarnos

Ya he dicho antes que la Naturaleza nos ofrece todo el tiempo hermosas enseñanzas que con frecuencia no sabemos apreciar. No se trata sólo de mirar al lugar oportuno, sino también de mirar con la mirada oportuna.

Hacía tiempo que quería compartir esto, la mirada de un autor pagano, Raven Grimassi (no quiere decir esto que esté de acuerdo con este autor en todo lo que dice, ni con cómo lo dice, pero este texto concreto me encanta), que me parece muy reveladora: su forma de mirar, de ver en un árbol una oportunidad de aprender sobre la vida.

Y cuántas lecciones más susurrarán las hojas, esperando que alguien sepa escucharlas...

Nuestros antepasados veneraban a los árboles por una serie de motivos. Uno de ellos era que el árbol puede enseñarnos mucho a través de la observación. ¿Qué nos puede decir un árbol sobre la vida y la espiritualidad?

Los árboles nos enseñan sobre el arraigo, la posición y la fortaleza. Las raíces de un árbol nos recuerdan que muchas cosas son invisibles a nuestros ojos y que debemos mirar por debajo de la superficie. El árbol nos recuerda que las raíces proporcionan la nutrición que sustenta a la vida. Las raíces nos dan la base y la fuerza para resistir ante la adversidad.

Las ramas nos enseñan la importancia de la juventud y la madurez. La fruta crece sólo en la madera vieja de la rama y sus semillas aseguran la existencia de generaciones futuras. Las ramas nuevas producen flores rápidamente y atraen el proceso de fertilización. Juntas, las ramas viejas y las nuevas contribuyen al futuro del árbol y al futuro de la arboleda.

El espíritu del árbol nos enseña a servir a los demás como nos servimos a nosotros mismos. Mientras el árbol se yergue y proclama su lugar en el mundo, también nos ofrece sombra, abrigo, y ofrece un hogar y alimento a otros seres. Desde su centro, nos enseña la lección de su espíritu:

  • Ten una base con raíces profundas y mantente firme en el mundo.
  • Aspira a llegar alto para alcanzar cosas elevadas, y lejos para extenderte al mundo.
  • Ofrece sombra a quienes necesitan un descanso y abrigo a quienes acudan a ti.
  • Da frutos, y en abundancia.
  • En los inviernos de tu vida, conserva tus recursos. En tus primaveras, aprovecha las oportunidades para crecer. En tus veranos, expándete. En tus otoños, despréndete de lo viejo y renuévate.
  • Finalmente, deja algunas semillas.
Raven Grimassi,
extraído del artículo Seguir el Camino,
publicado en La agenda de las brujas 2006,
Ediciones Obelisco

    lunes, 10 de marzo de 2008

    Nacidos una (y otra) vez

    Los seres humanos tenemos la necesidad de incluirnos en grupos. No depende de nuestras costumbres, ni de nuestra cultura. Somos animales sociales, porque como tales hemos evolucionado, y necesitamos de un grupo, una manada, para elaborar una parte importante de nuestra identidad.
    Cada persona es parte de una familia (te unan a ellos lazos de sangre, o tu propia elección), de una etnia, de una región… y de muchos otros grupos a los que hemos ingresado conscientemente a lo largo de nuestra vida, y cuyos valores hemos interiorizado, desde una pandilla de amigos hasta los seguidores de un equipo de fútbol, pasando por un colegio de profesionales, una empresa, una asociación cultural o un club de fans… o una religión.

    Pero dentro de un grupo siempre hay personas muy diferentes entre sí (porque todas las personas somos diferentes, y cada cual tenemos nuestras prioridades), y lograr trabajar por un objetivo común puede ser muy complicado. Hay muchas maneras de lograr cohesión dentro de un grupo, como pueden ser marcar unas metas progresivas, realizar actividades para que los miembros se conozcan lo mejor posible, y hasta crear un liderazgo sólido e incontestable que controle la comunidad. Pero la más sencilla de todas, que no requiere ningún esfuerzo, y prácticamente se mantiene sola, es la comparación. ¿Cómo distinguirnos como miembros de un grupo? Resaltando lo que nos diferencia de aquellos que no son miembros. Separándonos de los de fuera. Categorizando.

    Nosotros contra ellos. Tan simple, y tan viejo como el mundo. Los de mi tribu contra la tribu de al lado, los de mi dios contra el demonio de al lado, los de mi idea contra los equivocados de al lado.

    Esto acaba convirtiéndose en un “complejo de superioridad” (no sólo somos diferentes a ellos, también somos “mejores”, ¿qué sentido tendría si no ser diferente?), que puede llevar al odio (y ha llevado a él, y a la esclavitud, la guerra y la matanza), pero también puede convertirse en una hipócrita compasión por todos los que no tienen la suerte de ser como nosotros, de estar en nuestro grupo. Todos los engañados, los tontos, los ignorantes, los pobrecitos inferiores, los que no se salvarán…

    Puedo entenderlo en ciertas creencias, en aquellas que dividen la vida tras la muerte en recompensas y castigos. Puedo entender su afán proselitista, su interés, nacido de su incuestionable creencia en que los que no sean de los suyos sufrirán eternamente, en salvarnos aún a nuestro pesar.

    Pero lo que no puedo entender es qué lleva a un pagano a justificarse mirando por encima del hombro a aquellos que no comparten sus creencias, y llamarlos “nacidos una vez”. ¿Quién eres tú para saber cuánto ha vivido otra persona? ¿Sabes acaso con toda seguridad si no eres tú mismo un recién nacido? ¿Con qué derecho te otorgas la potestad de tasar el valor de lo que a una persona le corresponde vivir, y enjuiciarle a partir de eso?

