domingo, 19 de agosto de 2007

El traje nuevo del emperador

Me he topado hoy con una frase que me ha dado mucho que pensar.

La frase es ésta: “Los maestros sólo enseñan a los iniciados”.

La persona que la dijo pretendía ejemplificar con ella que las enseñanzas espirituales elevadas sólo pueden entenderlas personas espiritualmente elevadas. Que si no eras un iniciado, no verías el auténtico significado de las enseñanzas.

Quiero partir de la base de que yo estoy de acuerdo en parte. Concretamente en la parte de que hay gente que, por mucho que los lea o escuche, nunca llegará a entender determinados conceptos, porque simplemente no quiere entenderlos. Por ejemplo, la persona que dijo la frase en cuestión.

Vamos a ver… Si sólo pueden aprender los iniciados, ¿cómo se llega a ser iniciado? Si hay que ser iniciado para alcanzar la iluminación y hay que alcanzar la iluminación para ser iniciado… ¿soy la única que ve una contradicción implícita en la frase?

Los maestros, los verdaderos maestros, no enseñan. Eres tú quien aprende. Los verdaderos maestros no se esconden detrás de una verborrea incoherente con la excusa de que “quien sea un ser iluminado lo entenderá”.
Eso, para quien no lo sepa, lo escribió Hans Christian Andersen, y se llama El traje nuevo del emperador. Sólo hay que decir: “Sólo aquellos que sean dignos podrán ver el traje”, y todo el mundo a mentir para no parecer indigno. Igual que sólo hay que decir: “Si no lo entiendes es porque no eres un verdadero iniciado, cuando lo seas lo entenderás”, y todo el mundo a tratar de interpretar unas palabras escritas, no para comunicar, sino para ser turbias, ambiguas y confusas, para no parecer menos “elevado espiritualmente”.
Alguien tiene que señalar y decir: “No está diciendo nada, son sólo palabras vacías, no hay ninguna enseñanza”. Detrás de las palabras enrevesadas, las mezclas incoherentes, los conceptos rebuscados, no hay nada. En esas supuestas “enseñanzas”, sólo hay un batiburrillo sin sentido en el que cada uno proyecta lo que quiere ver.
Y siempre hay gente que después de sacar sus propias conclusiones de esas palabras sin sentido, pretenden ser “superiores”, “iniciados”, presumiendo de haber entendido algo reservado sólo a unos pocos, porque, de lo contrario, tendrían que reconocer que no había nada que entender.

En la vida no hay una Única Verdad Trascendente, ni hay tampoco un sistema de grados. Esas cosas las hemos inventado los humanos. No hay personas “más elevadas” que otras, ni hay “iluminados”. Cada persona lleva su luz, y lo único que necesita es avivarla y dejarse guiar por ella. Ni siquiera tenemos que hacerlo solos. Hay personas que nos ayudan en esa tarea, y valiosas enseñanzas esparcidas a lo largo del camino. Pero no las veremos si estamos cegados mirando en una sola dirección, tratando de que nos llegue una misteriosa iluminación que no existe.

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