domingo, 3 de junio de 2007

[En otras palabras] Las Tres Puertas Mágicas

Las historias siempre dicen más de lo que cuentan. No sólo las grandes historias, sino también las pequeñas, las que hemos leído o escuchado mil veces... todas las historias tienen algo más de lo que creemos. Como muñecas rusas. Como una espiral infinita... cada vez que leemos una historia, abrimos una puerta, y entramos más y más adentro.

Lo que pasa es que la segunda puerta aparece sólo cuando se ha atravesado la primera. Y la tercera sólo cuando se ha dejado atrás la segunda. Y Uyulala únicamente cuando se ha entrado por la tercera. Antes no hay nada de todo eso. Sencillamente no están allí, ¿comprendes?”

[…]

“La primera, la Puerta del Gran Enigma es la que has visto con mi catalejo. Con las dos esfinges. Esa puerta está siempre abierta… como es lógico, No tiene batientes, Sin embargo, nadie puede pasar por ella salvo si… -Énguivuck levantó un diminuto dedo índice- salvo si las esfinges cierran los ojos. La mirada de una esfinge es algo totalmente distinto de la mirada de cualquier otro ser. Nosotros y todos los demás seres percibimos algo con la mirada. Vemos el mundo. Pero una esfinge no ve nada: en cierto sentido, es ciega. Pero sus ojos transmiten algo. ¿Y qué transmiten sus ojos? Todos los enigmas del mundo. Por eso las dos esfinges se miran mutuamente. Porque la mirada de una esfinge sólo puede resistirla otra esfinge. ¡Y puedes figurarte lo que le ocurre a quien se atreve a interferir el intercambio de miradas entre las dos! No puede moverse hasta haber resuelto todos los enigmas del mundo. Bueno, encontrarás los restos de esos pobres diablos cuando llegues.”

[…]

“Aparecerá ante tí la segunda puerta. La Puerta del Espejo Mágico.[…] En pocas palabras: se trata de un gran espejo o de algo así, aunque no está hecho de cristal ni de metal. De qué, nadie ha podido decírmelo. En cualquier caso, cuando se está ante él, se ve uno a sí mismo... pero no como en un espejo corriente, desde luego. No se ve el exterior, sino el verdadero interior de uno, tal como en realidad es. Quien quiera atravesarlo tiene que -por decirlo así- penetrar en sí mismo. […] He comprobado que precisamente los visitantes que se consideran especialmente intachables huyen gritando del monstruo que los mira irónicamente desde el espejo. A algunos tuvimos que tratarlos durante semanas antes de que estuvieran siquiera en condiciones de emprender el viaje de regreso. […] -Otros -siguió exponiendo- no habían visto al parecer nada más horrible, pero tuvieron el valor de pasar sin embargo. Para otros fue menos espantoso, pero todos tuvieron que vencerse a sí mismos. No se puede decir nada que valga para todos los casos. Para cada uno es diferente.”

[…]

“-¿Y qué pasa con la tercera puerta?
-¡Ahí las cosas se ponen realmente difíciles! La Puerta sin Llave, efectivamente, está cerrada. Simplemente cerrada. ¡Y eso es todo! No tiene picaporte, ni pomo, ni ojo de cerradura, ¡nada! Mi teoría es que la única hoja de esa puerta, que cierra sin junturas, está hecha de selén fantásico. Seguramente sabes que no hay nada que pueda destruir, doblar o disolver el selén de Fantasia. Es absolutamente indestructible. […] -Escucha: el selén de Fantasia reacciona a nuestra voluntad. Es precisamente nuestra voluntad la que lo hace tan resistente. Cuanto más se quiere entrar, tanto más se cierra la puerta. Pero cuando alguien logra olvidar sus intenciones y no querer nada... la puerta se abre sola ante él.


Michael Ende, La Historia Interminable

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