    Es lamentable y odioso ver a gente dentro del paganismo considerándose la cúspide de la evolución espiritual, pretendiendo que los que no comparten sus creencias es porque no están preparados para ello, no lo merecen, no han “vivido” ni “aprendido”. Nosotros, los brujos, los paganos, los sabios, los poderosos… contra ellos, los equivocados, los ingenuos, los que no se han beneficiado de la mística sabiduría que nos ilumina y nos pone a otro nivel (por encima, por supuesto) que los de las “bajas vibraciones”... Los pobrecitos “nacidos una sola vez”.

    Pensemos una cosa… si para encontrarnos cómodos siendo paganos necesitamos pensar que somos almas renacidas, y que los que no comparten nuestras creencias es porque son “nacidos una vez” que no han “aprendido” a lo largo de muchas vidas, alcanzando el nivel en el que nosotros estamos… ¿qué nos diferencia de los que creen que la suya es “la Única Religión Verdadera”? 

    viernes, 7 de marzo de 2008

    [En otras palabras] Primavera a la vista

    Viene despacio, pero viene. La siento en los huesos, siento el sol despejando la niebla para que podamos ver el color de las flores. La siento tan cerca que es casi como si ya estuviera aquí.

    PRIMAVERA A LA VISTA

    Pulida claridad de piedra diáfana,
    lisa frente de estatua sin memoria:
    cielo de invierno, espacio reflejado
    en otro más profundo y más vacío.

    El mar respira apenas, brilla apenas.
    Se ha parado la luz entre los árboles,
    ejército dormido. Los despierta
    el viento con banderas de follajes.

    Nace del mar, asalta la colina,
    oleaje sin cuerpo que revienta
    contra los eucaliptos amarillos
    y se derrama en ecos por el llano.

    El día abre los ojos y penetra
    en una primavera anticipada.
    Todo lo que mis manos tocan, vuela.
    Está lleno de pájaros el mundo.

    Octavio Paz

    miércoles, 5 de marzo de 2008

    Beltane Fire Society

    Hay gente en este mundo que me despierta una profunda admiración. De hecho, son muchos, de diferentes maneras, pero todos tienen algo en común. Son personas despiertas, que no se conforman con ir tirando día a día, haciendo lo mismo una y otra vez, sino que tienen una inclinación, o se marcan un objetivo, y le dedican tiempo y ganas, solos o en compañía de otros que lo comparten con ellos. Son personas que se mueven, que se involucran, personas que no sólo sueñan, sino que trabajan por hacer sus sueños realidad, o al menos por acercar al mundo, aunque sea durante un instante, la magia de ese sueño, para ellos mismos y para todos.
    Son muchos los que cumplen estas características, más de los que crees. Quizá esa persona aparentemente anodina que te cruzas por las mañanas dedica sus noches a combatir batallas cambiando la historia, a escribir poemas que tocan el corazón de cientos de personas a través de internet, a tocar el arpa celta, o a dar a la gente que lo necesita un hombro donde llorar.

    El otro día descubrí la existencia de un grupo de gente cuya afición es hacer performances para  representar y vivir las fiestas paganas, los cambios de estación. Y lo hacen de una manera que me sorprende, me abruma, me inspira, me seduce, me ilusiona y me deslumbra. Con arte, con pasión y con convicción. Haciendo brillar la ceremonia con luz propia.

    Se llaman Beltane Fire Society, nacieron a finales de los 80 y son de Edimburgo. Pero nada de lo que yo pueda decir les haría justicia.

    Simplemente acercáos a su página, a echar un vistazo. Si entendéis inglés, leed los textos, pero sobre todo mirad las fotos, porque hablan por sí mismas. Hablan de vida, de sueños, de energía vibrante y de cómo, a veces, hay gente capaz de regalarnos cosas insospechadas.

    Beltane Fire Society.

    Espero que lo disfrutéis tanto como yo.

    lunes, 3 de marzo de 2008

    Deshielo

    Las estaciones del año no son estrictas. Un verano no es igual a otro verano, ni un invierno idéntico a otro invierno. Las flores no brotan y se abren de repente el 21 de marzo, como en las historietas de Zipi y Zape. La primavera llega despacio, insidiosa, cada persona marcando en un reloj diferente. Hay quien en un día como hoy sale a la calle con abrigo y bufanda, y hay quien, quizá sin darse cuenta, ya ha aligerado su vestuario, sintiendo acercarse un calor que aún no es más que una promesa.

    Huelo el deshielo en el aire. Lo siento subir desde las plantas de mis pies. Noto la circulación de la sangre levemente acelerada. Aún no es primavera, pero la certeza de su proximidad ya está aquí. La percibo como si fuera parte de mí. Al respirar, al caminar, al mirar al cielo.

    Ayer me golpeó la tormenta. Con furia, con saña, de manera totalmente inesperada. El frío calando hasta los huesos, el viento cortándome el aliento, la lluvia golpeando como agujas, helándome la mitad de la cara hasta que cerrar el ojo izquierdo era una especie de guiño incompleto a cámara lenta. Pero seguí andando, seguí subiendo, y al final pasó. La lluvia cesó, el viento amainó, incluso la temperatura pareció subir. Las nubes siguieron de largo y vi el brillo de la nieve sobre las rocas negras.

    Después, simplemente, deshice lo andado y bajé la montaña. Dejé tras de mí, rojo intenso destacando sobre la nieve, una flor diminuta. Me llevé mucho más de lo que fui a buscar. Traje conmigo el deshielo.