jueves, 6 de diciembre de 2007

Invierno

El invierno invita a reflexionar. Debería ser la época del año para sentarse a descansar, a recobrar fuerzas, a reponernos del ajetreo y la actividad. La época ideal para la instrospección y la meditación, pero no sólo para analizar, sino también para imaginar y divagar, hacer planes y proyectos que podamos, en su momento, poner en práctica.

Y en lugar de eso, nos volvemos locos, sumergiéndonos en un ajetreo incesante que no nos deja ni un minuto para nosotros.
Nos encerramos en enormes centros comerciales tropezándonos unos con otros, compitiendo por comprar cosas que no sabemos si queremos, vamos del coche a casa y de casa al coche con la calefacción a tope, sin permitirnos mirar por la ventana. Iluminamos las calles con centenares de bombillas que no nos dejan ver las ramas desnudas de los árboles, enfrentándose, ellos sí, al invierno y al frío del que nosotros huimos.

El invierno es una estación tan hermosa como las otras, que nos trae su propia energía, la energía latente que duerme bajo la tierra, con la fuerza de la vida que la hará surgir en unos meses buscando el sol. Pero la gente hace falsos propósitos de año nuevo, diciendo tópicos, repitiendo los del año anterior, sabiendo que nunca van a cumplirlos, sin haber pensado qué es lo que realmente desean, lo que realmente necesitan cambiar.

Tratemos de quedarnos solos aunque sólo sea un rato. Reflexionemos y seamos sinceros con nosotros mismos, descubriéndonos nuestras verdaderas carencias, y pensemos en qué queremos, que debemos hacer para conseguirlo, qué es eso que nos impide avanzar y debemos apartar de nuestra vida aunque hacerlo sea incómodo o difícil…
Y luego podremos asomarnos a la ventana o dar un largo paseo, sentir el aire en el rostro, y mirar a los árboles, las ramas sin hojas debajo de las lucecitas, para aprender de ellos a aceptar el frío para poder apreciar el sol que, a su tiempo, nos hará despertar.

2 comentarios:

Marta Uma Blanco dijo...

Sibila, estoy tan de acuerdo contigo, el invierno es el tiempo qeu la Madre nos da para mirarnos a nosotros mismos, para hibernar y mirar de frente a nuestra sombra, dándole un nombre. En estos días de Yule hemos perdido el verdadero sentir del espíritu que rige estas fiestas: la celebración del retorno del dios sol.
Un abrazo
Marta Uma

Sibila dijo...

Me alegro de que estés de acuerdo, es cierto que estamos perdiendo el sentido del tiempo, desconectándonos del ritmo de la Tierra. Pero poco a poco podemos recuperarlo, si nos tomamos la pequeña molestia de sentir lo que nos rodea, desde saborear el frío del aire hasta mirar a los ojos de los demás.

Un abrazo.