martes, 7 de agosto de 2007

Poder

Resultaría cómico, si no diera pena, la cantidad de gente que se acerca al paganismo o la wicca buscando “poder”.

Son fauna, además, de lo más variopinta: desde los que desean invocar espíritus (normalmente preguntan por un método para invocar demonios, aunque no sabrían de dónde viene la palabra “demonio” ni golpeándoles con un diccionario en la cabeza) hasta los que piensan que agitando una varita y encendiendo una vela todos sus deseos se van a hacer realidad y su vida será fantástica y maravillosa y vivirán felices y comerán perdices por siempre jamás. Pasando por todos esos que desean preguntar si su chico/a les quiere, conquistar al chico/a que les gusta, vengarse del chico/a que les ha dejado, y todas las variantes del “tengo entre 14 y 18 años, y mis hormonas y mis neuronas están en constante desavenencia”.

Al final, todo se reduce a lo mismo: Poder. Poder para conseguir lo que desean, para obtener control sobre otras personas, para ser “superiores” a los demás... Todas las razones erróneas.

Cualquier motivo para profesar una religión que no sea espiritual, es una estupidez. Y la wicca es una religión. No es un tipo de magia, buena o mala, sino un conjunto de creencias. Y las creencias, la fe, no te darán más o menos poder. Porque el poder no es algo abstracto y místico, es simplemente la capacidad de cada uno para usar su voluntad.

¿Y qué clase de voluntad tienen aquellos que ni siquiera ponen el más mínimo empeño para alcanzar sus metas, sino que esperan que otras personas les den sin más un poder misterioso y sobrenatural para conseguirlas sin tener que poner nada de su parte?

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